En la infancia y la adolescencia la identidad de género y la manera en que se orienta el deseo erótico son parte de la conformación de la identidad como persona. Es muy frecuente que esas categorías no se relacionen de forma lineal, y a esas edades pueden ser muy cambiantes.
La jerarquía católica apela a la diferencia de sexo (cuestión que negaron hasta el siglo XVII y después la usaron para tratar de afianzar su decadente poder) y niegan los aspectos sociales, culturales, psicológicos que definen a las categorías de género como poder y opresión.
Los mismos jerarcas que hablan de lo natural, de las evidencias científicas de la diferencia de sexo, son los que se niegan a ordenar mujeres, condenan la expresión del deseo erótico, consideran la masturbación un pecado y sostienen que Jesús de Nazaret nació de una mujer virgen. También son famosos por ocultar y perdonar a pedófilos y otros abusos sexuales y está fundamentado cómo, bajo el manto del celibato y de la hipocresía de la abstinencia sexual, esconden a un número significativo de homosexuales reprimidos o que jamás renuncian a sus prácticas sexuales.
Este grupo de ideólogos patriarcales, que usan vestidos largos y ya no queman brujas herejes, ahora consideran que las personas no pueden aprender (y participar) a tomar decisiones sobre su naciente identidad personal y sus cuerpos desde la infancia y la adolescencia.
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