11/27/2013

Homoerotismo, Multiplicidad de Cuerpos y Biopoder*

Desde una perspectiva política, el cuerpo deviene en inscripción simbólica – y en muchas ocasiones físicas- de significados que definen el ser y el hacer de cada sujeto.

Hace tres años, durante un taller sobre «Identidades Sexuales», un grupo de activistas por los derechos sexuales, en su mayoría hombres, escribieron en tres pequeños papeles de colores diferentes una característica que definía su identidad sexual, para después pegarlos en partes visibles de su cuerpo. Posteriormente formaron un círculo y, de acuerdo a las características que les eran afines, se conectaban mediante una cuerda. Como resultado creaban una especie de red o telaraña basado en las múltiples coincidencias e interconexiones posibles, a pesar de las notables diferencias en la construcción de la identidad sexual y de género de cada participante. Durante la reflexión colectiva notamos una marcada tendencia de los hombres autodefinidos como «gays» a identificarse como «activo» o «pasivo». Las mujeres que se identificaron como «lesbianas», consideraron como parte de su identidad sexual ser «fogosas» y «apasionadas».

La repetición ulterior de estos resultados en otras experiencias formativas abre numerosas interrogantes sobre el lugar que ocupan la orientación erótica del deseo, los afectos, las prácticas y los discursos relacionados con la sexualidad en la construcción de las identidades sexuales y de género.

El homoerotismo es una construcción cultural e histórica que describe una pluralidad de prácticas, deseos y emociones de los sujetos que se orientan erótica y afectivamente hacia el mismo género. Surge de la medicalización de las prácticas sexuales que han formado parte a lo largo del desarrollo histórico de la normalización y disciplinamiento del cuerpo. Freud lo denominó «homoerótica del sujeto».(Espejo 2007)

El homoerotismo se basa en el determinismo biológico esencialista de la diferencia sexual, mediante el cual se inventó el término «homosexual» en el siglo XIX para clasificar y etiquetar estas prácticas como enfermas, morbosas,  improductivas, invertidas y perversas. Desde antes fueron condenadas por la religión y el derecho.

La homosexualidad precedió epistemológicamente a la heterosexualidad. Michel Foucault ubica en 1870 la utilización primera del término «homosexual» en la Biomedicina por el neurólogo Carl Friedrich Otto Westphal.(Foucault 2008) Desde entonces, se sancionaron las relaciones homoeróticas desde el dispositivo de poder biomédico. Se creó todo una parafernalia de nomenclatura diagnóstica y terapéutica psiquiátricas para el sujeto homoerótico. Emergió de esta manera el perfil positivista y normativo del «sujeto homosexual» que lamentablemente perdura hasta nuestros días, aunque con otras estrategias discursivas de dominación.

La medicalización del deseo y la invención del sujeto homosexual tienen profundas bases ideológicas en el control burgués del cuerpo y las sexualidades. Según John D´Emilio el rechazo moderno a la homosexualidad en sociedades afectadas por el capitalismo se radicalizó en la segunda mitad del siglo XIX debido a los dramáticos cambios producidos en el trabajo asalariado, donde la familia dejó de tener su rol tradicional y las relaciones heterosexuales se modificaron al perder la procreación la función económica que tuvo en la época feudal.(D´Emilio 1993) En ese contexto las relaciones de poder normalizadoras del sujeto homosexual perseguían su disciplinamiento para insertarlo en el sistema de producción. Los «cuerpos otros» se homogenizan, se silencian y se someten al poder heterosexista. Así lo considera Michel Foucault: «el control minucioso de las operaciones del cuerpo (…) garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y le imponen una relación de docilidad». (Foucault 2002)

Pero tal docilidad generó a lo largo del siglo XX una serie de hechos de resistencia contrahemónica que conllevaron a una creciente visibilidad pública del sujeto homoerótico, fundamentalmente en los países capitalistas industrializados. Un siglo después de la invención del «sujeto homosexual»,  las revueltas en el bar Stonewall Inn., en la calle Christopher de la Ciudad de Nueva York, fueron la chispa que propició una movilización masiva que permitió la creación del Gay Liberation Front. Con objetivos de lucha basados en una ideología de izquierda y progresista, las personas gays y lesbianas demandaron el derecho a su expresión sexual, a hacer legítimos sus deseos y prácticas e interpelaron el orden heterosexista hegemónico que los ninguneó como ciudadanos y ciudadanas.(Carter 2004)

 La salida del armario disciplinario se convirtió en una estrategia política que buscaba visibilidad pública y ciudadana. Como lo apunta Kosofsky Sedgwick en su brillante texto «Epistemología del Armario»: «hombres y mujeres gay como minoría identificable con derechos comparables a los de cualquier otra minoría».(Kosofsky Sedgwick 1998) Una de las proclamas más usadas en esas luchas fue: «Salgo del armario, luego existo».

Consecuentemente, durante el periodo que se ha dado en llamar post-Stonewall, numerosos hombres gay norteamericanos ocuparon espacios de poder en los ámbitos económicos y políticos neoliberales. Las luchas sostenidas por sus derechos ciudadanos lograron que la American Psychiatric Association retirara la homosexualidad de la clasificación de enfermedades mentales en 1973 y obligaron a la administración Reagan a implementar políticas para enfrentar la altísima mortandad que trajo la epidemia del Sida en la década de 1980.

Sin embargo, en las principales ciudades de Estados Unidos y Canadá -y en mucha menor medida en Europa- se produjo un proceso de gentrificación, caracterizado por la proliferación de barrios gay. En muy poco tiempo se experimentó un incremento del comercio y las ganancias y una notable mejoría de la infraestructura urbanística de esos espacios geográficos. Muchos hombres gay devinieron en empresarios y se produjo una mercantilización del deseo homoerótico que ha impuesto una tiranía homogeneizadora sobre el cuerpo. La expresión más visible de este fenómeno es la publicidad que vende el cuerpo masculino musculoso, de piel tersa y blanca, que celebra la eterna juventud. De esta manera se despolitizó un movimiento emancipador en ciernes mediante la proclamación de un «modo de vida gay» patriarcal y se universalizó el hedonismo y la apología a lo lúdico. Los mencionados efectos tienen en la actualidad un impacto global y nuestro país no escapa de ello.(Moya Richard 2004)

Los hombres gay que no cumplían con las normas y estilos de vida de los sujetos homoeróticos blancos, de clase media y anglosajones (WASP en Norteamérica), las mujeres lesbianas (feministas o no), las personas trans (transexuales, travestis, drag-queen, drag-king y transgénero), las personas migrantes y los pobres fueron desplazados a un nivel inferior de ciudadanía dentro del movimiento. De este modo, los propios oprimidos se convirtieron en opresores al reproducir los mecanismos de dominación de los que son víctima.

La subjetividad del sujeto homoerótico está sometida y atravesada por los modos de representación heterosexistas. Su construcción obedece a una relación binaria, de sujeción permanente, en la que frecuentemente se reproducen los mecanismos de opresión. Si retomamos los términos binarios «activo/pasivo» en la construcción de la subjetividad homoerótica de los participantes en el taller enunciado al comienzo de esta ponencia, notamos que al parecer se reproduce –fantasías eróticas aparte- el enfoque heteronormativo de una sexualidad genitalmente centrada, falocéntrica, donde el «activo-penetrador» posee y domina al «pasivo-penetrado». Estos roles trascienden el ámbito del deseo y se reproducen estereotipadamente en las relaciones de pareja y de familia. Pierre Bourdieu lo denomina violencia simbólica y señala que los dominados aplican a las relaciones de dominación categorías construidas desde el punto de vista de los dominantes, y así las hacen parecer naturales.(Bourdieu y Jordá 2000)

En la década de 1990 surgieron otras propuestas sociales y políticas que abogaron por la deconstrucción del enfoque esencialista de las identidades sexuales y de género. Numerosos activistas con sexualidades no heteronormativas que fueron relegadas y relegados del movimiento- principalmente las mujeres feministas-  abogaron por una interpretación flexible del deseo e interpelaron las rígidas normas binarias de género. La academia generó una producción epistemológica de segundo orden - compleja sin dudas- que se basa fundamentalmente en el feminismo de segunda ola, los aportes más radicales de los estudios lésbico-gay, el constructivismo social, el psicoanálisis post-lacananio y el post estructuralismo. Surgió de esa manera una propuesta post-identitaria que eligió el término anglosajón queer para aludir a una subversión permanente contra la opresión heterosexista.

Lo queer no reconoce a la diferencia sexual como punto de partida para comprender la sexualidad, de hecho enuncia que las normas de género operan como una especie de guión cultural que preceden al sexo y que este a su vez es una creación subjetiva y simbólica desde las diferencias estructurales del cuerpo. Estas normas –heterosexistas, claro está- son prescripciones que se aplican de forma repetitiva a través símbolos lingüísticos históricamente determinados. Son una especie de performance que se asigna culturalmente, que moldea los cuerpos, los etiqueta y niegan su compleja multiplicidad y diversidad.(Butler 2007; Nieto 2008)

Lo queer reinterpreta al género y al deseo despojados de sus significados clínicos. Considera al sujeto como un ente único, irrepetible, cuya construcción de la sexualidad es dinámica, inestable, maleable, dúctil, en constante cambio. Apela a una deconstrucción progresiva de las representaciones simbólicas del lenguaje sobre el cuerpo y el deseo y de las prácticas opresivas y asimétricas en relación a la sexualidad. Es por ello que no toma como referente estricto y normativo a lo gay, lo lésbico, lo bisexual, al hecho de ser hombre o mujer. Además, gran parte de la producción teórica se opone a considerar la existencia de una identidad transexual, término -utilizado medio siglo después de la invención del sujeto homosexual- para clasificar desde el punto de vista biomédico a las personas que realizan modificaciones de su cuerpo para «hacerlo congruente» con la construcción identitaria género.(Serano 2007)

La teoría queer se encuentra en desarrollo permanente. En la actualidad, las teóricas estadounidenses y europeas se han distanciado críticamente de sus propias formulaciones fundacionales y promulgan nuevos referentes. Su progresiva y tardía asimilación en América Latina no ha estado exenta de tensiones hacia el interior de un movimiento con profundas divisiones identitarias, además de la difícil interpretación y aplicación práctica de sus postulados en el contexto cultural, social y político de nuestra región. Adicionalmente, la literatura sobre el tema se ha publicado principalmente en idioma inglés. 

Ser queer implica una actitud ante la vida, que trasciende el discurso liberal, es cambio permanente, transgresión,  es subversión de las identidades opresivas; significa también desaprender los mecanismos de dominación y de violencia real o simbólica entre los seres humanos.

Una de las propuestas sociopolíticas más interesantes de lo queer es considerar la integración de otros determinantes en la construcción del género, como la racialidad, la etnia, el nivel económico, la discapacidad, el seroestatus al VIH, las creencias religiosas y la ciudadanía en la lucha por la emancipación sexual y de género.

Sin dudas, pudiera considerársele una formulación interesante hacia un paradigma verdaderamente transformador y emancipatorio, que interpela al biopoder y pretende superar al clásico pensamiento liberal burgués sobre la igualdad y la equidad, al ubicar a la subjetividad en un contexto holístico, integrador y complejo.

De esta manera lo que hasta ahora se interpreta como homoerotismo parece difuminarse para reconstituirse en un poderoso corpus epistémico y político que por el momento sigue siendo una utopía. Desde la multiplicidad de tantos cuerpos y deseos deberá apostarse por esas necesarias interconexiones subjetivas que propiciarían la creación de redes o telarañas equitativas y solidarias entre los seres humanos.

Bibliografía

Bourdieu, Pierre, y Joaquín Jordá. 2000. La dominación masculina. Anagrama Barcelona.

Butler, Judith. 2007. El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona: Paidós.

Carter, David. 2004. Stonewall: the riots that sparked the gay revolution. New York, NY: St. Martin´s Griffin.

D´Emilio, John. 1993. Capitalism and Gay Identity. In The Lesbian and Gay Studies Reader, edited by H. Abelove, M. Borale and D. M. Halperin. New York: Routledge.

Espejo, Juan Cornejo. 2007. La homosexualidad como una construcción ideológica. Límite: revista de filosofía y psicología (16):83-108.

Foucault, Michel. 2002. Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. 1era ed. Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina.

———. 2008. Historia de la Sexualidad 1: la voluntad de saber. Buenos Aires: Siglo XXI.

Kosofsky Sedgwick, Eve. 1998. Epistemología del armario. Barcelona: Ediciones de la Tempestad.

Moya Richard, Isabel. 2004. Lo gay también vende. Sexología y Sociedad. Año 10 (26).

Nieto, José Antonio. 2008. Transexualidad, intersexualidad y dualidad de género. Barcelona: Edicions Bellaterra.

Serano, Julia. 2007. Whipping Girl: A Transsexual Woman on Sexism and the Scapegoating of Femininity. Emeryville, CA: Seal Press

*Ponencia presentada por el autor durante el coloquio «Erotismo y Homoerotismo en la Obra de Cabrera Moreno» en la Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, 26 de noviembre de 2013.

11/08/2013

Coloquio "Erotismo y Homoerotismo en la obra de Cabrera Moreno"

MUSEO BIBLIOTECA SERVANDO CABRERA MORENO

 

El Museo Biblioteca “Servando Cabrera Moreno”  convoca al  COLOQUIO “EROTISMO Y HOMOEROTISMO EN LA OBRA DE CABRERA MORENO”,  evento teórico que se efectuará como parte de la muestra La fuente de la vida. Óleos eróticos de Cabrera Moreno, a realizarse en la Galería el Reino de este Mundo de la Biblioteca Nacional “José Martí”, en el próximo mes de noviembre.

Están invitados a participar, previa inscripción en el evento,  investigadores, profesionales y estudiantes universitarios interesados en las exposiciones y debates teóricos que se llevarán a cabo alrededor del erotismo, el homoerotismo y sus representaciones en la obra de Servando Cabrera Moreno.

El programa del coloquio comporta dos jornadas, siempre en horas de la tarde, estructuradas en paneles, que también contarán con una breve introducción a cargo de académicos e investigadores de amplio prestigio, como son el investigador Dr. Rafael Acosta de Arriba, la profesora de arte y subdirectora del Museo Nacional, Dra. Luz Merino Acosta y el reconocido crítico y ensayista Víctor Fowler.  Los paneles se verán ampliados por otras reconocidas figuras en los temas que se aborden.

 

TEMAS

Martes 26 de noviembre. De 2:00 a 5:00 pm

  • Arte  y  Erotismo, a cargo del Dr. Rafael Acosta de Arriba
  • Erotismo en la pintura cubana y en la obra de Servando ¿Continuidad o ruptura?, a cargo de la Dra. Luz Merino Acosta

Miércoles 27 de noviembre. De 2:00 a 4:00 pm

  • Homoerotismo en Servando,  a cargo de Víctor Fowler

Lugar: Galería El Reino de este Mundo de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. Plaza de la Revolución. La Habana.

 

Los interesados en participar deberán completar la planilla de inscripción* y enviarla por correo electrónico a: mbservando@cubarte.cult.cu con el asunto: matrícula coloquio. Los que envíen la planilla recibirán  la confirmación de su inscripción por la misma vía.El plazo de inscripción vence el 16 de noviembre de 2013. Puede solicitarse cualquier información complementaria, a la misma dirección de e-mail.

 

*puedo enviar la Planilla de Inscripición a las personas interesadas desde mi cuenta de correo: aroqueg@infomed.sld.cu

 

 

Museo Biblioteca Servando Cabrera Moreno

Paseo esq.13 No. 304, Plaza de la Revolución,

La Habana, Teléfono: 8353588

Apostar por la equidad. Atención de salud a las personas con sexualidades no heteronormativas

Por Alberto Roque Guerra     

aroqueg@infomed.sld.cu Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla

Especial para SEMlac

 

La Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos define el derecho a la salud como parte fundamental de los derechos humanos y de lo que entendemos como una vida digna: el derecho a disfrutar del más alto nivel de salud física y mental. 

La salud es un derecho humano garantizado en Cuba de forma universal y gratuita a todos los ciudadanos que residen permanentemente en el territorio nacional. Sin embargo, las políticas de salud cubanas se estructuran e implementan desde una norma heterosexista (heteronormativa) con fines reproductivos y reconocen la rígida existencia de dos géneros: masculino y femenino. 

De este modo, las personas homosexuales masculinas y femeninas, las personas bisexuales y las personas trans (travestis, transexuales, personas en transición de género) enfrentan limitaciones en el proceso de atención y sus necesidades de salud específicas no se reconocen en las políticas. 

Tal contradicción obedece a que las normas culturales patriarcales y heterosexistas vigentes en Cuba generan estigmas y actitudes discriminatorias, caracterizadas como una valoración negativa, que sitúa a las personas y grupos humanos con sexualidades no heteronormativas en un estatus ciudadano inferior y les asigna un escaso poder relativo por su orientación sexual o identidad de género. Estos son determinantes sociales de la salud que tienen un impacto nocivo, no solo en relación con el derecho al acceso a los servicios, sino también con la calidad de la atención. 

El estigma, la discriminación y el pobre empoderamiento de las personas con sexualidades no heteronormativas conllevan a una mayor vulnerabilidad en el contexto de la atención de salud. A ello se suma la ausencia de una formación de los profesionales de la salud con perspectiva de género. Tanto los usuarios como las personas que se encargan de brindar el servicio pueden ser víctimas de estigmas relacionados con la orientación sexual o la identidad/rol de género. El estigma relacionado con la orientación sexual --al igual que el étnico y el religioso-- funciona en el ámbito privado hasta que la persona lo hace público. Mientras que los estigmas relacionados con la racialidad, los roles de género o las discapacidades son visibles y por ende, de dominio público. 

Muchas personas homosexuales (masculinas y femeninas) utilizan estrategias de ocultamiento de su orientación sexual ante el temor de ser discriminadas. En el caso de la identidad/rol de género, algunas personas muestran lo que realmente no sienten o desean expresar en relación al género con el cual se identifican. De hecho, la situación puede ser aún peor cuando se trata de una persona que ha realizado una transición de género y se le sigue reconociendo de acuerdo a los datos de los documentos de identidad (basados en el sexo). 

Las mencionadas limitaciones se conocen como barreras personales y estructurales. Las personales dependen de la relación usuario-proveedor del servicio y en ellas median las ideas, los afectos y las actitudes entre las personas. Las estructurales dependen de las instituciones y son independientes del proveedor del servicio y del usuario.

 

Barreras personales: "no digas, no preguntes" 

En la práctica médica cotidiana, a la interacción entre el usuario/a - proveedor/a de los servicios de salud se le denomina "relación médico-paciente". En el presente texto se utilizará "usuario/a-proveedor/a", puesto que el proceso de atención de salud no siempre ocurre en el contexto de la pérdida de la salud o el servicio no es brindado invariablemente por un médico o médica. 

En el artículo "La paradoja de la salud y el modelo médico hegemónico", el profesor Alfredo Espinosa Brito identifica los rasgos estructurales básicos del modelo hegemónico de la atención de salud. En el ámbito cubano aún operan algunos de ellos, por ejemplo: una relación médico paciente asimétrica (el primero ostenta el poder y el segundo se le subordina), el enfoque metodológico positivista —en el caso de la sexualidad se basa en el determinismo biológico y esencialista— y la no legitimación científica de otros saberes (interdisciplinariedad). 

En este contexto, el estigma hacia las personas con sexualidades no heteronormativas puede expresarse de las siguientes maneras: 

Estigma explícito: se expresa mediante epítetos, evitación, discriminación y violencia explícita por parte del personal de la salud. En el caso de las personas trans, se les discrimina por su apariencia y porque se perciben como homosexuales. Durante los talleres y en los debates públicos de las Jornadas Cubanas contra la Homofobia, numerosas personas homosexuales y trans han contado sus tensas experiencias de evitación del personal de la salud y el no reconocimiento de sus necesidades específicas en relación con la sexualidad. También son frecuentes los chistes, comentarios homofóbicos o el rechazo mediante gestos. Las personas trans sufren una profunda vergüenza y angustia cuando son llamadas por su nombre legal, que no se corresponde con la identidad/rol de género con el cual se identifican. 

Estigma sentido: la persona con sexualidad no heteronormativa siente que puede ser discriminada por su orientación sexual e identidad de género, por tal motivo, crea mecanismos adaptativos para ocultarlas. Como indicamos anteriormente, esta adaptación tiene un alto costo para la salud, pues conlleva a retardar la atención y crea barreras de comunicación entre usuario/a- proveedor/a. En mi experiencia profesional, recuerdo a una paciente que ingresó en Cuidados Intensivos desorientada y agitada y su acompañante (una colega médica) negó todo antecedente para no develar que tenían una relación amorosa por más de 10 años y que su pareja sufría de dependencia al alcohol. La actuación diagnóstica y de tratamiento del Síndrome de Retirada al Alcohol se retrasó por estos motivos. 

Estigma internalizado: aceptación de la legitimidad del estigma y de la discriminación que impone la sociedad. Desde las lógicas de las relaciones de poder, las personas oprimidas terminan justificando al opresor y de esta manera sienten que no se merecen el respeto por parte del personal de la salud o que no merecen tener el mismo acceso que las personas heterosexuales. Consecuentemente, puede que no develen información clave sobre su salud al personal que le atiende y evitan los tratamientos. 

Intersección con otros estigmas: el estatus racial y étnico, nivel educacional, nivel de ingresos económicos, lugar de residencia, estatus migratorio, nivel de instrucción y creencias culturales y el estatus serológico al VIH, entre otros, pueden acompañar a los estigmas por orientación sexual e identidad de género. Muchas personas homosexuales masculinas son consideradas de antemano como grupos de riesgo para contraer el VIH. En el caso de las mujeres lesbianas, se entorpecen los procesos de detección precoz del cáncer de mama o de cuello uterino por ser mujeres que, generalmente, no se reproducen o porque nunca han vivenciado penetración durante sus prácticas sexuales. 

 

Barreras estructurales: prioridades vs. derechos 

Al ser independientes de la interacción usuario/a–proveedor/a, las barreras estructurales se relacionan con las dinámicas de funcionamiento de las instituciones de salud, sus reglamentos y los modelos de atención de acuerdo a las demandas específicas. Ellas guardan una estrecha relación con las políticas de salud que se aplican, de acuerdo a prioridades específicas del sistema, y no toma en cuenta las necesidades de grupos minoritarios. Entre las barreras estructurales pueden identificarse las siguientes: 

Estigma estructural: depende de las instituciones. Aún y cuando el personal de salud no tenga prejuicios en relación con las sexualidades no heteronormativas, ocurren hechos discriminatorios por omisión (ausencia de programas de atención y de determinadas políticas) o por prohibiciones específicas. Por ejemplo, los tratamientos para la transición de género a las personas trans solamente se brindan a las personas "diagnosticadas" como transexuales de forma centralizada en la capital del país. Otra situación recurrente es la negación al acceso a las técnicas de reproducción asistida de bajo costo a las mujeres lesbianas que desean reproducirse. En este particular, no se trata de los caros tratamientos de infertilidad que se priorizan para las parejas heterosexuales infértiles. 

Conocimiento y entrenamiento del personal de la salud: el personal de la salud desconoce sobre las necesidades de atención de las personas con sexualidades no heteronormativas. Los programas curriculares de formación no incluyen los temas de la sexualidad y, como antes mencionamos, están muy lejos de aplicar un enfoque de género no binario y de respeto a la diversidad sexual. Mientras tanto, la sexualidad continúa siendo un tabú para muchos profesionales de la salud y esto genera mucha angustia e incomodidad, al considerar esta importante dimensión de la personalidad como parte exclusiva del ámbito privado de los individuos. 

A todo lo anterior se suman las relaciones laborales en las instituciones, que obligan a mantener en privado las expresiones de las sexualidades no heteronormativas, mientras se privilegian y legitiman las expresiones heterosexuales hegemónicas. 

Se requiere que el personal de la salud tenga las competencias culturales necesarias para una adecuada comunicación con el usuario o usuaria y que se establezca una relación dialógica y de carácter integral y humanista entre ambos. Para ello es vital modificar las políticas asistenciales y educativas con la inclusión de los temas sobre sexualidad y género, además de la necesaria interrelación con las disciplinas de las llamadas ciencias sociales o humanidades

11/05/2013

Derechos de la Mujer en Cuba: más allá del reggaetón y el timbiriche

En el portal Cubasí  apareció nuevamente un artículo que vuelve a la carga contra algunas iniciativas del llamado trabajo por cuenta propia≫: La mujer cubana: del reggaetón al timbiriche, escrito por  Raúl Antonio Capote.

Cuando uno lee el título piensa que tratará sobre la mujer cubana, pero en realidad, me parece un artero ataque a las iniciativas privadas, conocidas en Cuba como trabajo por cuenta propia. Todo ello a pesar de que la dirección del Estado y el gobierno han pedido no demonizar este tipo de iniciativas económicas.

No me detendré a tratar el tema del reggaetón y sus contenidos misóginos y cosificadores de las mujeres, de eso se ha escrito y debatido mucho y es válido denunciarlo una y otra vez, aunque hay muchas otras maneras de cosificar a las mujeres en la producción (sub)cultural cubana actual.

El asunto que inspira este post en esta ocasión tiene que ver con los posicionamientos del autor en relación a los derechos de las mujeres cubanas que trabajan en el sector privado. Su artículo detalla las estadísticas de los indiscutibles derechos alcanzados por las mujeres en nuestro país, gracias a la Revolución Cubana.

A partir de ese momento Capote comienza a emitir incontables juicios sesgados que incluyen las malas condiciones de trabajo de las mujeres en los timbiriches, la inferioridad de sus salarios en relación con los hombres y las nocivas prácticas de explotación de la que son víctimas las féminas en este contexto.

Pero ¡oh, sorpresa!, en este punto se acabó el repertorio de estadísticas y opina desde su aparente experiencia para después adentrarse a mencionar al enemigo como causante de estos problemas. De hecho, me recuerda cómo a lo largo de la historia de la Nación se erigieron los discursos nacionalistas en relación a la sexualidad que siempre culparon al coloniaje español, a la modernidad americana y  después de 1959, a los vicios y rezagos del capitalismo.

En el artículo se iguala a los timbiriches con el capitalismo. Al parecer el autor apuesta por las políticas ineficaces que se aplicaron en Cuba en 1968, a lo cual llamaron «ofensiva revolucionaria», pero a contrapelo del término, significó un retroceso en la calidad y diversidad de los servicios que se brindaron posteriormente.
Capote ni siquiera contrasta—como mínimo ejercicio de ética periodística— sus argumentos  y estadísticas sobre el robusto machismo en nuestras instituciones estatales, ni de cómo muchas mujeres jefas, algunas autodefinidas como feministas, ejercen sus funciones con modelos patriarcales con acoso moral incluido (para nada emancipatorios).

La discriminación a la mujer, que a veces alcanza extremos violentos, no es de importación foránea ni capitalista, sino que está enraizada en nuestra cultura y existe mucho antes del reggaetón. De hecho está naturalizada en la sociedad y se silencia a nivel de las políticas, de lo contrario quisiera ver la urgente aprobación de una Ley que proteja a las mujeres de la violencia. En este punto se impone recordar que la violencia  hacia las mujeres se aplica sobre todo en el seno de la propia familia y ellas la sufren desde la infancia: son subordinadas del macho patriarca quien es cabeza de familia.

Si el autor comprueba sus hipótesis, el estado cubano tendría que garantizar los derechos plenos de las trabajadoras y crear mecanismos legales (hoy día endebles en el propio sector estatal) para su garantía. Espero que Cubasí no deje de publicar su artículo sobre este último detalle.

Raúl Antonio Capote al menos reconoce que vivimos en una sociedad machista, espero entonces que me lo explique en detalle para poder transformarla. (Cayo Hueso, La Habana, 5/11/13)

Nota: al terminar este post, el artículo había desaparecido de la página de inicio del portal, pero el enlace todavía funciona.

 

 

11/01/2013

Erase una vez un bar...

Erase una vez un bar cuyo nombre no mencionaré en el texto de este post para evitar que lo cierren. Se trata de un espacio relativamente nuevo - que he visitado en varias ocasiones - donde socializan  fundamentalmente personas con sexualidades no heterosexuales. Allí puede verse una amplia diversidad que abarca desde conocidos diplomáticos cubanos y otros profesionales, a gente de a pie y a trabajadores sexuales representados minoritariamente. Lamento que apenas lo visiten mujeres lesbianas y heterosexuales y personas trans.

 

El lugar no es clandestino ni cuenta con la vigilancia permanente de agentes del orden. El decorado es ecléctico, un poco  kirsch, pero acogedor. Los dependientes son jóvenes, apuestos y serviciales, sin pretensiones de ser objeto de deseo. Allí puede escucharse música de moda y disfrutar de videoclips que se proyectan en dos enormes pantallas. Existe un área para fumadores, el baño está limpio, nadie lo custodia y tiene un anacronismo: agua corriente y jabón.

 

El ambiente es tranquilo, decente y seguro. Las parejas del mismo género comparten afectos en público, como hacen las parejas heterosexuales. Mi pareja y yo nos sorprendimos anoche, pues disfrutamos de canto lírico cantado por dos fabulosos jóvenes: uno tenor, el otro falsete. Confieso que me emocionó la interpretación de los muchachos y noté que el público aplaudió frenéticamente.

 

Regresamos tarde, más bien temprano, pues ya era de madrugada, bajo los efectos de unos cuantos vodkas (el destornillador es uno de mis tragos preferidos). Estamos felices de contar -por fin- con espacios como estos. Cuba cambia, en muchos aspectos para bien, pero persisto en el empeño de no decir el nombre del lugar, para así evitar que una cadena de correos  electrónicos moralistas y homofóbicos "justifiquen" su cierre. (Cayo Hueso, La Habana, 1 noviembre 2013)

10/09/2013

Prostitución, Trabajo Sexual o La Maldita Culpa no la Tiene Nadie

Sin dudas, la Televisión Cubana ha rediseñado el contenido de su programación para tratar sobre los valores. La prostitución ha sido el tema más reciente de «Cuando una Mujer», programa producido y escrito por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).

La historia se refería a una joven físicamente bella que deja los estudios y a su novio para dedicarse a la prostitución, todo ello a pesar de que aparentemente «lo tenía todo»: un novio también hermoso física y espiritualmente, que la amaba de verdad y la complacía con todos los gustos materiales que se le antojaba.

En su primera incursión de trabajo o «lucha*» a pleno día y en las inmediaciones de un hotel habanero, la muchacha es interceptada por un agente del orden — invisible él, sólo se escuchó su fuerte voz masculina — quien le pide los documentos de identidad. La clara alusión a que tendría problemas con la justicia cerró la representación escénica.

La población entrevistada sobre el tema condenó y rechazó la práctica de la prostitución. Me llamó la atención que la muestra escogida no incluyó población joven y que todas las entrevistas se realizaron en la céntrica intercepción de las calles 25 y O en El Vedado. De veras, me hubiese gustado escuchar, sin censura, lo que piensa La Habana profunda, periférica, de las márgenes y sobre todo conocer las opiniones de la juventud.

La prostitución es un asunto complejo y acercarnos a ella siempre tendrá múltiples miradas que dependen de factores sociales, económicos, migratorios, culturales e históricos y que siempre ha estado signada por las relaciones de poder que ha impuesto la ideología patriarcal.

Para no hacer muy largo este post, evitaré referirme a otras prácticas sexuales que tienen como fin obtener algún beneficio secundario, conocidas en el ámbito epidemiológico como «sexo transaccional». Aquí se incluyen, además del ejercicio de la prostitución pública, a los ascensos laborales, académico o político, a los matrimonios por conveniencia o la obtención de cualquier otro beneficio por medio de las relaciones sexuales.

Con frecuencia escucho que la prostitución en Cuba fue «un mal heredado del capitalismo», casi totalmente erradicado a comienzo de la década de 1960 y que re-emergió en la profunda crisis de la década de 1990 (eufemísticamente «periodo especial»). Si ponemos el asunto en el contexto de lo público y lo privado puede que así sea. La expresión de la prostitución en el ámbito público ha tenido esos dos momentos en Cuba desde 1959. No cabe duda de que, con el triunfo de la Revolución, muchas mujeres cubanas dedicadas a la prostitución se integraron socialmente, muchas de ellas continuaron viviendo en los locales donde brindaban sus servicios y allí echaron raíces, fundaron familia, y crecieron como personas.

Si nos ubicamos en el ámbito de lo privado, me atrevo a afirmar que la prostitución no dejó de existir en Cuba. En la década de 1990 la rápida aparición en el ámbito público de mujeres prostitutas — popularmente conocidas como jineteras— denunciaba que muchas jóvenes, nacidas y educadas en los valores de la Revolución se lanzaron a las calles en busca de clientes. También  emergieron la figura del «pinguero» (hombre que se dedica a la prostitución) y la prostitución ejercida por las mujeres trans (popularmente conocidas como travestis).

A pesar de que la prostitución no es ilegal en el Código Penal cubano, muchas mujeres y trans femeninas cumplieron sanción penal bajo el artículo de Peligrosidad Pre-delictiva, artículo de la Ley Penal que genera mucha ambigüedad y arbitrariedades en la aplicación de medidas para el control social.  Los centros de re-educación (coordinados por la FMC, el MININT y otras instituciones) trabajan, en régimen de internamiento, por la integración de las mujeres dedicadas a la prostitución a la sociedad.

La figura delictiva en la Ley cubana es el proxeneta, personaje popularmente conocido como «chulo», que nuestro imaginario social patriarcal no condena con tanta energía. El chulo explota, trafica y usa el cuerpo de las mujeres generalmente en las sombras del ámbito de lo privado.

La prostitución masculina apenas se persigue en Cuba, ocupa muchos espacios públicos, a pleno día y ofrece servicios a clientes nacionales e internacionales.  Hasta donde tengo conocimiento, ellos no tienen proxenetas, trabajan por cuenta propia, claro, sin pagar impuestos.

En la actualidad, la prostitución es considerada desde el punto de vista académico, político y de los derechos humanos como Trabajo Sexual. Desde esta perspectiva se defiende el derecho a la autonomía y la libertad sexual de utilizar el cuerpo para trabajar. Un sociólogo español sostiene que si usamos las manos, los ojos, los oídos, las piernas y la garganta para trabajar, qué tiene de malo usar los genitales. Desde este enfoque respeto el derecho de cada persona a trabajar con su cuerpo siempre y cuando sea libremente consentido y sin coerción ni explotación.

Sin embargo, el asunto es mucho más complejo y desborda el marco de los derechos individuales. El trabajo sexual conlleva en todas las sociedades al tráfico de personas. De hecho, es el negocio mundialmente más lucrativo después de la venta de armamentos. Las mujeres, en su estado de subordinación a los hombres se convierten en mercancía, en objeto de cambio y de tráfico. Este hecho ha perpetuado la explotación patriarcal de las mujeres en el contexto histórico de las relaciones de producción.

Los países nórdicos, liderados por Suecia, han sido afectados por el tráfico y trata de personas, fundamentalmente por mujeres procedentes de Europa del Este que brindan servicios sexuales a hombres casados y con buen nivel económico. Las leyes allí no condenan a la prostituta, sino al cliente. Las sanciones comprendidas en la Ley sueca incluyen una multa congruente con los ingresos del cliente, la notificación a su familia y como sanción extrema la privación de libertad. Desde su implementación no ha sido necesario privar de libertad a ningún ciudadano y han logrado disminuir drásticamente los índices de tráfico de personas. Adicionalmente, las prostitutas son asistidas en las casas de atención subvencionadas por el gobierno. Allí se les garantiza atención de salud, ayuda psicológica, protección legal y garantías de regresar a sus países de origen.

Otros Estados se han convertido en proxenetas. Ese es el caso de Holanda, donde las prostitutas están sindicalizadas, reciben beneficios de atención de salud y de protección policial, siempre y cuando paguen impuestos al Reino de los Países Bajos y ejerzan el trabajo sexual en espacios legales diseñados a tal efecto.

Tuve la oportunidad de visitar el Barrio Rojo de Ámsterdam, mundialmente famoso por las vitrinas de prostitutas. Pude ver a muchachas, casi todas migrantes (las holandesas son fácilmente reconocibles y ninguna estaba en las vidrieras), anunciando sus servicios.

En estos tiempos de actualización del modelo económico cubano urge actualizar nuestras políticas sociales. El trabajo sexual no debe ser visto como estado peligroso ni su práctica como un hecho pre-delictivo, pues así lo establece la Ley. El modelo sueco es adaptable al contexto cubano. Permitiría trabajar con las muchachas, los muchachos y las personas trans que ejercen el trabajo sexual sin privar su derecho al libre movimiento, actuando de forma consensuada en las necesidades individuales de cada sujeto. Apostar por esta opción constituiría, a mi entender, un duro golpe a la ideología patriarcal que atentaría contra el poder hegemónico del patriarca-cliente que compra el servicio. En definitiva, en el negocio de la prostitución el dinero o los bienes pasan del patriarca que paga al patriarca dueño del negocio. Las mujeres aquí no son más que un medio o mero vehículo en el flujo de ganancias.

Condenar al cliente podrá verse como una criminalización de las relaciones sexuales, pero no podemos ser ingenuos en pensar que Cuba no está exenta del delito de tráfico de personas, a lo que se suma que en múltiples ocasiones el Estado cubano ha sido injustamente acusado de promover el turismo sexual para ingresar ganancias a sus depauperadas arcas.

Se requiere además preparar a las activistas de la FMC, a los agentes del orden público y a los operadores del Derecho en los temas de Trabajo Sexual y Tráfico de Personas, desde una perspectiva de los derechos humanos y de género que sitúe al ser humano en el centro de la solución del problema. En este sentido la población toda debe participar para que evolucione hacia un enfoque sobre esta temática verdaderamente humanista y libre de toda hipocresía.

 

*«Luchar, estar en la lucha», son términos eufemísticos que utiliza la población para referirse a cualquier actividad ilícita en relación con la  supervivencia económica, incluye lo que antes se denominaba clara y llanamente «robar».

8/24/2013

Crímenes de odio por homofobia: "Impunidad cero" y la necesidad de romper el silencio

La semana que termina ha sido prolífica en acontecimientos relacionados con los derechos de las personas LGBT a nivel internacional. Supe que el gobierno ruso ha aprobado una Ley que condena la homosexualidad y que el actor estadounidense Wentworth Miller, co-protagonista de la serie Prison Brake, ha confesado su homosexualidad mientras se negaba a asistir a un Festival en San Petersburgo en señal de protesta.

Otra noticia desde Norteamérica sorprendió a muchos: el valiente soldado Bradley Manning ha confesado, poco tiempo después de ser condenado a 35 años de prisión, que siempre se ha sentido mujer y quiere ser llamado Chelsey Manning. Espero siga siendo una heroína y que no se desvíe la atención a sus denuncias.

También supimos que en América Latina se produjo la primera unión entre personas del mismo género en Uruguay y que la Bachelet dijo en reunión con activistas LGBT que apoyará el matrimonio igualitario en Chile si resulta elegida presidenta.

En nuestra isla caribeña no se produjo ningún acontecimiento notable en materia de derechos LGBT. Parece que tendremos que esperar a mayo de 2014.

Sin embargo, no puedo dejar pasar por alto que en la TV nacional el culebrón brasileño  «Insensato Corazón», posicionó el tema de los crímenes de odio por homofobia.

Un joven, casi adolescente, había sido expulsado por su familia por ser homosexual y fue asesinado a golpes por una banda de jóvenes homofóbicos universitarios. El móvil del crimen: ser gay.

En capítulos anteriores se hizo notable la inseguridad y las agresiones físicas sufridas  por otros personajes homosexuales y se reflejó la impunidad que tienen estos crímenes, no considerados por la Policía carioca como «prioritarios».

No existe un consenso internacional para definir los crímenes de odio y la mayoría de los estados no lo tienen tipificado como una agravante ante cualquier acto criminal.

Un crimen de odio es cualquier tipo de agresión a una persona o grupo específico de personas (agresión física y verbal, homicidio, amenazas) motivado por un estigma identitario (color de la piel, religión, origen étnico o nacional, orientación sexual e identidad de género). Los crímenes de odio también pueden producirse por razones similares contra la propiedad de estas personas, tanto privada como a instituciones religiosas, profanación de tumbas, etc.

La homofobia, la transfobia y la bifobia generan estos hechos de violencia en tal magnitud que en el caso de Brasil se ha reportado la ocurrencia de un asesinato homofóbico cada dos días en el año 2011.[1]  La ignorancia, los prejuicios sobre las sexualidades no heterosexistas y el silencio sobre esta problemática empeoran la situación. Por ello se insiste en la novela que la «Impunidad Cero» no se aplique solamente a los delincuentes de cuello blanco, sino también a los que comenten crímenes de odio por cualquier motivo.

En Cuba no parece ser un problema. Digo «no parece» porque, afortunadamente, no tenemos índices preocupantes de violencia si lo comparamos con otras naciones de la región. Cualquier ciudadana o ciudadano reconoce que no es frecuente escuchar la ocurrencia de asesinatos por estas causas.

Sin embargo, mientras haya homofobia, lesbofobia, transfobia, bifobia y misoginia (odio a las mujeres) en la sociedad cubana pueden producirse crímenes de odio por estos motivos.  Desde mi práctica profesional conozco de numerosos casos que han sufrido agresiones físicas y verbales únicamente por su orientación sexual e identidad de género.

El silencio también produce mucho daño en este contexto, a lo cual se suma que en nuestra norma jurídica no se especifican estas causales como agravantes de delitos de agresión. Nuestros agentes del orden público tampoco conocen de la existencia de los llamados crímenes de odio ni los profesionales de la salud cuentan con la preparación necesaria para denunciar y atender a las víctimas de tales actos.

Ojalá y la novela brasileña no pase de ser un entretenimiento más, centrado en los desatinos de Norma/Leo y Pedro/Marina, y que no veamos los conflictos relacionados con la violencia como un asunto de «otros países», ajenos a nuestra realidad.

Ojalá y nos sirva para reflexionar sobre esta problemática y se realicen los cambios específicos en nuestra legislación que permitan proteger a las posibles víctimas. (24/8/13)

 

1.      Bacci, I., Onufer Corrêa, S., Piza Gomes de Mello, E., & Raupp Rios, R. (2012). La violencia y la seguridad más allá de la ley. Homofobia e impunidad en Brasil. Bruselas: International Lesbian and Gay Association (ILGA).



[1] Bacci, I., Onufer Corrêa, S., Piza Gomes de Mello, E., & Raupp Rios, R. (2012). La violencia y la seguridad más allá de la ley. Homofobia e impunidad en Brasil. Bruselas: International Lesbian and Gay Association (ILGA).