Esta entrada será breve en virtud del poco tiempo que tengo con mis ocupaciones académicas y profesionales, pero no quiero dejar pasar por alto el tema tratado ayer en el programa Mesa Redonda de la televisión cubana.
Aunque en las páginas digitales Cubadebate (apéndice del programa televisivo de marras) y Cubasí y en el propio programa los titulares solamente mencionaron la palabra «violencia», el tema central fue la prostitución y la trata de personas.
Felicito a los panelistas y su conductora por poner «sobre la mesa» dicho tópico, tan evidente y la vez tan silenciado por los discursos políticos. Las reflexiones fueron serias, balanceadas y propositivas.
El tema de la prostitución, el tráfico humano y la trata de personas tienen implícito la violencia de género y coloca en situación de vulnerabilidad a las mujeres, a las niñas y también a los hombres que practican la prostitución.
Cuando el colega Manuel Vazquez Seijido se refirió a las cuestiones jurídicas sobre la prostitución en Cuba sonó bastante absoluto y farragoso cuando afirmó que en nuestro país no se criminaliza a quien ofrece el servicio. Esto es parcialmente cierto: no se penaliza en el Código Penal, pero en la práctica es una verdad escandalosa que criminaliza la práctica de la prostitución femenina.
En Cuba solamente se penaliza al proxeneta y las féminas que practican la prostitución, se les envía a centros de rehabilitación para su “reinserción” social, es decir, se les limita su derecho al disfrute de su libertad por políticas que no tienen basamento legal y que se ejecutan desde estrategias consensuadas entre el Ministerio del Interior y ¡la Federación de Mujeres Cubanas!
Esta doble victimización es aún más seria cuando las propias autoridades son permisivas con la práctica de la prostitución masculina. A ellos lo regresan a sus provincias (cuando este sea el caso) mediante otro decreto también discriminatorio que permite la deportación de los migrantes internos que no tienen residencia oficial en la capital.
Tradicionalmente, los estudios académicos sobre prostitución son censurados sin ambages, como si fuese algo de otro planeta o como si su tratamiento científico atentase contra la seguridad nacional.
En lo personal respeto el derecho de cualquier persona a utilizar el cuerpo para trabajar y para su sustento económico. Lo mismo hacemos con nuestras manos y otras partes del cuerpo, por lo que me parece hipócrita la condena moral cuando dicha actividad es sexual. En este particular deseo expresar que no siempre la persona que se prostituye no tiene acceso a un trabajo digno, pues conozco a profesionales y a trabajadores y trabajadoras que ejercen la prostitución. La Epidemiología le denomina eufemística y estratégicamente «sexo transaccional».
Sin embargo, existen límites sobre los cuales deben plantearse mínimos morales. La prostitución es una actividad organizada por y para beneficios de los hombres y se basan en la explotación violenta de mujeres cisgénero, mujeres trans y hombres (en nuestro contexto se les conoce como pingueros).
Dicha práctica se torna peligrosa por la vulnerabilidad que implica ser la única alternativa que tienen estas personas para subsistir y cuando se cercena la libertad, la equidad y la autonomía de quien ofrece el servicio.
No apoyo el término «trabajo sexual» propuesto por el movimiento feminista y adoptado en los discursos y narrativas de derechos humanos de las Naciones Unidas por pactar sospechosamente con las bases ideológicas del patriarcado, implementadas en un mundo crecientemente desigual y neoliberal.
Llamemos las cosas por su nombre, desmantelemos las relaciones patriarcales. Los Estados que legalizan la prostitución son Estados proxenetas. Apoyo la propuesta del Centro Nacional de Educación Sexual de penalizar al cliente y de ampliar el debate académico y popular en relación a las causas, impactos y el análisis franco de los valores morales y sociales que se ponen en juego cuando de prostitución se trata. [Santos Suárez, 25 de enero de 2017]
Espacio para debatir sobre sexualidad y diversidad sexual, con total apego a la equidad y al respeto a la dignidad humana
1/25/2017
Prostitución, trata de personas y turismo sexual
10/11/2016
Misoginia en Estados Unidos, Donald Trump y las trompetillas mediáticas
Desde el hotel donde pasé parte de mis vacaciones pude ver el circo mediático orquestado por CNN durante la campaña electoral en los Estados Unidos. El blanco de tanta alharaca fue Donald Trump y sus «nuevas» expresiones misóginas.
En 2005 el magnate, refiriéndose a las mujeres, dijo «Es como un imán. Las beso. Ni siquiera espero. Y cuando eres una estrella, te dejan hacerlo. Puedes hacer cualquier cosa. Lo que quieras. Agarrarlas en la [entrepiernas*]. Lo que sea».
La televisora CNN utilizó a comentaristas mujeres, predominantemente blancas y representantes del establishment, para combatir o apoyar al candidato republicano. Ellas se manifestaron desde sus intereses políticos electorales, ninguna hizo mención alguna a la ideología patriarcal.
A fin de cuentas, no era la primera vez que Trump hacia declaraciones misóginas, sexistas, racistas y xenofóbicas. El empresario conservador es todo un compendio interseccional de odios y discriminaciones.
Lo que pasa es que la misoginia se ha verbalizado en una coyuntura electorera que no hace propuestas liberadoras en relación a las asimetrías de género.
Las narrativas mediáticas apelan de forma simplona y conservadora al respeto de las hijas y de las hermanas por parte del candidato republicano, mientras los propios medios cosifican los cuerpos de las mujeres en los anuncios comerciales, que representan el súmmum del poder patriarcal.
Minutos después de amplios análisis sobre la misoginia de Trump, la televisora pasaba comerciales donde la mujer es objeto de deseo, y se refuerza su papel de ama de casa y dueña del espacio privado. En fin, CNN lanzó trompetillas a Trump, nunca fue a la esencia real de este problema.
Tanto Trump como CNN ejercitan la violencia de género. La del magnate es verbalizada, la de los medios es simbólica.
¿Por qué CNN no presentó la perspectiva de las lideresas feministas radicales estadounidenses?, ¿por qué no se dio voz a las académicas y académicos estadounidenses para hablar sobre patriarcado, pobreza, racialidad, etnicidad y políticas públicas?
Se nos presenta a la alternativa demócrata, la enarbolada por una mujer inteligente, sagaz, pero peligrosamente veleidosa, pues cambia como una veleta cuando de dineros e intereses patriarcales se trata.
Sin embargo, la Clinton tiene un discurso que beneficia a las mujeres, de hecho representó a su país siendo primera dama en la Conferencia Internacional de la Mujer, celebrada en 1995 en Beijín, China.
Ella cuenta con el apoyo de parte de grupos feministas que se considera por muchas académicas como conservadores, muestra una posición de garantizar beneficios sociales en cuanto al sistema de salud, aún y cuando el lobby conservador y patriarcal de las farmacéuticas compró su silencio en la década de 1990.
El hecho de que sea electa presidenta no significa que logre cambios significativos en cuanto a la equidad de género. Lo mismo ha pasado con Obama, que durante su mandato se ha reactivado a niveles escandalosos los hechos discriminatorios hacia las persona de piel negra.
Quien sea elegido encuentra un país con un pago desigual a las mujeres en relación a los hombres con igual calificación, con violencia sexual hacia las mujeres en las universidades, con asimetrías en el acceso a beneficios sociales a las mujeres migrantes, negras y latinas; sin acceso gratuito y universal a los tratamientos médicos de transición a las personas trans, sin derechos reproductivos plenos a mujeres heterosexuales y lesbianas, entre otros.
El desmontaje de la ideología patriarcal también pasa por la carrera armamentista, la destrucción rapaz del medio ambiente y la imposición forzosa y violenta de valores culturales estadounidenses. Ojalá contemos con personas, que independientemente de su género, sean capaces de comprenderlo.
Evidentemente la libertad de prensa y de opinión tiene límites desde el poder pues existe todo un corpus narrativo invisible, cuidadosamente ocultado, que va al centro del problema, más allá de los deseos de Trump de ser presidente y de agarrar las entrepiernas femeninas. [Santos Suárez, 11 de octubre de 2016]
*Trump utilizó pussy, término vulgar para denominar a los genitales externos femeninos.
9/14/2016
Humor y opresión: complicidad peligrosa
8/07/2016
SemLac: Uniones homosexuales en Cuba, contrapunteo a favor de los derechos
Carlos Alejandro Rodríguez |
Alberto Roque |
Nomi Ramírez |
6/14/2016
Masacre en Orlando, Estados Unidos: crimen de múltiples odios
6/10/2016
«La familia nuclear es radioactiva», ¿en serio?
El título entre comillas de la entrada hace alusión a un cartel —bastante creativo por cierto— portado por integrantes de un grupo radical que luchaba por el reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo en España hace algunos años.
La contraprotesta en realidad se dirigía entonces a los grupos conservadores y neofascistas que defendían a la familia nuclear, tradicional o heteroparental y que compartían el mismo campo de batalla de las calles madrileñas.
Aunque la pancarta tiene mucho de humor por el juego de palabras y sus significados, muchas personas allí, autodefinidas como gays, lesbianas, bisexuales, trans, queer, bolleras, prostitutas, osos y feministas, pretendían denunciar que la familia donde crecieron no era modélica de paz, unión, ni bienestar, sino el marco propicio para la discriminación, la violencia física, psicológica, sexual, real y simbólica.
En sus familias nucleares fue donde escucharon, se apropiaron y sintieron por primera vez el peso de los términos peyorativos y discriminatorios con que se prentende normalizar a las personas raritas, a los que no encajan con los dictados heterosexistas y patriarcales que le da forma a la familia tradicional.
En Cuba tenemos algunos de estos inventarios, pero también contamos con magníficos ejemplos de familias nucleares que han significado el espacio de apoyo, crecimiento y realización de las personas con sexualidades y géneros que no se ajustan a la norma heterosexual.
Desde hace tiempo existen muchas otras configuraciones de familias en nuestro país, inclusive, antes de aprobarse el Código de Familia en 1976. Acá el debate sobre su legitimidad llega tarde, y de verdad que ni siquiera ha empezado.
Como mis amigos más queridos me advierten que deje ser un poquito hipercrítico, más otras lindezas que escucho de los que dicen ser mis enemigos, creo que es momento de reconocer que el diario oficial del Partido Comunista de Cuba comenzó a poner el dedo en la llaga de forma positiva, bastante objetiva y sosegada.
El 7 de junio Granma publicó una entrevista al doctor Leonardo Pérez Gallardo, profesor titular de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, titulado «Las nuevas construcciones familiares, desafío para el Derecho».
La señal es buena, pero como un pequeño aporte a ese debate necesario que mencionaba antes, creo que debe considerarse que para el Derecho no son nuevas estas familias. Tanto expertos como público en general saben que las familias no nucleares son visibles y existen desde hace muchos años. No debe confundirse lo nuevo con lo miopía, con la negación de lo que está; o dicho de manera más simple: una cosa es que las familias no nucleares sean nuevas y otra bien distinta es que se nieguen, se borren o no se visualicen.
Otro aspecto que menciona el experto de la Universidad de la Habana es que las familias homoparentales es la de más interés mediático. Al parecer se refiere a los medios masivos de los países occidentales del primer mundo, porque en Cuba se habla de familia en singular. Las imágenes y contenidos mediáticos refuerzan el estereotipo de familia heteroparental (nuclear y «no radiactiva»), blanca, pulcra (casi estéril) y urbana. Tanto fuera como en Cuba esos son los mensajes que predominan, lo que son percibidas de forma tan natural que cualquier variación de la norma despierta interés, atención y hasta morbo.
La primera parte de este artículo no habla de las familias creadas a través de técnicas de reproducción asistida (derecho reproductivo negado a las lesbianas cubanas), embarazos subrogados o vientres de alquiler, sobre las familias compuestas por personas trans e intersex, las integradas por varias figuras paternales o maternales entre otros «modelos». Me pregunto: ¿serán también tema de debate en la segunda parte, en los que están por venir?
Me preocupa que incluso las personas más sensibilizadas y aliadas en el reconocimiento de todas las configuraciones de familias, utilicen a la nuclear como referente o norma desde la que se legitima o compara a las «otras», a las «nuevas». Escarbemos un poquito y veremos cómo se reproducen estereotipos discriminatorios y normativos en todas.
Pero a mi entender unos de los temas más importantes a debatir son: ¿se modificarán las relaciones de poder y las asimetrías en todas las configuraciones de familias?, ¿Cómo lograr que no sean tan «radioactivas» y se conviertan en espacios humanos de paz, concordia, crecimiento, bienestar y respeto a la dignidad de sus integrantes? [Santos Suárez, 10 de junio de 2016]
5/17/2016
IX Jornada Cubana contra la Homofobia: entre discursos y hechos
distancia. Mi alejamiento no es voluntario, he estado muy ocupado con
los buenos cambios que hemos tenido mi familia y yo en este mes de
mayo.
La distancia, sin embargo, me permite una valoración desde el cubano
de a pie, que no es activista.
Pero no trataré en esta entrada sobre si el Noticiero de TV de las 8
de la noche obvió la cobertura de la Conga el pasado sábado, que hasta
el Miami Herald dijo haber sido estrepitosa; más bien quiero
reflexionar sobre algunas líneas discursivas y los hechos más
recientes en relación a la conmemoración en Cuba.
Esta edición fue dedicada nuevamente a la discriminación por
orientación sexual e identidad de género en los espacios laborales. Me
llamó poderosamente la atención la insistencia en este aspecto, sobre
todo porque es sabido que la Ley Código de Trabajo no se ha traducido
en leyes concretas que contemplen este aspecto, ni siquiera en los
reglamentos laborales ni en las funciones que el Sindicato debiera
asumir en casos de discriminaciones.
Más utópico aún sería pensar que en los centros de trabajo se
debatiese la Ley aprobada en 2013, ni mucho menos sobre
discriminaciones y vulnerabilidades en los espacios laborales.
También leí que durante las actividades académicas trataron sobre el
matrimonio igualitario y sobre el activismo LGBTI. Sobre el primero no
leí nada sustantivo, al menos se esgrimieron los mismos argumentos de
hace nueve años y se dejó ver que tendremos que esperar la reforma
constitucional de 2018 para promover el "revolucionario cambio" en el
reconocimiento de los derechos humanos de miles de cubanas y cubanos.
Sobre el activismo me llamó la atención que desde el CENESEX se ha
dicho que el activismo LGBT en Cuba se basa en el conocimiento
científico y en los resultados de las investigaciones sociales bien
diseñadas.
Nadie se atreverá en poner en tela de juicio el valor de la ciencia en
el activismo social, sobre todo cuando de discriminaciones se trata.
Sin embargo, tomo distancia sobre los enfoques ideológicos y
científicos que se dictan desde una institución o persona determinada.
Hasta el momento percibo mucho esencialismo, mucho olor a positivismo
pedagógico y a binarismo ortodoxo en la mayoría de los discursos
académicos cuando de sexualidades no heteronormativas se trata. En el
mejor de los casos se producen acercamientos constructivistas,
cuidadosamente cuestionadores de la realidad social.
Esperaba a esta altura de casi una década enfoques más heterodoxos,
flexibles, radicales, feministas y antihegemónicos, verdaderamente
representativos de nuestro tiempo histórico y de las evidencias
científicas de hace más de dos décadas.
Con frecuencia se repite machaconamente que el marxismo es la guía y
la fuente de inspiración del activismo LGBTI en las instituciones
cubanas. Me parece muy bueno que así sea pero me produce preocupación
cuando no se sobrepasan los temas sobre división sexual del trabajo y
el papel de las relaciones de producción desde una lectura en clave
de manual soviético post estalinista, que ni siquiera supera la
cuestión de género como independiente de la lucha de clases. Tampoco
se toman en cuenta los aportes de Rosa Luxemburgo, o de las feministas
marxistas norteamericanas y francesas del postmoderno, que desde hace
tiempo en América Latina han tenido una apropiación enriquecedora por
los movimientos sociales y políticos y son más cercanos a nuestro
contexto.
No se mencionan en los discursos académicos las palabras postcolonial,
descolonial, desconstrucción, performatividad, heteronormatividad.
Todo ello a pesar de ser Cuba una Nación postcolonial, en construcción
desde un enfoque que se autodefine como revolucionario. Otras voces,
más inteligibles como patriarcado o machismo son políticamente
incorrectas.
En este estado de cosas, tampoco se enuncia ni se estimula un
activismo LGBTI espontáneo, que parta de las necesidades reales y
concretas de la gente que lo hace, rico en contradicciones y con una
autonomía posible, que no tiene que estar necesariamente en oposición
al trabajo institucional.
Creo que sería más provechoso dirigir la mirada científica a los
objetos y a los sujetos inmersos en una praxis política y social
vibrante y revolucionaria, pues lo contario corre el riesgo del sesgo,
la homogeneidad y la prescripción autoritaria de cómo se quiere
estudiar al tejido social cubano.
Se insiste en la voluntad política del Partido Comunista y del
Gobierno cubanos en avanzar en la garantía de los derechos de las
personas con sexualidades no heteronormativas mientras vivimos en un
marasmo legislativo de varios años y aún no se conoce el contenido de
los documentos que se "debatieron" en el recién concluido Congreso del
Partido en relación a las discriminaciones.
Vi y escuché en la TV nacional que se había incluido la identidad de
género como causa de discriminación en la letra final del informe,
pero no me queda claro cuáles son las políticas concretas que
respondan a la persistente voluntad que dicen los discursos y los
documentos.
Se mantiene la censura —sin pausa— de blogueros que denunciamos las
discriminaciones desde una posición revolucionaria y constructiva. Lo
peor es que por décadas este modo operandi no cambia: un grupo exiguo
de funcionarios y funcionarias, desde la sombra y sin explicaciones,
dejan caer sin piedad su hacha cercenadora de opiniones.
Hace pocos días se produjo en la ciudad de Matanzas un hecho
homo-transfóbico lamentable. Oficiales de la Policía Nacional
Revolucionaria, en desacato a la voluntad política del Partido
Comunista, realizaron un operativo en el que condujeron
arbitrariamente a la estación de policía a varias personas
presumiblemente homosexuales y a personas trans.
Y no se trata de propaganda enemiga alrededor de la conmemoración
nacional en esa ciudad, pues la denuncia proviene de los intelectuales
cubanos Alberto Abreu Arcia y Víctor Fowler.
Se sabe que la Jornada Cubana contra la Homofobia era necesaria en
Matanzas, pero nuestros servidores públicos deben responder en casos
de abuso de poder y arbitrariedades que contradicen las políticas y no
se ajustan a Ley alguna.
Insisto en que la Jornada debe mantenerse todo el año, con acciones
educativas y una participación real, en la que la ciudadanía se sienta
parte del proceso de cambio que se requiere.
Es sabido que tenemos un mal de fondo: la estatización de todos los
espacios que lastra la participación y aborta las iniciativas y la
autogestión, además de las actitudes retrógradas, los miedos, los
sectarismos y los dogmatismos.
Casi al fin de un día como hoy, 17 de mayo, en que se garantizaron en
el pasado derechos plenos a los campesinos cubanos y se retiró la
homosexualidad de la Clasificación Internacional de Enfermedades, sigo
creyendo en la utopía de tener una Cuba donde la prosperidad también
signifique poder vivir en paz. [Santos Suarez, 17 de mayo de 2016]