10/07/2020

Carta a las personas adultas sobre la sexualidad en la infancia y la adolescencia

Estimadas personas adultas,


La sexualidad en la infancia y la adolescencia es un asunto muy importante con el que lidiamos todos los días las personas adultas, incluso si no somos madres o padres. Por eso quiero dedicarles esta publicación.

Cuando nacemos no tenemos algo llamado sexualidad en los genes, eso debe construirse paulatinamente a lo largo de nuestra existencia. Antes del nacimiento ya los adultos le tenemos preparados los límites, los símbolos y el lenguaje que constituyen las normas de lo que conocemos como sexualidad. 

Me atrevo a afirmar que no hay nada más sujeto a juicios de valor que la sexualidad. Dentro de los aspectos más importantes que la constituyen están lo que definimos en nuestra cultura como femenino, masculino y heterosexual.

Más allá que conceptualizar estas categorías, parece que vivimos demasiado angustiados por lo que no se ajuste a esa norma. Esa aflicción es un duelo ante la posibilidad o la evidencia de ser o «salir» otra cosa que no se ajuste a todo lo que se concebimos como «naturalmente» masculino, femenino o heterosexual.

Es un asunto complicado, sobre todo porque nos sentimos responsables   ̶ y en no pocas ocasiones culpables -- por la sexualidad de la persona que crece bajo nuestra tutela y educación. 

Por eso creo oportuno aportar algunas ideas a las personas adultas, que repito, son solamente ideas, no recetas ni normas ni guías, pues cada persona puede y tiene derecho a abordar este asunto desde ángulos diferentes. Aquí les va:

-La infantes y los adolescentes deben gozar de autonomía. Es decir, son sujetos de derecho, con dignidad, en tanto personas. La sexualidad y la manera en que se identifican con relación al género debe ser respetada. Aunque no estemos de acuerdo, dejar ser, comprender y adecuar nuestras ideas en relación a cómo se constituye cada persona a esas esas edades es siempre mejor que reprimir, intentar curar, normalizar.

-Si los genitales o el cuerpo de la persona al nacer no permiten asignar un género, no solicite ni consienta la modificación del cuerpo hasta que tenga la capacidad de decidir. Muestre apertura para aceptar y respetar cambios en la identidad y roles de género que el infante vaya mostrando sobre todo si no se ajustan al género finalmente asignado. Permita solamente la intervención médica cuando la salud física del infante corra peligro y no excluya al menor de la toma decisiones. Recuerde, es su cuerpo no el suyo. En todo el proceso reconozca como persona adulta sus propios malestares, temores y dudas que requieran ayuda médica profesional.

- La educación en la sexualidad sobrepasa sus decisiones y concepciones personales. Usted no es dueño del menor, usted es guía, es apoyo, es responsable legal. Aprender sobre la sexualidad es también tarea de las escuelas, de los medios de comunicación y de agentes externos que usted no puede controlar, pero que deben actuar en el beneficio del infante y el adolescente. A esto se le denomina interés superior del menor y es un asunto laico. Aprender no es adoctrinar, es extirpar prejuicios, culpas, represiones y la violencia sobre el cuerpo y la sexualidad. En nuestro contexto cultural y de acuerdo a las tradiciones e historia tendríamos mucho que desaprender.

-Escuche, pregunte, indague y dialogue con el menor. Busque ayuda profesional para lidiar con el lenguaje adecuado a cada edad. Hablar con naturalidad sobre el cuerpo, sus cuidados, sus cambios y sobre como lo percibimos es fundamental.

-Respete la privacidad sexual sin desatender cambios o signos que alerten sobre angustias o elementos nocivos para la salud física y mental del menor. 

-Recuerde alertar sobre la realidad circundante. Explique con argumentos sobre los contextos positivos y también sobre las amenazas y riesgos en relación a la sexualidad. De pistas sobre los posibles abusadores sexuales, sobre todo si son personas adultas cercanas al menor, independientemente del género, orientación erótica del deseo y la relación filial. Alerte con racionalidad, evite fomentar el pánico.

-El deseo erótico y su orientación, más las expresiones de género que no se ajusten a las características biológicas no son una enfermedad o trastorno. Pueden ser fluidas y cambiantes, sobre todo en los primeros años de nuestra existencia. Si fuesen estables y permanentes, busque usted ayuda profesional si no las comprende. Sume al resto de la familia, a la escuela y al resto de los espacios de socialización donde se desarrolla el infante.

- Antes de llevar al menor a una consulta de salud mental siempre considere sus dudas y angustias como persona adulta. Recuerde que usted también creció con prejuicios, silencios y distorsiones sobre la sexualidad. En no pocas ocasiones es usted quien requiere ayuda, no el menor.

-Masturbarse es un derecho y no existe algo llamado onanismo, el descubrimiento del placer sexual es algo natural. Desaprenda que solamente se obtiene placer de los genitales. Cuando lo entienda hable con el menor sobre esos temas, como persona adulta responsable.

-Evite erotizar precozmente a la infancia. Cada cosa es a su tiempo. Un menor no es un adulto por lo que no se mueve, ni se viste como un adulto. Tampoco tiene que renunciar a tener pelo rizo y tiene derecho a no usar maquillaje y afeites de adultos. 

-Enseñe a no discriminar a otras personas por su sexualidad, género, color de la piel, religión, discapacidad, origen de residencia ni nivel económico. 

-Condene el uso de la fuerza bruta y la violencia física y psicológica. Identifique si el menor bajo su custodia es víctima de violencia o acoso escolar por otros menores o por el personal de la escuela. Busque ayuda, denuncie. El hogar debe ser un lugar seguro, de integración, paz y amor.

Se quedan algunos elementos pendientes, pero es un día en que me he puesto reflexivo, por el niño y el adolescente feliz que fui, por la educación de mi familia, de las escuelas y también por las pérdidas, los duelos y las contradicciones que enseñan. 

Mis afectos,

Alberto Roque Guerra

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