1/25/2017

Prostitución, trata de personas y turismo sexual

Esta entrada será breve en virtud del poco tiempo que tengo con mis ocupaciones académicas y profesionales, pero no quiero dejar pasar por alto el tema tratado ayer en el programa Mesa Redonda de la televisión cubana.
Aunque en las páginas digitales Cubadebate (apéndice del programa televisivo de marras) y Cubasí y en el propio programa los titulares solamente mencionaron la palabra «violencia», el tema central fue la prostitución y la trata de personas.
Felicito a los panelistas y su conductora por poner «sobre la mesa» dicho tópico, tan evidente y la vez tan silenciado por los discursos políticos. Las reflexiones fueron serias, balanceadas y propositivas.
El tema de la prostitución, el tráfico humano y la trata de personas tienen implícito la violencia de género y coloca en situación de vulnerabilidad a las mujeres, a las niñas y también a los hombres que practican la prostitución.
Cuando el colega Manuel Vazquez Seijido se refirió a las cuestiones jurídicas sobre la prostitución en Cuba sonó bastante absoluto y farragoso cuando afirmó que en nuestro país no se criminaliza a quien ofrece el servicio. Esto es parcialmente cierto: no se penaliza en el Código Penal, pero en la práctica es una verdad escandalosa que criminaliza la práctica de la prostitución femenina.
En Cuba solamente se penaliza al proxeneta y  las féminas que practican la prostitución, se les envía a centros de rehabilitación para su “reinserción” social, es decir, se les limita su derecho al disfrute de su libertad por políticas que no tienen basamento legal y que se ejecutan desde estrategias consensuadas entre el Ministerio del Interior y ¡la Federación de Mujeres Cubanas!
Esta doble victimización es aún más seria cuando las propias autoridades son permisivas con la práctica de la prostitución masculina. A ellos lo regresan a sus provincias (cuando este sea el caso) mediante otro decreto también discriminatorio que permite la deportación de los migrantes internos que no tienen residencia oficial en la capital.
Tradicionalmente, los estudios académicos sobre prostitución son censurados sin ambages, como si fuese algo de otro planeta o como si su tratamiento científico atentase contra la seguridad nacional.
En lo personal respeto el derecho de  cualquier persona a utilizar el cuerpo para trabajar y para su sustento económico. Lo mismo hacemos con nuestras manos y otras partes del cuerpo, por lo que me parece hipócrita la condena moral cuando dicha actividad es sexual. En este particular deseo expresar que no siempre la persona que se prostituye no tiene acceso a un trabajo digno, pues conozco a profesionales y a trabajadores y trabajadoras que ejercen la prostitución. La Epidemiología le denomina eufemística y estratégicamente «sexo transaccional».
Sin embargo, existen límites sobre los cuales deben plantearse mínimos morales. La prostitución es una actividad organizada por y para beneficios de los hombres y se basan en la explotación violenta de mujeres cisgénero, mujeres trans y hombres (en nuestro contexto se les conoce como pingueros).
Dicha práctica se torna peligrosa por la vulnerabilidad que implica ser la única alternativa que tienen estas personas para subsistir y cuando se cercena la libertad, la equidad y la autonomía de quien ofrece el servicio.
No apoyo el término «trabajo sexual» propuesto por el movimiento feminista y adoptado en los discursos y narrativas de derechos humanos de las Naciones Unidas por pactar sospechosamente con las bases ideológicas del patriarcado, implementadas en un mundo crecientemente desigual y neoliberal.
Llamemos las cosas por su nombre, desmantelemos las relaciones patriarcales. Los Estados que legalizan la prostitución son Estados proxenetas. Apoyo la propuesta del Centro Nacional de Educación Sexual de penalizar al cliente y de ampliar el debate académico y popular en relación a las causas, impactos y el análisis franco de los valores morales y sociales que se ponen en juego cuando de prostitución se trata. [Santos Suárez, 25 de enero de 2017]

10/11/2016

Misoginia en Estados Unidos, Donald Trump y las trompetillas mediáticas

Desde el hotel donde pasé parte de mis vacaciones pude ver el circo mediático orquestado por CNN durante la campaña electoral en los Estados Unidos. El blanco de tanta alharaca fue Donald Trump y sus «nuevas» expresiones misóginas.

En 2005 el magnate, refiriéndose a las mujeres, dijo «Es como un imán. Las beso. Ni siquiera espero. Y cuando eres una estrella, te dejan hacerlo. Puedes hacer cualquier cosa. Lo que quieras. Agarrarlas en la [entrepiernas*]. Lo que sea».

La televisora CNN utilizó a comentaristas mujeres, predominantemente blancas y representantes del establishment,  para combatir o apoyar al candidato republicano. Ellas se manifestaron desde sus intereses políticos electorales, ninguna hizo mención alguna a la ideología patriarcal.

A fin de cuentas, no era la primera vez que Trump hacia declaraciones misóginas, sexistas, racistas y xenofóbicas. El empresario conservador es todo un compendio interseccional de odios y discriminaciones.

Lo que pasa es que la misoginia se ha verbalizado en una coyuntura electorera que no hace propuestas liberadoras en relación a las asimetrías de género.

Las narrativas mediáticas apelan de forma simplona y conservadora al respeto de las hijas y de las hermanas por parte del candidato republicano, mientras los propios medios cosifican los cuerpos de las mujeres en los anuncios comerciales, que representan el súmmum del poder patriarcal.

Minutos después de amplios análisis sobre la misoginia de Trump, la televisora pasaba comerciales donde la mujer es objeto de deseo, y se refuerza su papel de ama de casa y dueña del espacio privado. En fin, CNN lanzó trompetillas a Trump, nunca fue a la esencia real de este problema.

Tanto Trump como CNN ejercitan la violencia de género. La del magnate es verbalizada, la de los medios es simbólica.

¿Por qué CNN no presentó la perspectiva de las lideresas feministas radicales estadounidenses?, ¿por qué no se dio voz a las académicas y académicos estadounidenses para hablar sobre patriarcado, pobreza, racialidad, etnicidad y políticas públicas?

Se nos presenta a la alternativa demócrata, la enarbolada por una mujer inteligente, sagaz, pero peligrosamente veleidosa, pues cambia como una veleta cuando de dineros e intereses patriarcales se trata.

Sin embargo, la Clinton tiene un discurso que beneficia a las mujeres, de hecho representó a su país siendo primera dama en la Conferencia Internacional de la Mujer, celebrada en 1995 en Beijín, China.

Ella cuenta con el apoyo de parte de grupos feministas que se considera por muchas académicas como conservadores, muestra una posición de garantizar beneficios sociales en cuanto al sistema de salud, aún y cuando el lobby conservador y patriarcal de las farmacéuticas compró su silencio en la década de 1990.

El hecho de que sea electa presidenta no significa que logre cambios significativos en cuanto a la equidad de género. Lo mismo ha pasado con Obama, que durante su mandato se ha reactivado a niveles escandalosos los hechos discriminatorios hacia las persona de piel negra.

Quien sea elegido encuentra un país con un pago desigual a las mujeres en relación a los hombres con igual calificación, con violencia sexual hacia las mujeres en las universidades, con asimetrías en el acceso a beneficios sociales a las mujeres migrantes, negras y latinas; sin acceso gratuito y universal a los tratamientos médicos de transición a las personas trans, sin derechos reproductivos plenos a mujeres heterosexuales y lesbianas, entre otros.

El desmontaje de la ideología patriarcal también pasa por la carrera armamentista, la destrucción rapaz del medio ambiente y la imposición forzosa y violenta de valores culturales estadounidenses. Ojalá contemos con personas, que independientemente de su género, sean capaces de comprenderlo.

Evidentemente la libertad de prensa y de opinión tiene límites desde el poder pues existe todo un corpus narrativo invisible, cuidadosamente ocultado, que va al centro del problema, más allá de los deseos de Trump de ser presidente y de agarrar las entrepiernas femeninas. [Santos Suárez, 11 de octubre de 2016]

*Trump utilizó pussy, término vulgar para denominar a los genitales externos femeninos.

9/14/2016

Humor y opresión: complicidad peligrosa

Hace ocho años, durante la celebración de la I Jornada Cubana contra la Homofobia, un destacado activista clamaba por la existencia de espacios de esparcimiento libres de discriminación. Su propuesta tuvo eco en otras personas allí reunidas y fue uno de los primeros cambios permisivos del Estado cubano en  cuanto a políticas no discriminatorias hacia las personas no heterosexuales.
Con altibajos dejamos de asistir a las fiestas clandestinas en las afueras de la ciudad para contar con espacios más seguros y de mejor calidad artística, libres de persecución policial, aunque con precios aún altos y no siempre felizmente inclusivos.
El fin de semana mi pareja y yo nos fuimos el proyecto El Divino en el Café Cantante. 
 
El artista invitado fue el actor humorístico Ángel Ramis, conocido como Cabo Pantera, personaje que surgió en el programa televisivo Jura decir la verdad.
En su desempeño el Cabo Pantera se ríe de todo, empezó con su propia fealdad, pero después la emprendió de forma grosera contra los orientales y frente a un público mayoritariamente gay, se explayó con chistes homofóbicos.
Nada nuevo, en la propia televisión nacional se hacen chistes como estos. No es la primera vez que muchos de nuestros humoristas, con su lamentable falta de talento, echan mano de la burla hacia grupos minoritarios, o para ser políticamente correcto: en desventaja social.
Lo lamentable fue ver cómo se sonreía el público. Uno de los chistes que más risas produjo tenía que ver con la homosexualidad del cantante Ricky Martin y la disposición del humorista «a meterse a homosexual» para acceder al dinero del cantante.
Resulta interesante — y también lamentable— ver cómo las personas a las que se les niegan muchos derechos por la orientación erótica de su deseo o por su identidad de género asimilen de forma acrítica chistes discriminatorios.
Al parecer solamente somos capaces de sentir y rebelarnos contra la opresión en determinados contextos, pero somos totalmente ineptos para denunciar las discriminaciones en el lenguaje. En definitiva, mientras paguemos y consumamos todo parece ir bien.
El humor juega con el poder del lenguaje y las imágenes. Puede ser liberador y es útil para derribar prejuicios. En nuestra historia ha sido arma de denuncia y de lucha por otras causas, pero ha sido igualmente utilizado para ejercer exclusiones y asimetrías sobre otros.
Me resisto a seguir siendo cómplice de la opresión en cualquier forma de expresión. Me opongo aceptar la maldición del choteo que enunciara Mañach hace más de 50 años cuando se refirió a la cubanía.
Ya bastante tenemos con el bombardeo audiovisual que legitima ideas racistas, machistas, misóginas y de lucro. Ni siquiera en un bar o en otro espacio de diversión uno escapa de esos códigos, pero como mínimo debemos asumir una actitud crítica ante ello.
No quiero que esta entrada sea vista como un ataque al proyecto El Divino, ni que algún oscuro poder decida cerrar el espacio, tal y como ha ocurrido en estos últimos ocho años.
Soy testigo de que su coordinador, Isaac, se esfuerza para ofrecer un espectáculo de la mayor calidad posible, dentro de lo que permite las reglas —no siempre escritas— del mercado. Además, se reconoce que en los segmentos del espectáculo se integran desde hace años mensajes contra el consumo de drogas y alcohol, contra las ITS, el Sida y la homofobia.
Solamente quiero llamar la atención sobre el hecho cómplice de aceptar contenidos discriminatorios que nos mantiene subyugados al poder heterosexual y machista. La igualdad debe lograse en todos los aspectos posibles. Mejoremos los espacios, gocemos, pero sin dejar de pensar. [Santos Suárez, 14 de septiembre de 2016]

8/07/2016

SemLac: Uniones homosexuales en Cuba, contrapunteo a favor de los derechos

Carlos Alejandro Rodríguez
Alberto Roque
Nomi Ramírez

El activismo a favor de los derechos humanos de la población LGBTIQ en la isla ha puesto en el centro de los reclamos el reconocimiento legal de las relaciones no heterosexuales. El gobierno y la sociedad cubana no han resuelto a favor de las parejas homosexuales, pese a los adelantos que vive el mundo y la región latinoamericana con la aprobación del matrimonio igualitario, entre otras leyes. El debate Uniones homosexuales en Cuba, contrapunteo a favor de los derechos presenta las opiniones de Nomi Ramírez, activista trans integrante de la Red TransCuba; el joven periolosdista Carlos Alejandro Rodríguez y Alberto Roque, médico y activista por  derechos de las personas LGBTIQ.
¿Estaría a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo o del reconocimiento legal de las uniones consensuales? ¿Por qué?
Estoy a favor de cualquier solución, matrimonio o reconocimiento legal. Lo importante es que las personas encuentren un apoyo legal porque es una necesidad en nuestra comunidad. A mí me gustaría casarme, eso es algo bonito. Si encuentro a la persona ideal y se dan las condiciones lo haría, sería rico. Yo creo que es algo que ayuda a desmitificar un poco a las personas LGBTIQ, con el prejuicio de que son "promiscuas".
Estoy a favor del matrimonio entre personas del mismo. Por eso no creo que la legalización de las uniones consensuales resulte una vía legítima para reconocer el vínculo entre las parejas homosexuales. ¿Qué implicaría reconocer legalmente la unión consensual entre personas del mismo sexo o género mientras se rechaza la opción del matrimonio? En primer lugar la legalización de las uniones consensuales pautaría un tratamiento diferenciado, discriminatorio, a un tipo de parejas que no cumplen con los requisitos ideales ante la ley. (El principal de esos requisitos se trata, efectivamente, de la heterosexualidad). Legalizar estas uniones mientras se niega el derecho al matrimonio igualitario deja entrever —a mi juicio— la resistencia homofóbica de muchos sectores descontentos con que las parejas homosexuales y heterosexuales puedan acceder en igualdad de condiciones a los mismos derechos.
Además, la idea de la unión consensual se ajusta perfectamente a uno de los argumentos usados habitualmente contra el matrimonio gay. Muchas personas, en algún tipo de posición homofóbica intermedia, aceptarían que se legalice la unión consensual entre personas del mismo sexo, pero se oponen a que se ese tipo de relación se llame "matrimonio", porque el matrimonio —dicen ellos— fue concebido para el hombre y la mujer. Ese es el argumento o el prejuicio semántico que trasluce la homofobia parapetada detrás de supuestas posturas avanzadas.
Por otro lado, a muchas personas homosexuales no les interesa la institución matrimonial. Es más, la consideran una forma de unión burguesa y obsoleta. Sin embargo, aun en este lado, yo estoy convencido de que el matrimonio igualitario debe existir como posibilidad. Se trata de reconocer iguales derechos a todos los seres humanos. Y no debería suscitarse más debate. Sin embargo, la homofobia persiste e impide que los miembros de la comunidad LGBTI puedan unirse de acuerdo a la ley.
Fíjate, como no existe el matrimonio igualitario, los miembros de las parejas gais y lesbianas no tenemos derecho a la adopción ni a la herencia. Ni tampoco podríamos tomar decisiones trascendentales en el caso de que nuestra pareja sea sometida a procedimientos médicos, por ejemplo. Es que, en realidad, para las leyes cubanas no existen las parejas homosexuales.
La respuesta a la pregunta tiene, a mi entender, tres componentes:  político, estratégico y personal. Desde el punto de vista político abogar por el reconocimiento de una estructura desprestigiada, patriarcal, burguesa, estratificada en poderes (aunque se diga que se basa en la igualdad) es como mínimo una actitud reaccionaria y conservadora. Es conveniente recordar que el matrimonio devino en institución con el surgimiento del Estado burgués moderno y fue una de las concesiones que concedió a la Iglesia cuando esta última perdió el poder político. Dicha concesión no fue gratuita ni una obra de caridad, sino que dio cuerpo al llamado contrato social que institucionalizó la ideología del patriarcado, legitimó los dominios de la esfera pública para los hombres heterosexuales y consideró a las mujeres como naturalmente subordinadas y confinadas al espacio doméstico y privado. Intencionalmente se persiguieron y se intentaron normalizar a las sexualidades y géneros que no se ajustaban a dicho contrato.
 Si miramos a la Cuba actual, las personas heterosexuales han desvalorizado crecientemente al matrimonio y el índice de divorcios es significativamente alto. Las propias familias se han redimensionado de forma diversa y compleja. Sin embargo, para numerosas personas con sexualidades y géneros no heteronormativos (autodefinidas como lesbianas, gays, bisexuales, trans, intersex y otras prácticas, parentescos e identidades no heteronormativos) excluidas totalmente de la Ley, el matrimonio parece ser la única forma de legitimar sus relaciones de parentesco, sin contar con que muchas de ellas creen en sus valores fundacionales religiosos. En nuestro país no conozco que se haya investigado sobre la opinión que este grupo humano tiene sobre el matrimonio.
 En cuanto al componente estratégico, el matrimonio igualitario es una vía para acceder a derechos patrimoniales, de sucesión y de herencia, que son derechos humanos negados a un grupo importante de ciudadanas y ciudadanos.  El matrimonio igualitario, de garantizar todos los derechos, tendría un notable efecto educativo para combatir la discriminación por orientación sexual e identidad de género, aún con los sesgos y las limitaciones de que adolece. El sistema jurídico sería más equitativo y tendría el efecto simbólico de arrancar un privilegio al poder heteronormativo. El desafío está en modificar la institución matrimonial hacia formas verdaderamente equitativas, responsables y libertarias. Podemos tener más derechos, pero de nada vale seguir reproduciendo relaciones filiales y amorosas opresivas.
 Como sujeto profeminista creo que lo personal es político. La mirada que toma como perspectiva mis vivencias de muchos años en una relación amorosa no heteronormativa, abierta y fluida, es también política. Si tuviese que responder a esta pregunta sin los debidos matices, diría que el matrimonio debe desaparecer y abogaría por un mínimo control del Estado sobre las relaciones filiales, solamente aquellas que garanticen la protección de las personas vulnerables o en los casos del patrimonio. También pediría el reconocimiento de las uniones poliamorosas, la inclusión de un enfoque no binario de género que garantice las uniones y las diferentes configuraciones de familias desde construcciones identitarias maleables no asimétricas y equitativas. Despojaría de todo contenido religioso, biomédico y jurídico a las uniones amorosas entre los seres humanos y centraría mis esfuerzos en modificar las bases culturales que perpetúan la hipócrita monogamia y el sentido de posesión entre los seres humanos cuando dicen sentirse enamorados. Mientras tanto, como ser social, debo enmarcarme en una estrategia, sobre las bases políticas y culturales existentes, sin perder la mirada crítica y transformadora.
¿Cuáles son las principales resistencias y barreras a superar en Cuba para reconocer los derechos de las parejas homosexuales?
Cómo te decía, la discriminación y los prejuicios que están enraizados en la mente de algunas personas que creen no tenemos derechos, incluso no merecemos vivir.
Las personas piensan que no nos interesa el matrimonio o la unión legal y que no tenemos pareja estable. Pero eso no es cierto. Yo tuve una relación de siete años y otra de cuatro. Conozco parejas de más de diez años, amigos míos que tienen una vida juntos, casa, negocio.
El matrimonio puede ser algo protector para las personas. Es muy triste saber que un día te puede pasar algo y tu pareja, la persona que estuvo contigo hasta el momento final queda desprotegida, cualquier familiar puede botarla de la casa, dejarla sin nada.
Unos amigos míos, hablando de este asunto, me decía que iban a hacer un testamento pero no todas las personas piensan en eso. Además tampoco todas las relaciones terminan en buenos términos y nosotros también tenemos derecho a la protección que tienen los heterosexuales cuando se divorcian.
Nunca me gustó entrar en el debate simplista que intenta determinar si la sociedad está preparada o no. La sociedad puede estar o no preparada, pero esa valoración me parece secundaria. Lo que debería primar es la voluntad estatal y legislativa de reconocer a todos los cubanos y cubanas como iguales ante la ley. Y esa voluntad, si es firme y sincera, no debería postergar demasiado la aprobación del matrimonio. El acceso al matrimonio igualitario no se trata de un derecho que nadie deba concedernos, es un derecho que nos pertenece. Ni siquiera se me ocurre que el asunto pudiera ser sometido a plebiscito, porque los derechos —como tantas veces se ha dicho— no se plebiscitan. ¿A alguien se le ocurriría someter a referéndum público el derecho de las personas negras —por ejemplo— a formar parte de parejas interraciales? No, claro que no. Y tampoco debería valorarse esa posibilidad trasnochada en el caso del matrimonio igualitario. Deberíamos asumir de una vez el principio de igualdad esgrimido en la Constitución cubana.
Más que derechos de las parejas homosexuales, se trata de derechos para toda la ciudadanía en cuanto a las relaciones de parentescos. Las barreras son de carácter estructural, cultural y políticas.
 Las estructurales requieren de una redifinición del contrato social, que se comprenda como un contrato sexual no excluyente y no estratificado por relaciones de poder. Las políticas definidas por nuestro Estado socialista (en transición) en relación al parentesco y la familia (en singular) son esencialmente burguesas y conservadoras, binarias, y estrechas. Y no me refiero solamente a las Leyes sino al conjunto de todas las políticas que legitiman al matrimonio heterosexual y a la monogamia obligatoria (aunque en la práctica sea bien distinta). Así lo vemos en la práctica pedagógica, en la atención de salud, en los medios de difusión, en los cuerpos armados, en las relaciones de producción, entre muchas otras. Con esto no quiero decir que no se hayan producido cambios sustantivos sobre este particular dentro de la experiencia de la construcción socialista en Cuba, pero aún contamos con demasiados silencios y negaciones en relación a las relaciones de parentesco entre personas con sexualidades no heteronormativas y hacia las personas heterosexuales también.
 Antes de pasar a las otras barreras, quiero mencionar un derecho de parentesco negado a las parejas del mismo género y de difícil acceso para las propias parejas heterosexuales: la adopción. En Cuba es un privilegio vinculado al matrimonio heterosexual, bajo premisas burocráticas arcaicas, que no necesariamente confieren mayor felicidad a la infancia. Ninguna investigación ha podido demostrar que se requiere de la coincidencia de la figura materna y paterna para el normal desarrollo de la infancia. Las propias evidencias científicas han superado este postulado de principios del siglo XX. Adicionalmente se ha comprobado que el desarrollo de la infancia no es muy diferente en las y los infantes que han crecido en el marco de una familia monoparental, homoparental o lesbomaternal.
 Las barreras culturales parten de una tradición religiosa con valores predominante judeocristianos, el impacto social de la organización de Estado burgués liberal moderno en relación a la familia y en el caso de Cuba se adiciona la construcción en curso de una Nación demasiado patriarcal y homofóbica, todavía demasiado conservadora e hipócrita en cuanto a sexualidad y géneros se refiere. De estos antivalores no escapan las personas con sexualidades y géneros no heteronormativos.
 Las barreras políticas tienen que ver con la no cristalización de una ciudadanía con enfoque liberador en relación a la sexualidad y el género. Aunque se cuenta con un activismo naciente que ha abogado por cambios en las políticas en relación a este y otros temas, no se define una línea política ni una estrategia que haya emergido de forma espontánea desde los propios actores sociales como agentes de cambio. El  Estado cuenta con instituciones que abordan estas políticas, pero no reconoce la emergencia de liderazgos múltiples ni favorece la emergencia de grupos de la sociedad civil que aboguen por cambios en la sociedad política. Se habla de voluntad política, pero se canalizan las demandas de forma vertical y en ocasiones bastante autoritarias.
 Al menos se han logrado cambios que significan una apertura en las políticas del propio Partido Comunista en estos temas y se han favorecido espacios limitados de debates durante las Jornadas contra la Homofobia. Por el momento veo un guion con propuestas atractivas pero queda pendiente la puesta en escena. Ojalá y no se escamoteen como muchas otras políticas.
¿Qué instancias o actores sociales son claves en este debate? ¿Cómo valoran su actuación?
Ya nuestra comunidad habla del tema y hace demandas. Aunque todavía no todos estamos dando lo mejor. Hay personas LGBTIQ que viven el día a día y no se vinculan al activismo, no conocen sobre nuestros derechos—como vivía yo antes de comenzar en la Red Trans Cuba—y no creen que pueden hacer otras cosas. Quienes nos beneficiaríamos de estos derechos tenemos que ganar más conciencia.
También haría falta más apoyo de los medios de comunicación y que hablaran más de este tema, de manera inteligente y adecuada, eso es muy importante. Muchas personas en Cuba no se imaginan que las personas gays anhelan, necesitan y merecen el derecho a unirse legalmente.
Yo creo que cualquier institución y grupo es importante como aliado. El Cenesex y el equipo de juristas siempre nos acompañan en este tema, siempre están al lado de nosotros, mano a mano. Por ejemplo creo que la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) también pudiera ser una buena aliada.
En el punto donde estamos ahora creo que la instancia con más responsabilidad es la Asamblea Nacional del Poder Popular, el principal órgano legislativo de Cuba. Sin embargo, el parlamento cubano no se decide de una vez a discutir el anteproyecto de Código de Familia, postergado de un año a otro, por motivos que solo conocen las altas instancias cubanas.
En esa misma Asamblea, Mariela Castro Espín, la directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) ocupa un escaño como diputada. Eso significa que ella, como cualquier otro parlamentario, podría hacer valer su iniciativa legislativa después de cumplir los requisitos dispuestos por la ley. Pero ningún diputado, que yo sepa, se ha atrevido a promover una ley sobre el matrimonio igualitario o las propias modificaciones al Código de Familia.
 Toda la sociedad debe incorporarse a este debate, de lo contrario se podrán aprobar leyes, pero no se desarticularán las relaciones de dominación imperantes en la sociedad civil y política. Las instituciones cubanas todas tienen la responsabilidad de promover estos cambios, así lo establece la política del Partido.
 El mayor consenso posible puede lograrse sin resquebrajar los principios fundamentales que sustenten la unidad nacional. Cuanto más se dialogue y se confronten ideas de forma respetuosa más sólidos será el modelo de Nación que queremos construir. La unanimidad apela más a la simulación que a la unidad.
 En lo particular somos las personas con sexualidades y géneros no heteronormativos los actores claves en este debate. Nadie nos regalará nada.
¿Cuáles acciones creen pudieran impulsar los cambios legales a favor de las parejas homosexuales?
Más que nada hay que ponerlo a debate, por eso la importancia de los medios de comunicación para que se visibilicen más las necesidades sentidas de nuestra población.
Habría también que organizar acciones muy inteligentes y más sistemáticas, porque casi siempre se habla de la unión legal en un cine debate, en un evento específico pero necesitamos un plan que dure en el tiempo, sin llegar a abrumar a la población con demasiada información o acciones.
Ante el rezago de la Asamblea Nacional del Poder Popular, la sociedad civil cubana, los medios de comunicación, otras instituciones del Estado y los ciudadanos, ya sean homosexuales o no, podrían insistir de diversas formas en la necesidad de aprobar el matrimonio igualitario.
Mi novio y yo hemos investigado qué podríamos hacer en calidad de ciudadanos cubanos, como pareja gay. Pero, lamentablemente, parece que todo se reduce a un poco de activismo sin muchas consecuencias: podríamos escribir cartas a la Asamblea, pedir cuentas a nuestros diputados, los mismos que elegimos en nuestros municipios. Al fin y al cabo ellos son nuestros representantes en el parlamento. Y por eso, deberían promover nuestros reclamos.
Implementar una estrategia educativa permanente que se combine con acciones de incidencia política desde el activismo social. La estrategia educativa debe comprender el intercambio con la población y llevar el debate a los medios de difusión, además de incluir las experiencias positivas de uniones entre personas del mismo género y de sus descendientes, según corresponda. Hasta el presente este debate no ha ocurrido fuera de los espacios académicos y de activismo institucional.
 También debe potenciarse el trabajo de numerosas denominaciones religiosas que realizan un trabajo ecuménico a favor de la no discriminación por orientación sexual e identidad de género junto a otros actores de la sociedad civil profesional y no profesional, que pueden articularse con el trabajo institucional.

 Realizar una encuesta a las personas afectadas por la negación de este derecho humano, que incluya los asuntos referentes a la adopción, las uniones entre personas trans antes y después de haberse realizado la transición de género, a las mujeres heterosexuales y homosexuales que desean reproducirse independientemente. Sus resultados serían útiles para edificar nuevas propuestas educativas y de incidencia política a favor de los cambios legales a favor de las personas con sexualidades no heteronormativas.

6/14/2016

Masacre en Orlando, Estados Unidos: crimen de múltiples odios

La noticia me sorprendió fuera de casa, trabajando. El repugnante asesinato de 49 personas en el Club Pulse en Orlando, Florida, me produjo tristeza e indignación.
Al mismo tiempo despierta la necesidad de un análisis sobre las causas que propiciaron la matanza. Aunque el FBI no ha esclarecido los posibles móviles que llevaron a un estadounidense neoyorquino de ascendencia afgana a perpetrar el masivo asesinato, saltan a la vista varios elementos que permiten clasificarlo como un crimen motivado por muchos odios.
El primer elemento, ignorando rampantemente por el Noticiero Nacional de nuestra televisión, es que se trata de un club de personas lesbianas, homosexuales, bisexuales y trans. La homofobia es sin dudas generadora de violencia física. El odio homofóbico conlleva al exterminio psicológico y físico de la persona con el estigma homosexual, basta incluso tener sospechas.
El segundo elemento es que la noche del crimen el club nocturno abría sus puertas fundamentalmente a la comunidad latina. En este punto se conjugan a la homofobia elementos de carácter étnico y de origen nacional. Cabe resaltar que en la nación norteamericana el melting pot plurinacional nunca cristalizó pues el imaginario social, las ciencias y las políticas siguen clasificando con etiquetas y significados estereotipados a los que no son anglosajones, blancos y protestantes. Ser latino es ser hispano y equivale a no ser blanco y anglosajón, ubica a la persona en un grupo minoritario y subordinado en cuanto a poder, aunque las personas sean de una tercera generación de descendientes de migrantes y su piel y rasgos físicos clasifiquen como «blancos».
Aunque es todavía especulativo, puede que en este caso el asesino sea un fundamentalista religioso islámico aunque naciera en el propio territorio de los Estados Unidos. Inclusive, no tiene que ser islámico, basta con ser protestante y fundamentalista. Aclaro que creer en el Islam o ser prostestante o católico no convierte automáticamente a la persona en asesina, son las ideas religiosas fundamentalistas y extremistas las que conllevan a estos atroces actos.
Para colmo, como agravantes, se suman elementos como la enmienda constitucional que permite a cualquier ciudadano o ciudadana estadounidense comprar armas. Esta última ha estimulado la ocurrencia de muchas otras masacres en semejante ambiente de odio, violencia, exclusión y alienación.
También se evidenció nuevamente la discriminación a las personas lesbianas, gay, bisexuales y trans que les prohíbe donar sangre sin han tenido relaciones sexuales en el último año. Así lo establece la federal Administración de Drogas y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) en esa ciudad. Las personas heridas no pudieron beneficiarse por el gesto solidario de la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales y trans. Resulta vergonzosamente paradójico que el mismo Estado que les posibilita el acceso al matrimonio y otros derechos civiles mantenga el estigma sobre la potencial seropositividad al VIH de este grupo humano, discriminando así en el proceso de atención de salud. La macabra Ley atenta contra el derecho a la vida y ejemplifica que el terrorismo no es sólo una amenaza externa, también lo ejerce el Estado.
Quiero expresar mi solidaridad con los familiares de las víctimas y con los sobrevivientes y al mismo tiempo tomemos nota de lo ocurrido para aprender y repensar una vez más nuestras estrategias de lucha en relación a los crímenes de odio. [Santos Suárez, 14 de junio de 2016]

6/10/2016

«La familia nuclear es radioactiva», ¿en serio?

El título entre comillas de la entrada hace alusión a un cartel —bastante creativo por cierto— portado por integrantes de un grupo radical que luchaba por el reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo en España hace algunos años.

La contraprotesta en realidad  se dirigía entonces  a los grupos conservadores y neofascistas que defendían a la familia nuclear,  tradicional o heteroparental y que compartían el mismo campo de batalla de las calles madrileñas.

Aunque la pancarta tiene mucho de humor por el  juego de palabras y sus significados, muchas personas allí, autodefinidas como gays, lesbianas, bisexuales, trans, queer, bolleras, prostitutas, osos y feministas, pretendían denunciar que la familia donde crecieron no era modélica de paz, unión, ni bienestar, sino el marco propicio para la discriminación, la violencia física, psicológica, sexual, real y simbólica.

En sus familias nucleares fue donde escucharon, se apropiaron y sintieron por primera vez el peso de los términos peyorativos y discriminatorios con que se prentende normalizar a las personas raritas, a los que no encajan con los dictados heterosexistas y patriarcales que le da forma a la familia tradicional.

En Cuba tenemos algunos de estos inventarios, pero también contamos con magníficos ejemplos de familias nucleares que han significado el espacio de apoyo, crecimiento y realización de las personas con sexualidades y géneros que no se ajustan a la norma heterosexual.

Desde hace tiempo existen muchas otras configuraciones de familias en nuestro país, inclusive, antes de aprobarse el Código de Familia en 1976. Acá el debate sobre su legitimidad llega tarde, y de verdad que ni siquiera ha empezado.

Como mis amigos más queridos me advierten que deje ser un poquito hipercrítico, más otras lindezas que escucho de los que dicen ser mis enemigos, creo que es momento de reconocer que el diario oficial del Partido Comunista de Cuba comenzó a poner el dedo en la llaga de forma positiva, bastante objetiva y sosegada.

El 7 de junio Granma publicó una entrevista al doctor Leonardo Pérez Gallardo, profesor titular de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, titulado «Las nuevas construcciones familiares, desafío para el Derecho».

La señal es buena, pero como un pequeño aporte a ese debate necesario que mencionaba antes, creo que debe considerarse que para el Derecho no son nuevas estas familias. Tanto expertos como público en general saben que las familias no nucleares son visibles y existen desde hace muchos años. No debe confundirse lo nuevo con lo miopía, con la negación de lo que está;  o dicho de manera más simple: una cosa es que las familias no nucleares sean nuevas y otra bien distinta es que se nieguen, se borren o no se visualicen.

Otro aspecto que menciona el experto de la Universidad de la Habana es que las familias homoparentales es la de más interés mediático. Al parecer se refiere a los medios masivos de los países occidentales del primer mundo, porque en Cuba se habla de familia en singular. Las imágenes y contenidos mediáticos refuerzan el estereotipo de familia heteroparental (nuclear y «no radiactiva»), blanca, pulcra (casi estéril) y urbana. Tanto fuera como en Cuba esos son los mensajes que predominan, lo que son percibidas de forma tan natural que cualquier variación de la norma despierta interés, atención y hasta morbo.

La primera parte de este artículo no habla de las familias creadas a través de técnicas de reproducción asistida (derecho reproductivo negado a las lesbianas cubanas), embarazos subrogados o vientres de alquiler, sobre las familias compuestas por personas trans e intersex, las integradas por varias figuras paternales o maternales entre otros «modelos». Me pregunto: ¿serán también tema de debate en la segunda parte, en los que están por venir?

Me preocupa que  incluso las personas más sensibilizadas y aliadas en el reconocimiento de todas las configuraciones de familias, utilicen a la nuclear como referente o norma desde la que se legitima o compara a las «otras», a las «nuevas». Escarbemos un poquito y veremos cómo se reproducen estereotipos discriminatorios y normativos en todas.

Pero a mi entender unos de los temas más importantes a debatir son: ¿se modificarán las relaciones de poder y las asimetrías en todas las configuraciones de familias?, ¿Cómo lograr que no sean tan «radioactivas» y se conviertan en espacios humanos de paz, concordia, crecimiento, bienestar y respeto a la dignidad de sus integrantes? [Santos Suárez, 10 de junio de 2016]

5/17/2016

IX Jornada Cubana contra la Homofobia: entre discursos y hechos

Por primera vez veo la Jornada Cubana contra la Homofobia desde cierta
distancia. Mi alejamiento no es voluntario, he estado muy ocupado con
los buenos cambios que hemos tenido mi familia y yo en este mes de
mayo.
La distancia, sin embargo, me permite una valoración desde el cubano
de a pie, que no es activista.
Pero no trataré en esta entrada sobre si el Noticiero de TV de las 8
de la noche obvió la cobertura de la Conga el pasado sábado, que hasta
el Miami Herald dijo haber sido estrepitosa; más bien quiero
reflexionar sobre algunas líneas discursivas y los hechos más
recientes en relación a la conmemoración en Cuba.
Esta edición fue dedicada nuevamente a la discriminación por
orientación sexual e identidad de género en los espacios laborales. Me
llamó poderosamente la atención la insistencia en este aspecto, sobre
todo porque es sabido que la Ley Código de Trabajo no se ha traducido
en leyes concretas que contemplen este aspecto, ni siquiera en los
reglamentos laborales ni en las funciones que el Sindicato debiera
asumir en casos de discriminaciones.
Más utópico aún sería pensar que en los centros de trabajo se
debatiese la Ley aprobada en 2013, ni mucho menos sobre
discriminaciones y vulnerabilidades en los espacios laborales.
También leí que durante las actividades académicas trataron sobre el
matrimonio igualitario y sobre el activismo LGBTI. Sobre el primero no
leí nada sustantivo, al menos se esgrimieron los mismos argumentos de
hace nueve años y se dejó ver que tendremos que esperar la reforma
constitucional de 2018 para promover el "revolucionario cambio" en el
reconocimiento de los derechos humanos de miles de cubanas y cubanos.
Sobre el activismo me llamó la atención que desde el CENESEX se ha
dicho que el activismo LGBT en Cuba se basa en el conocimiento
científico y en los resultados de las investigaciones sociales bien
diseñadas.
Nadie se atreverá en poner en tela de juicio el valor de la ciencia en
el activismo social, sobre todo cuando de discriminaciones se trata.
Sin embargo, tomo distancia sobre los enfoques ideológicos y
científicos que se dictan desde una institución o persona determinada.
Hasta el momento percibo mucho esencialismo, mucho olor a positivismo
pedagógico y a binarismo ortodoxo en la mayoría de los discursos
académicos cuando de sexualidades no heteronormativas se trata. En el
mejor de los casos se producen acercamientos constructivistas,
cuidadosamente cuestionadores de la realidad social.
Esperaba a esta altura de casi una década enfoques más heterodoxos,
flexibles, radicales, feministas y antihegemónicos, verdaderamente
representativos de nuestro tiempo histórico y de las evidencias
científicas de hace más de dos décadas.
Con frecuencia se repite machaconamente que el marxismo es la guía y
la fuente de inspiración del activismo LGBTI en las instituciones
cubanas. Me parece muy bueno que así sea pero me produce preocupación
cuando no se sobrepasan los temas sobre división sexual del trabajo y
el papel de las relaciones de producción desde una lectura en clave
de manual soviético post estalinista, que ni siquiera supera la
cuestión de género como independiente de la lucha de clases. Tampoco
se toman en cuenta los aportes de Rosa Luxemburgo, o de las feministas
marxistas norteamericanas y francesas del postmoderno, que desde hace
tiempo en América Latina han tenido una apropiación enriquecedora por
los movimientos sociales y políticos y son más cercanos a nuestro
contexto.
No se mencionan en los discursos académicos las palabras postcolonial,
descolonial, desconstrucción, performatividad, heteronormatividad.
Todo ello a pesar de ser Cuba una Nación postcolonial, en construcción
desde un enfoque que se autodefine como revolucionario. Otras voces,
más inteligibles como patriarcado o machismo son políticamente
incorrectas.
En este estado de cosas, tampoco se enuncia ni se estimula un
activismo LGBTI espontáneo, que parta de las necesidades reales y
concretas de la gente que lo hace, rico en contradicciones y con una
autonomía posible, que no tiene que estar necesariamente en oposición
al trabajo institucional.
Creo que sería más provechoso dirigir la mirada científica a los
objetos y a los sujetos inmersos en una praxis política y social
vibrante y revolucionaria, pues lo contario corre el riesgo del sesgo,
la homogeneidad y la prescripción autoritaria de cómo se quiere
estudiar al tejido social cubano.
Se insiste en la voluntad política del Partido Comunista y del
Gobierno cubanos en avanzar en la garantía de los derechos de las
personas con sexualidades no heteronormativas mientras vivimos en un
marasmo legislativo de varios años y aún no se conoce el contenido de
los documentos que se "debatieron" en el recién concluido Congreso del
Partido en relación a las discriminaciones.
Vi y escuché en la TV nacional que se había incluido la identidad de
género como causa de discriminación en la letra final del informe,
pero no me queda claro cuáles son las políticas concretas que
respondan a la persistente voluntad que dicen los discursos y los
documentos.
Se mantiene la censura —sin pausa— de blogueros que denunciamos las
discriminaciones desde una posición revolucionaria y constructiva. Lo
peor es que por décadas este modo operandi no cambia: un grupo exiguo
de funcionarios y funcionarias, desde la sombra y sin explicaciones,
dejan caer sin piedad su hacha cercenadora de opiniones.
Hace pocos días se produjo en la ciudad de Matanzas un hecho
homo-transfóbico lamentable. Oficiales de la Policía Nacional
Revolucionaria, en desacato a la voluntad política del Partido
Comunista, realizaron un operativo en el que condujeron
arbitrariamente a la estación de policía a varias personas
presumiblemente homosexuales y a personas trans.
Y no se trata de propaganda enemiga alrededor de la conmemoración
nacional en esa ciudad, pues la denuncia proviene de los intelectuales
cubanos Alberto Abreu Arcia y Víctor Fowler.
Se sabe que la Jornada Cubana contra la Homofobia era necesaria en
Matanzas, pero nuestros servidores públicos deben responder en casos
de abuso de poder y arbitrariedades que contradicen las políticas y no
se ajustan a Ley alguna.
Insisto en que la Jornada debe mantenerse todo el año, con acciones
educativas y una participación real, en la que la ciudadanía se sienta
parte del proceso de cambio que se requiere.
Es sabido que tenemos un mal de fondo: la estatización de todos los
espacios que lastra la participación y aborta las iniciativas y la
autogestión, además de las actitudes retrógradas, los miedos, los
sectarismos y los dogmatismos.
Casi al fin de un día como hoy, 17 de mayo, en que se garantizaron en
el pasado derechos plenos a los campesinos cubanos y se retiró la
homosexualidad de la Clasificación Internacional de Enfermedades, sigo
creyendo en la utopía de tener una Cuba donde la prosperidad también
signifique poder vivir en paz. [Santos Suarez, 17 de mayo de 2016]