6/28/2017

Día Internacional del Orgullo Gay: entre desmemorias y algunos aciertos

El 28 de junio de 1969 fue la chispa que desencadenó la articulación de un movimiento en los Estados Unidos en medio de una brutal represión hacia personas homosexuales en el bar Stonewall de Nueva York.  En ese contexto surgió el Frente de Liberación Gay y se proclamó temerariamente la visibilidad de las personas homosexuales y travestis (posteriormente surge la palabra transgénero).
El orgullo gay se enarboló desde posiciones progresistas, anticapitalistas, antibélicas y muchos de sus líderes habían sido perseguidos por comunistas y homosexuales.
La prostitución de los términos y de los significados, la desmemoria y el silencio son parte de lo que llaman globalización posmoderna. Aunque era San Francisco el epicentro político antihegemónico desde varias décadas anteriores, se mundializó a Nueva York y a esa fecha y como el Día Internacional del Orgullo Gay.
Durante las décadas posteriores y con la puesta en práctica del neoliberalismo muchas de las ideas radicales, revolucionarias y anticapitalistas fueron traicionadas desde posiciones patriarcales, la segmentación identitaria y política y la banalización mercantil.
Ni siquiera nosotros en Cuba escapamos a semejantes influencias. Hemos transitado desde la década de 1960, cuando nuestra izquierda nacionalista- macho-estalinista proclamaba que la homosexualidad era un rezago burgués, hacia una lenta y aparente comprensión sobre los elementos contrarrevolucionarios de la homofobia en el presente histórico. A ello se suma una segmentación de las identidades sexuales, una apropiación acrítica de prácticas cotidianas impuestas por el mercado gay masculino, con un furibundo temor al feminismo y a la integración colectiva hacia el logro de objetivos políticos comunes.
Yo, que en mi experiencia práctica, identitaria y política me encuentro en un momento pos-gay de mi existencia, sentí el tufillo mercantil globalizado de la pasada conga contra la homofobia.
La marcha «del orgullo» nuestra ocurrió ese día de mayo. Aunque se corease «Revolución sí, homofobia no», «Somos Fidel» y «Abajo el Bloqueo», no dejé de percibir otros códigos simbólicos que han despolitizado paulatinamente esas conmemoraciones en el Pabellón Cuba. El eje central del discurso (en singular) y la pobre participación de la gente con sus voces y sus demandas en relación sus cuerpos y sexualidades se amalgaman con el silencio posterior para desviar la mirada de los desafíos presentes en relación a las sexualidades y géneros no heteronormativos.
Por momentos siento los sucesos de mayo como vagos y lejanos y llega junio y nada decimos porque pensamos las protestas de Stonewall como ajenas y banales, a pesar de que su legado real significó una lucha por la autodeterminación, por una sociedad más justa y equitativa, por la no intervención opresiva de los Estados en los cuerpos y sexualidades de las personas.
Más que orgullo siento nostalgia y admiración. Revisitar Stonewall y los contextos históricos de aquel movimiento me lleva a una reflexión crítica sobre los aciertos y desafíos que enfrentamos a nivel global y en esta isla donde he tenido la suerte de nacer y vivir. [Santos Suárez, 28 de junio de 2017].

5/24/2017

Acoso homofóbico y transfóbico en las escuelas: entre los males de la cultura y de la estructura

Por estos días los medios de difusión han sido prolíficos en hablar sobre el bullying (acoso en español) homofóbico y transfóbico en los espacios escolares.
No cabe duda que los mecanismos que operan en el acoso homofóbico y transfóbico se originan y crecen a través de las relaciones intersubjetivas de los educandos y en este caso operan las construcciones de género que definen rígidamente lo que culturalmente se norma como masculino o femenino.
Aunque el deseo erótico comienza a definirse con mayor claridad en la adolescencia, son las  expresiones e identidades de géneros las que marcan la pauta en la exclusión de las personas que no se ajustan a ellas.
La escalada de acciones homofóbicas y transfóbicas se canalizan a través del discurso y de acciones violentas. El aniquilamiento simbólico o real puede llevar al suicidio o al daño psicológico de por vida de la víctima.
Ningún nivel de enseñanza escapa a la homofobia o a la transfobia. Su ejecución perversa cambia según los contextos, el nivel de enseñanza y la asociación (casi siempre presentes) de otros estigmas discriminatorios, como el color de la piel, rasgos anatómicos, discapacidad, nivel económico, lugar de nacimiento (migrantes internos), entre  otros.
También se comenten acciones homofóbicas y transfóbicas por parte del profesorado, descendientes y estandartes de la cultura heteropatriarcal que demerita a las mujeres, a las personas homosexuales y a las personas trans.
La escuela cubana, en todos sus niveles, es continuidad del hogar y es reflejo en mayor o menor medida de los valores y antivalores de la comunidad donde están enclavada. La discriminación es un antivalor aprendido en el contexto familiar y potenciado en los espacios escolares y comunitarios. En nuestra cultura y en las políticas en relación a la educación se continúa percibiendo a las y los infantes como objetos de derecho. Las madres y padres siguen creyendo que tienen el derecho a educar a sus hijos como ellos desean, aún y cuando les transmitan pensamientos discriminatorios y violentos.
En el caso de nuestro país la pedagogía está muy influenciada aún por los valores del positivismo nacionalista que impulsó Enrique José Varona (1849-1933), destacado patriota e independentista, que desde su contexto histórico cultural de finales del siglo XIX y de la primera República dejó un legado pedagógico furibundamente positivista y homofóbico.
Más tarde la enseñanza tomó tintes manualistas del estalinismo en los primeras tres décadas de la Revolución cubana. Desde esta perspectiva, los nuevos sujetos (hombres nuevos) deberían ser patriotas, heterosexuales y cisgénero (concordancia entre el sexo legal y la identidad de género). Dichos principios siguen vigentes: quien rompa las normas binarias masculino-femenino es disciplinado y quien se resista es apartado o ninguneado.
La verticalidad (bancaria según Paulo Freire) de los modelos pedagógico cubanos, el implante de modelos disciplinarios militares (uso de uniformes generarizados, organización en brigadas y unidades, reglamentos escolares arcaicos y reguladores de la sexualidad desde una moralina burguesa), la deficiente formación de valores cívicos desde edades muy tempranas, la precariedad material y del personal docente, conllevan a la homogenización del pensamiento, al pobre desarrollo de la autogestión y del pensamiento crítico.
Las escuelas no cuentan con espacios seguros para asistir a las y los educandos que son víctima de acoso, tampoco disponen de actividades curriculares o extracurriculares que permita la formación de educadoras, educadores y educandos. Las organizaciones de pioneros, de la enseñanza media y  la Federación de Estudiantes Universitarios están desprovistas de autonomía y de mecanismos de movilización eficaces para la discusión de esta problemática y para la construcción colectiva de un ambiente de paz en los espacios escolares. La ausencia de una educación en derechos humanos lastra la construcción de ciudadanía, elemento clave para el desarrollo armónico de futuros sujetos libres y responsables. Si alguien cree que lo hasta aquí dicho no es un problema político, pido humildemente que me lo demuestre
La diputada Mariela Castro Espín lo puso literalmente sobre la mesa cuando envió un mensaje a la familia cubana y dijo que la campaña contra la homofobia no pretende enseñar ni imponer la orientación sexual a nadie, sino que es un asunto de derechos humanos.
Como sujetos de derecho, el desarrollo armónico de la infancia y la adolescencia requiere desaprender las discriminaciones y la adquisición de habilidades para reconocerlas y combatirlas. La escuela y sus modelos pedagógicos necesitan una reformulación urgente de sus estructuras donde sean elementos importantes la sexualidad libre y responsable, la equidad fluida de los géneros, la participación activa y la construcción de ciudadanía [Santos Suárez, 24 de mayo de 2017]

4/17/2017

Revolución no es exclusión

Estoy preocupado pero no sorprendido. La Universidad Central Marta Abreu de las Villas (UCLV) ha expulsado a la estudiante de periodismo Kala María Pérez González.


Mediante una declaración de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), se justifica el hecho por la pertenencia de la estudiante a la organización contrarrevolucionaria Somos + y su supuesta actividad política proselitista dentro de la Universidad.


Como ocurre en estos casos, las versiones que circulan en las redes sociales sufren el sesgo de la propaganda política de ambos lados, por lo que me situaré en el peor de los escenarios posibles: Karla
pertenece Somos +, ella y su familia son contrarias al socialismo, son opositores abiertos al gobierno y al Estado cubanos y reciben financiamiento de potencias extranjeras para su activismo.


¿Son estas razones válidas para expulsar a la estudiante Karla de la UCLV? Mi respuesta es no, por ser una violación del derecho la educación, consagrada en nuestra Constitución en relación a la igualdad como sigue:




artículo 43o.- El Estado consagra el derecho conquistado por la Revolución de que los ciudadanos, sin distinción de raza, color de la piel, sexo, creencias religiosas, origen nacional y cualquier otra
lesiva a la dignidad humana:
• tienen acceso, según méritos y capacidades, a todos los cargos y empleos del Estado, de la Administración Pública y de la producción y prestación de servicios;
• ascienden a todas las jerarquías de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y de la seguridad y orden interior, según méritos y capacidades;
• perciben salario igual por trabajo igual;
• disfrutan de la enseñanza en todas las instituciones docentes del país, desde la escuela primaria hasta las universidades, que son las mismas para todos;
• reciben asistencia en todas las instituciones de salud;
• se domicilian en cualquier sector, zona o barrio de las ciudades y se alojan en cualquier hotel;
• son atendidos en todos los restaurantes y demás establecimientos de servicio público;
• usan, sin separaciones, los transportes marítimos, ferroviarios, aéreos y automotores;
• disfrutan de los mismos balnearios, playas, parques, círculos sociales y demás centros de cultura, deportes, recreación y descanso.


Aunque este artículo contiene ambigüedades y en varias ocasiones ha sido infelizmente violado por normativas coyunturales, resulta arbitrario expulsar una estudiante por sus ideas políticas.
El trato selectivo que se le aplica a la negación de su derecho legítimo de continuar sus estudios superiores es también una violación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y del Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, derechos de segunda generación que nuestro país se honra de cumplir en letra y espíritu.


Resulta interesante que los argumentos utilizados en la mencionada declaración se basan en las Palabras a los Intelectuales de FidelCastro cuando dijo:


"…dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos; y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir. Y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie."


De sobra sabemos cómo se utilizó el «adentro» y el «contra» que Fidel enarbolara en la compleja coyuntura política de 1961. Aunque sigue pendiente un debate serio sobre las políticas implementadas posteriormente, en el ámbito cultural se invalidó la obra creadora de numerosos artistas, se perdieron muchos otros que estaban dispuestos a integrarse a la creación revolucionaria y democrática. Desde un nacionalismo excluyente y stalino-machista se ningunearon a creadores
homosexuales. El costo político para la Revolución aún lo estamos pagando.


Por esos mismos años, en el ámbito educativo se implementó una reforma universitaria, que aunque imbuida de un enfoque positivista y paternalista, condujo a la garantía de la educación como derecho
humano.


Pero la contradicción sobrevino cuando por similares motivos se enarboló que la universidad era para los revolucionarios. La condición revolucionaria se impuso mediante estrechos marcos excluyentes,
dogmáticos y homogeneizantes del pensamiento. El hervidero de ideas que debe ser la universidad dejo ser dialógico y edificante, la FEU perdió paulatinamente su autonomía y mucho del espíritu de Julio Antonio Mella.


Volviendo al caso de Karla, se evoca por la FEU el principio martiano "con todos y para el bien de todos", rector de la República soñada, pero en nombre de una supuesta unidad Karla no es parte de ese todo.


Si la unidad niega la diversidad de ideas, no es unidad sino exclusión opresiva y hegemónica. El propio apóstol en su tiempo tuvo que confluir con las ideas autonomistas y el legado de las ideas de
antiesclavistas e independentistas que también fueron racistas.


Al mismo tiempo no es ética la exclusión ni la violencia simbólica desde el atrincheramiento y la parcelación. Preocupa que la estrategia de lucha de la FEU no incluya el diálogo, la confrontación de ideas, el ejercicio del pensamiento crítico. De esa manera Karla tendría que (de)mostrar la validez ética y moral de sus ideas políticas. ¿Tendrá Karla esos fundamentos?


Las purgas han demostrado ser inútiles y contraproducentes y resulta más pernicioso y contrarrevolucionario la convivencia con la apatía, la inercia, la simulación, con el creciente neoanexionismo y los antivalores neoliberales.


La FEU debiera articular más su trabajo ante tamaños desafíos. La juventud es la base para la construcción de una República incluyente, es fuente de cambio, de avance, con todos y para el bien de todos, pero como lo quiso José Martí. [Santos Suárez, 17 de abril de 2017]