1/22/2011

Carta abierta a Oscar Cuevas Romeros, referente a opinión sobre el programa Tabú, en Pasaje a lo Desconocido.

Estimado Oscar,

He notado que el mensaje enviado por usted al programa Pasaje a lo Desconocido ha comenzado a circular a través de varias cadenas de correos electrónicos. Llama poderosamente la atención que en los programas radiales subsiguientes, en los que Taladrid ha tratado el tema, se dijo que se han recibido cientos de opiniones positivas hacia el programa, pero ninguna ha circulado en cadenas de correos electrónicos… mi sexto sentido me dice que “algo huele mal en el Reino de Dinamarca”. No obstante,  le confieso sentirme feliz por el impacto que ha tenido el programa.

Usted ha divido su opinión en varios bloques,  en cada uno de ellos opina vehementemente sobre temas que le preocupa. Considero oportuno responder - por ahora- algunos de sus puntos.

Su opinión me hace pensar  que  transitamos por el camino correcto en el debate y la reflexión participativa que necesitamos para eliminar todas las formas de discriminación que aún persisten en la sociedad cubana. Taladrid fue cuidadoso con este tema, con preguntas profundas, bien estudiadas. No lo conozco personalmente, pero como periodista debe sentir mucha satisfacción al provocar estados de opinión y reflexiones sobre este tópico en los televidentes. Sin dudas toma distancia de las aburridas y sosas políticas informativas que consideran a los consumidores como una masa homogénea, pasiva y manipulable. El buen periodismo no debe ser complaciente. Lamento su “poca confianza” y al mismo tiempo admiro su coraje al disentir.

Usted dice: “en Cuba no hay manifestaciones de Homofobia”. Su comentario es peligrosamente absoluto, deliberadamente homofóbico y encierra una contradicción evidente. Su carta toda apuesta por el silencio, por ocultar una realidad que niega derechos a muchos ciudadanos y ciudadanas cubanos que no se alinean a las normas rígidas de una sociedad machista, patriarcal y dónde solo tienen cabida la heterosexualidad y dos géneros rígidos, estancos, ¿inmutables?. El SILENCIO es también HOMOFOBIA y ambos DISCRIMINACIÓN. 

En Cuba la violencia física hacia las personas homosexuales y transgéneros  también se silencia. El hecho de que no se haga pública no significa que no exista. Si bien es cierto que es muy raro escuchar sobre asesinatos a estas personas, como lamentablemente sucede en esta parte del mundo por ese motivo, sí persiste la violencia psicológica y verbal. Lamentablemente no sabemos –con enfoque académico y científico- los resortes ni las articulaciones de las discriminaciones  por orientación sexual e identidad de género en la Cuba profunda, periférica. Tampoco se han tipificado los crímenes de odio en nuestro país, ni siquiera existe consenso internacional sobre esta problemática.

Sin embargo, en la cotidianidad  convivimos, en muchas ocasiones pasivamente, muchas actitudes y pensamientos discriminatorios hacia las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros (LGBT) y también entre estas personas y hacia las personas heterosexuales. En las escuelas los niños y niñas que muestran amaneramiento o incipientes roles de género diferentes al sexo asignado al nacer sufren de agresiones verbales, en ocasiones físicas. Muchas y muchos son condenados al aislamiento y a la exclusión. La situación es mucho más compleja cuando los maestros y maestras no cuentan con las herramientas necesarias para lidiar con estas situaciones y se ven obligados a actuar desde sus prejuicios.  Los temas relacionados con la educación sexual y sobre la diversidad sexual en lo particular no se imparten en los programas curriculares de los estudiantes y profesores. A pesar de que estos contenidos están incluidos en el Programa Nacional de Educación Sexual. A propósito, quisiera agregar que no se trata de enseñar a las y los educandos a ser homosexuales o travesti. Esto es imposible y no está comprobado desde el punto de vista científico. La escuela es responsable de transmitir valores humanos, sobre todo de igualdad y no discriminación, principios básicos para la creación de una cultura de derechos humanos que debe comenzar desde edades tempranas.

Las bases de la homofobia escolar se aprenden en la familia. La palabra destacada obedece a que los estigmas y la discriminación son culturalmente aprendidos. Desde las primeras horas de nuestra existencia nuestras familias nos moldean de acuerdo a los papeles de género (masculino o femenino) socialmente permitidos. A las personas se les  adjudica  poderes en dependencia del aspecto de los genitales. Quien no encaje en esas normas está destinado a sufrir de incomprensión, rechazo y discriminación dentro de su propia familia. Las madres y los padres sufren de mucha angustia ante esta contradicción. Algunas de las víctimas han acudido al suicidio como única salvación. Si usted no ha identificado a alguna familia conocida o no conoce de casos como esto, hágalo saber al CENESEX, puede que se identifique el primer barrio modelo referencial de Cuba. Se dará cuenta entonces que, con lo aquí dicho, no hay “tormenta en vaso de agua” alguna, más que eso: lamentablemente vivimos en  las aguas engañosamente tranquilas de la discriminación y la simulación.

Otra penosa realidad es que las y los homosexuales no podemos pertenecer oficialmente a ningún cuerpo armado. No existe lógica alguna en este punto. Desde el surgimiento de la nación cubana muchas personas catalogadas como homosexuales blandieron el machete en los campos de batalla. Asociar la orientación sexual o la identidad de género a la moral o la ideología no tiene basamento científico alguno. Ser patriota no guarda relación alguna con nuestros cuerpos o con quien (o quienes) decidimos compartir nuestra vida amorosa y nuestro erotismo.

También nos vemos obligados a guardar absoluto silencio sobre nuestras sexualidades en el puesto de trabajo. Aun así, somos blanco de comentarios, burlas y actitudes discriminatorias, sin contar con el acoso laboral. Las y los administrativos niegan el empleo, en franca violación de la Constitución y leyes laborales, a las personas travestis y transexuales, que se ven obligadas a recurrir al trabajo sexual o a empleos “no formales”. Esto ocurre también con muchas personas transgénero que a duras penas llegan a graduarse como profesionales o técnicos. Usted probablemente me dirá que la expresión de la sexualidad tiene que estar restringida al ámbito personal o privado. Sin embargo, le respondo que la sexualidad nos acompaña en todo momento de nuestra existencia y es un derecho inalienable expresarla. Lamentablemente, en la Cuba de hoy esto solamente parece ser un “privilegio” de hombres heterosexuales y en menor medida de las mujeres heterosexuales. Ellas también tienen limitaciones para “contar sus experiencias sexuales” o para piropear a los hombres, todo gracias a la opresión del género masculino dominante.

Usted dice, en artero ataque homofóbico hacia el sistema de salud cubano, que “si hubiera homofobia no habría personal disponible en los hospitales”. Mito al fin, contrasta con la mayoría de personas heterosexuales que trabajan en el sector de la salud, ámbito que tampoco escapa de los efectos de la homofobia. Se lo dice un profesional, que ejerce la medicina hace 17 años y trabaja en un hospital con casi 3000 trabajadores.

Resulta pretensioso hablar en nombre de todos los cubanos cuando se refiere a la tolerancia hacia los homosexuales, y puede que tenga algo de razón cuando usted apuesta por el silencio y limitar nuestro derecho a expresar nuestras sexualidades. Le invito a pensar en términos de respeto, igualdad y solidaridad.

Alberto Roque Guerra


 

Reinaldo Taladrid: Esperé a ver la segunda parte del documental  Tabú para hacer, por esta vía,  algunos comentarios del programa y el tema.

 

Primero:  

No era el acostumbrado periodista, hacedor de preguntas difíciles, agresivo, capaz de poner en situaciones difíciles al “especialista del tema”, que interrumpe cuando no le contestan lo que él quiere, que insiste en preguntas polémicas, no, esta vez Pasaje  tenia a un noble “conductor”, con un rostro tímido y diferente, más bien complaciente, asustadizo, con preguntas evidentemente conciliadas con su “oponente”. No debiste hacer ese programa  pues como yo, muchos cubanos perdimos un poco de confianza en ti.

Segundo:

Lo que más me desagrada del tema es el empeño del CENESEX y de Mariela Castro Espín de hacer del este una tormenta en un vaso de agua.  En Cuba no hay manifestaciones de homofobia. El cubano tolera a los homosexuales y transexuales.  Solo irrita el comportamiento grosero de muchos de estos individuos, al igual que al delincuente y antisocial común, cuando no sabe comportarse y cumplir las normas elementales de conducta social. (Si fuera de otra manera los hospitales de nuestro país hoy no pudieran funcionar).

Tercero:  

Mariela Castro, usted querido periodista y yo nacimos en Cuba y no en Europa. Fastidia mucho las contantes comparaciones al tratar el tema de la “libertad de género”, entre Cuba y las tendencias actuales en los países de la “vieja y culta Europa”. Cuba es rumba, tabaco y ron, es el gran ajiaco cultural que nunca fue sazonado con lesbianas y homosexuales.  Ni antes del 59 ni después nos dijeron que “eso era bueno” o que “era normal”. ¿ Cómo empeñarse en un cambio tan brusco en la manera de pensar, en la idiosincrasia y en el comportamiento de estos isleños caribeños que no nos parecemos a nadie más?. Este comportamiento de la doctora Castro Espín provoca más rechazo que adeptos.

Cuarto: 

Mi esposa y yo batallamos durante años para lograr que ésta saliera embarazada. Finalmente no lo logramos aún cuando ella fue diagnosticada como una mujer fértil y el resto de las pruebas fueron satisfactorias. Puede ser que la Dra. Castro Espín  no sepa que solo en la “Capital de todos los Cubanos” existe (en el Vedado)  consultas con tecnología para atender los miles y miles de casos de parejas que no logran procrear, que hay que hacer colas inmensas para lograr que un especialista te atienda.  En mi provincia esta es una de las especialidades más demandadas y a la cual el sistema de salud no le presta la más mínima atención. Sería bueno que la  encumbrada doctora supiera que no todos tenemos la suerte y el dinero del reconocido pelotero Eduardo Pared que para lograr el embarazo de su pareja tuvo que permanecer por un año en México. ¿ por qué el Cenesex no se ocupa de este tema y destina parte de los millones de dólares que se gastan en campañas por el día mundial contra la homofobia  para impulsar un programa de atención a la reproducción en un país donde la mujer no logra ni las tasas de reproducción que garanticen su remplazo?. 

Quinto

Preferiría que se gastara dinero (divisa)  en comprar colchones y pomadas anti escaras para los miles de personas encamadas, o la materia prima que los cientos de medicamentos faltantes hoy en las farmacias demandan, o para mejorar el estado de importantes áreas  hospitalarias, prácticamente en ruina. Preferiría fuertes campañas (con financiamiento, como lo logra el Cenesex) para atender los pacientes y los familiares de la demencia senil, para lograr que las madre parturientas dispongan de culeros desechables, para enfrentar con mas efectividad el tema del consumo de droga, alcohol y tabaco. Cuando estos problemas se estén atendiendo adecuadamente pudiéramos entonces pensar en las operaciones para el cambio de sexo.

ÚLTIMO

Tengo la confianza de que cualquier modificación a la legislación actual que pretenda cambiar los principios y los lineamientos concebidos y aprobados en la actual constitución,  se consultará al pueblo, el que ha demostrado en estos más de 50 años  no estar equivocado.  No creo que a alguien se le ocurra presentar las propuestas que se “cocinan” a la Asamblea  Nacional sin tener la consideración del electorado. Nadie tiene derecho a utilizar recursos financieros del País y que son del pueblo para hacer cuantas campañas publicitarias le de la gana haciendo uso de la fuerza que le confiere el cargo, acaso esto no es desvío de recursos, violación de la legalidad o corrupción autorizada y respaldada?. Otro gallo cantará un dia.

Oscar Cuevas Romeros.

Santa Clara. Villa Clara.

 

 

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