7/09/2018

Demonios fundamentalistas cristianos: algunas reflexiones hereticales para el Partido Comunista de Cuba (parte I)

Un amigo colombiano, activista respetadísimo por los derechos de las personas con sexualidades y géneros no heteronormativos, me dijo hace unos años que con las iglesias no se dialoga. 
En aquel momento el activismo cubano LGBT estaba siendo bombardeado con opiniones fundamentalistas de múltiples congregaciones religiosas, después que el Ministerio de Salud Pública aprobase la Resolución 126 de 2008 sobre la atención de salud a las personas transexuales. 
De paso, estos grupos también amenazaron con salir a la calle a manifestarse si se aprobase la Ley Código de Familia. La iglesia católica (en minúsculas, porque no veo razón para escribirla con mayúsculas) se expresó por interno con la Oficina de Asuntos Religiosos del Departamento Ideológico del Partido Comunista y publicaron sendos editoriales que expresaban su postura fundamentalista sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo y sobre las cirugías de reasignación sexual, pero desde las doctrinas del personalismo filosófico-antropológico no secular. 
Ahora se repite la historia. Las modificaciones a la Constitución y del cuerpo de leyes que de ella emanen son momento propicio para que comiencen las movidas, los ataques y las presiones. 
La Declaración de la iglesia Evangélica Pentecostal Asambleas de Dios, las Convenciones Bautistas Occidental y Oriental, la Liga Evangélica de Cuba y la Iglesia Metodista en Cuba han abordado en tres puntos los pilares principales que sustentan su dogma fundamentalista devenido en ideología (¿de género?).
Pero este post no va dirigidos a ellos, es mejor hacerle caso a mi amigo colombiano. Más bien quiero dirigirlo al Departamento Ideológico del Partido Comunista, la fuerza dirigente superior de la sociedad cubana, que al menos en la letra y en acciones limitadas ha superado algunos dogmas fundamentalistas estalinomachistas mediante una política de no discriminación por orientación sexual e identidad de género.
Para ello, dedicaré varias entradas a cada punto de la declaración.
Punto 1  de la Declaración: 
«La familia es una institución divina creada por Dios y el matrimonio es exclusivamente la unión de un hombre y una mujer»

Falso. Las familias se crearon desde la organización de los clanes humanos mucho antes de que se tuviera conciencia de las religiones. Su evolución histórica ha mostrado diversidad de uniones u organizaciones que en muchas culturas con religiones politeístas no siguen el patrón nuclear y jerárquico del Cristianismo. Continúan evolucionando desde diferentes formas de parentescos y uniones. 
El matrimonio existía desde antes del cristianismo, sólo que se convirtió en institución cuando se reguló desde la ideología patriarcal cristiana. De hecho, una vez extinguido el vasto e indecente poder de la iglesia católica apostólica y romana este fue una de las concesiones que el Estado moderno hizo con la iglesia. Ambas estructuras de poder contribuyeron a regular los parentescos desde valores morales que nos parecen naturales pero que tenían tanto en el Feudalismo como en el naciente Capitalismo un fin económico claro. De ahí surge el contrato social en la modernidad, que sigue vigente en las legislaciones contemporáneas de Occidente. Ese contrato excluyó y trató de normalizar y subordinar a las mujeres, que ya no eran quemadas en la hoguera ni eran calificadas de brujas por el Cristianismo y propició con el desarrollo de las ciencias todo un sistema de clasificaciones biomédicas y de normas jurídicas adscritas a la Ley Natural. Los derechos al divorcio, a la vida pública y votar fueron arrebatados por la fuerza al poder de la ideología del Patriarcado.
Nuestra Constitución vigente, aunque se apellide socialista no se aparta de los fundamentos del Contrato Social burgués ni de su enfoque deliberado sexuado binario y esencialista.
La Biblia, producto humano masculino que despide un fuerte hedor ideológico de género, consta de varios libros tergiversados por los patriarcas que los escribieron y por las sucesivas traducciones desde el griego a las versiones en las lenguas actuales. 
Con el mayor respeto a los cristianos honestos cuya espiritualidad es sincera, pero desconfío mucho de la interpretación literal de un texto lleno de contradicciones y manoseado con malvados intereses, que sirvió para exterminar culturas y que sigue siendo usado para generar infelicidad, odio, exclusión, miedos y culpas. 
Si los cristianos contemporáneos no condenan el consumo de mariscos, ni permiten la tenencia de esclavos —como literalmente dice la Biblia— también pudieran pensar en una actualización desde otros valores morales universales que proclaman las escrituras en relación a la libertad, la honestidad, el goce y la no violencia. 
El cuerpo y la sexualidad debieran ser vistos como fuentes de plenitud espiritual y las uniones amorosas entre humanos bendecidas por las iglesias mientras no sean violentas y sean fuente de felicidad y concordia.

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