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5/09/2018

Acoso escolar por orientación sexual e identidad de género

El pensamiento feminista nos ha dicho hace mucho tiempo que lo personal es político.  Por eso, al ser yo un sobreviviente del acoso escolar homofóbico, para mí tiene un significado especial participar en un evento de este nivel. Aunque por esa y otras razones también he sentido el peso del acoso en momentos posteriores de mi vida, las vivencias de mi infancia y la adolescencia me dieron herramientas para expresar plenamente mi sexualidad y luchar por la libertad sexual de las personas.

Sobrepasado este preámbulo quisiera agradecer a la Dra.C. Yoanka Rodney la posibilidad de participar en un panel que trate el tema del acoso escolar y al mismo tiempo pedir disculpas por la referencia de carácter personal que encabeza mi ponencia.

El acoso escolar por orientación sexual e identidad de género es un fenómeno multidimensional que debe ser visto de forma holística y transdisciplinaria.

En esta ocasión me referiré primeramente a algunas dimensiones teóricas en relación al género desde una perspectiva de derechos humanos, que matizados críticamente con elementos bioéticos, guardan relación con el acoso escolar.

El uso del enfoque bioético y derechos humanos obliga, en un segundo momento de mi intervención, a pasar de la reflexión crítica al esbozo de elementos biopolíticos de intervención en las políticas públicas.

La homofobia y sus variantes específicas son una de las formas en que se expresa el acoso escolar. El rechazo, la exclusión, la humillación y las agresiones físicas reiteradas hacia las y los escolares que muestren expresiones de género diferentes al sexo asignado o  hacia la demostración de elementos identitarios homosexuales o bisexuale, son las formas en que se manifiesta el acoso escolar por estos motivos.

Aunque pueden combinarse con otros estigmas (color de la piel, origen geográfico, creencias religiosas, rasgos morfológicos) en el acoso homofóbico y transfóbico  quien acosa y su víctima tienen una relación basada en asimetrías de poder, que en el caso de la sexualidad y el género se asientan sobre una matriz heterosexual dominante, legitimada por la cultura, la moral y las instituciones.

En dicha relación las y los acosadores devienen en policías del género, representantes del poder heteronormativo que la víctima termina aceptando. A decir de Bourdieu[1], dicha relación se articula desde una relación de violencia simbólica donde la opresión es concebida como natural e inevitable, pero en muchas ocasiones evoluciona hacia una escalada de hechos discriminatorios y vejatorios capaces de aniquilar a la víctima.

Dicho poder heteronormativo descansa en las bases ideológicas de la dominación masculina, que también es ejercida por las niñas y las adolescentes cisgénero. Sus bases se ubican en un sistema sexo-género-deseo lineal, esencialista y binario, que toma como punto de partida a las características biológicas que definen la categoría sexo y desde el guión cultural del género se le atribuyen significados subjetivos, sociales y políticos estratificados en poder.

Así se configuran los mandatos culturales que persiguen fines reproductivos en relación al deseo erótico heterosexual. Todas las variantes que ponen en tela de juicio dicho sistema heteronormativo conllevan a descalificar a las y los infantes que expresen un género diferente al asignado o que con el advenimiento de la pubertad comiencen a mostrar inclinación hacia personas de su mismo género. El acoso escolar se convierte así en una operación perversa y violenta que pretende aniquilar a los raritos, a los indeseables por la cultura o por los valores morales que nuestra sociedad jerarquiza en una escala axiológica de higiene social.

Resulta notable que desde las edades preescolares y hasta el comienzo de la adolescencia el acoso se expresa como trasgresiones de género. La condena a los infantes «afeminados» o hacia aquellos que se identifican con roles o expresiones de género transgenéricos comienza desde los espacios familiares y comunitarios para canalizarse en las escuelas.

Cuando las expresiones de género trans son profundas y sostenidas (niñas y niños trans) las relaciones interpersonales con sus pariguales producen síntomas disfóricos que tienen un profundo impacto deletéreo en su desarrollo psicosexual. En nuestro país esta es una realidad silenciada y desatendida, salvo algunos servicios aislados de la salud mental.

Según algunas series internacionales publicadas, la mayoría de estos individuos no llegan a ser personas transexuales en el futuro, sin embargo, no se ha valorado el impacto psíquico que dichas hechos provocan[2].

El análisis de la categoría sexo es aún más complejo y silenciado en el contexto del acoso escolar. Se conoce que no es una categoría naturalmente estable y que pueden observarse variabilidad en sus expresiones que no son patológicas. Los infantes intersexo, al no tener una genitalidad inteligible, son víctimas de un pacto de silencio impuesto por sus progenitores y los profesionales de la salud. Durante la edad escolar y la adolescencia se les somete a cirugías de corrección genital sin que se tengan la capacidad de consentir sobre las intervenciones sobre sus cuerpos. Dicha violación del principio bioético de autonomía se agrava con los potenciales ataques de otros educandos cuando el sexo asignado a los individuos con ambigüedad genital no coincide con la identidad de género sentida por el infante.

Otros aspectos importantes en la dimensión intersubjetiva del bullying homofóbico y transfóbico son las percepciones y valores morales de las y los educadores en relación a la heteronormatividad.

La deficiente formación con enfoque de género del profesorado contribuye a empeorar el acoso escolar, que además de no reconocer a los grupos de educandos vulnerables, no cuentan con herramientas para la prevención y protección de las víctimas. De hecho, si las concepciones de género de las y los educadores son binarias, reproductivas y heteronormativas se corre el riesgo de legitimar el bullying por orientación sexual e identidad de género. 

A este panorama se asocia la dimensión institucional de la homofobia que parte de la ausencia de políticas de Estado que reconozcan la diversidad de expresiones de género y de construcciones del deseo erótico, el enfoque positivista, paternalista, verticalista y esencialista de los modelos pedagógicos, el no respeto de la autonomía de las y los infantes como legítimos sujetos de derecho y la no promoción del desarrollo del pensamiento crítico y de la participación de acuerdo a cada momento del desarrollo vital.

Tampoco se promueve efectivamente una educación en valores que con su componente bioético interrelacionaría los principios de pluralidad, responsabilidad, respeto de los grupos vulnerables, equidad y no estigmatización y no discriminación.

Resulta notable que el Programa Nacional de Educación Sexual, redactado desde 1972, no haya sido implementado de forma transversal en el Sistema Educativo y que en fecha tan reciente como 2011 se cuente con la Resolución Ministerial 139 «Programa de Educación de la Sexualidad con Enfoque de Género y de Derechos Sexuales en el Sistema Nacional de Educación»[3]. Dicho documento normativo es amplio y ambicioso en su alcance, pero en nada se refiere al acoso escolar, su tipificación, prevención y abordaje.

Aunque se evidencian cambios favorables en relación a la homofobia y la transfobia escolar, el escenario actual en que el Sistema Educativo ejerce sus funciones es complejo puesto que según López Bombino  en relación a los valores, a nivel global se evidencia una crisis del sentido, de las expectativas y de los proyectos de vida, una incongruencia entre el discurso verbal y el comportamiento moral efectivo, un crecimiento de la apatía, de la desconfianza y del afán de lucro, un crecimiento vertiginoso de la marginalidad conductual, falta de comunicación familiar y de modelos y ejemplos y una imposición de gustos estéticos mercantiles[4]. Dicho panorama global de crisis de valores Lipovetsky [5] lo definió como ética indolora. Nuestro país no está exento de ello.

Sin embargo, la educación en Cuba cuenta con suficiente capital humano y experiencia para retomar los valores morales que permitan una formación integral de ciudadanos libres de estigma y discriminaciones. Se requiere descolonizar el pensamiento y tomar referentes de la educación popular y del legado axiológico de Martí, Luz, Varela y Freyre.

La escuela podrá ser un espacio seguro si se desaprende a discriminar y si las relaciones entre educandos se basan en la empatía y el respeto a la dignidad humana. Uno de los retos es que su alcance llegue a la comunidad y se integre a acciones de participación real de acuerdo a las necesidades concretas de esta última.

A la vez, mientras no se produzcan cambios positivos en el imaginario colectivo en relación a las discriminaciones deben establecerse políticas de protección a los grupos vulnerables al acoso escolar en todas sus manifestaciones.

La enseñanza debe apropiarse de un enfoque de género no binario y de derechos humanos,  tanto a nivel de la formación del profesorado como de las y los educandos. También deben desarrollarse las habilidades y competencias que permitan tener un enfoque crítico a los esencialismos sexuales y de género, aún y cuando la cultura dominante y la familia no coincidan totalmente con sus postulados. Desde el punto de vista ético son los mínimos para la construcción de una moral civil y de los máximos en relación a la felicidad y la realización individual de cada persona[6] en cuanto a su orientación erótica del deseo y su identidad de género.

La educación en la sexualidad es un derecho humano que debe ser respetado, enmarcado en el derecho a la educación, contenida en la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño y en las normativas y leyes cubanas vigentes. También se aplican la necesidad de garantizar otros derechos relacionados: derecho de los niños a expresar su opinión y a ser escuchados, derecho al cuidado y la protección y el derecho a la protección contra toda forma de discriminación.


[1] Bourdieu, P., & Jordá, J. (2000). La dominación masculina. Barcelona: Anagrama. 
[2] Ehrensaft, D. (2011). Gender Made, Gender Born:  Raising Healthy gender-nonconforming children. New York: The Experiment y Cohen-Kettenis, P. T., Owen, A., Kaijser, V. G., Bradley, S. J., & Zucker, K. J. (2003). Demographic characteristics, social competence, and behavior problems in children with gender identity disorder: A cross-national, cross-clinic comparative analysis. Journal of Abnormal Child Psychology, 31(1), 41-53.
[3] MINED (2012). Programa de educación de la sexualidad con enfoque de género y derechos sexuales en el sistema nacional de educación. Resolución Ministerial 139/2011, La Habana.
[4] López Bombino, L. (2012). Entre la ética de la ciencia y la bioética: problemas y debates actuales. Félix Varela. La Habana p. 225
[5] Lipovetsky, G., Richard, B., & Moya, A.-P. (2008). La sociedad de la decepción (Vol. 127): Anagrama.
[6] Gracia, D. (1989). Fundamentos de Bioética (pp. 576). Madrid: Eudema (Ediciones de la Universidad Complutense).

6/02/2011

Matrimonio, Familia y Educación Sexual en Cuba: ¿Y los Otros Modelos?



Por Alberto Roque Guerra
¡Oh, sorpresa! En mi revisión matutina de las noticias del día me encuentro con dos artículos publicados en los diarios más importantes de nuestro país.
En Juventud Rebelde, diario de la Juventud Cubana, aparece el artículo de opinión Educación sexual, ¿asunto familiar?. Confieso que al leer el titular pensé: que bien, ha puesto el dedo en la llaga. Al sumergirme en la lectura noto que su autor, el profesor y pedagogo, Diego de Jesús Alamino, adopta un enfoque acrítico respecto a la educación sexual hacia el interior de la familia cubana, donde hablar de sexualidad continúa siendo un tabú y los padres no cuentan con las herramientas necesarias para brindar información sobre sexualidad basada en los conocimientos científicos. Lamentablemente lo –mal- aprendido sobre sexualidad  en nuestras familias sigue impregnado de estereotipos machistas y patriarcales que debemos a nuestra milenaria herencia cultural y religiosa judeo-cristiana y africana.
En la familia cubana contemporánea se niega el derecho de las niñas y niños, como sujetos de derecho, a ser educados  en los temas de la sexualidad con enfoque de género y con pleno respeto a la diversidad. Se ignora sobre la capacidad progresiva de aprendizaje de las y los infantes sobre sexualidad. En consecuencia se perpetúan las acciones autoritarias y normalizadoras de los padres al definir desde sus prejuicios y su poder lo que sus hijas e hijos deben o no saber sobre sexualidad, como si la rica y diversa realidad circundante no tuviera influencia alguna sobre la personalidad de cada ser humano.
El artículo tampoco profundiza en el papel de la educación escolar y sobre las resistencias que nuestro sistema educativo impone a la aplicación del Programa Nacional de Educación Sexual en todos los niveles de enseñanza de forma transversal, con enfoque de género, basado en los principios de igualdad y no discriminación y más allá de los contenidos biologicistas y positivistas que predominan en la actualidad.
Me alarma leer en
pleno siglo XXI que el autor diga sin ambages que debe respetarse el “valor” de la virginidad para algunas familias cubanas. Esa es simplemente una muestra del pensamiento medieval que perdura en nuestro imaginario y que se acuña como valor. El control del cuerpo de las mujeres y de las sexualidades todas no será jamás un valor mientras se basen en la desigualdad y el estigma entre los seres humanos. No debemos confundir privilegios con derechos.
Preocupa así mismo que el profesor Diego De Jesús, mezcle el tema de la educación sexual con el matrimonio
al mencionar el artículo de la nuestra Constitución donde se establece como “la unión entre hombre y mujer”. Es una pena que no sea más explícito, pero puedo leer entre líneas y noto que dentro de sus valores personalísimos solamente tiene cabida y legitimidad la educación sexual en el contexto de las familias heteroparentales reconocidas legalmente por el Estado y algunas Iglesias. Esa realidad se subvierte ante nuestras narices con otros modelos de familias también válidos: monoparentales, homoparentales y muchas otras variantes, ejemplo: cuando educa un tío, un amigo, uno o dos abuelos sin contar las uniones consensuales (no legalmente registradas) en muchas de sus variantes.
Si esta es la lógica que sigue una aparente mayoría desde el control social, se viola entonces el artículo constitucional que proclama que las cubanas y cubanos nacemos con derechos, somos iguales y no podemos ser discriminados por ningún motivo. Me atrevo a decir que en este aspecto, nuestra Constitución no es representativa de grupo de cubanas y cubanos bastante numeroso y debe, por lo tanto, se modificada.
Sin dudas, este artículo tiene vasos comunicantes intencionales y muy nítidos con  este otro:
Matrimonio: Protección Jurídica, publicado también hoy en Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba.Para avalar el contenido de su artículo,  Ricardo Alonso Venereo cita  a la doctora Olga Mesa Castillo, presidenta de la Sociedad Cubana de Derecho Civil y de Familia de la Unión Nacional de Juristas de Cuba, quien en su charla con el autor,se refirió a la garantía de los derechos económicos y patrimoniales bajo el matrimonio  así como a las potencialidades de desprotección de la prole y del derecho a la biparentalidad por las características de “liberalidad” de las uniones consensuales.
Con el mayor respeto y admiración que profeso por la Dra. Mesa, sin dudas una institución en Cuba sobre Derecho de Familia, considero que su opinión explica claramente la única garantía que ofrece el matrimonio en Cuba: la patrimonial;  de hecho en ocasiones digo medio en serio, medio en broma, que esa institución con fuertes orígenes religiosos debiera llamarse Patrimonio. Sin dudas, lo anterior es cuestionable, puesto que para las parejas consensuales basta con testigos que muestren evidencias de una unión estable para dar curso  a la reclamación de los bienes patrimoniales adquiridos durante la relación de pareja. Si de protección de la descendencia se trata, la ley cubana es clara en la protección de los derechos de las niñas y niños,  independientemente que se trate de matrimonio, unión consensual u otro modelo de parentalidad o maternidad.
Contrasta el contenido del artículo con el silencio ante la creciente necesidad de legitimar legalmente otros modelos de familia, dentro de ellas las fundadas por parejas del mismo sexo, tema también tratado en la  IV Conferencia Internacional de Derecho de Familia, celebrado el pasado abril en La Habana y donde la propia Dra. Mesa abogaba por la discusión y aprobación de las modificaciones del Código de Familia.
Alonso Venereo también exorciza otros de sus fantasmas al referirse al  incremento en un 4.6% del índice de uniones consensuales en Cuba. El autor, va más lejos y concluye con el siguiente párrafo:
Es necesario detener la crisis actual del matrimonio en nuestro país. Hay que educar en la importancia y el sentido de esta unión legal para que las parejas se casen, aun cuando la tendencia universal vaya en sentido contrario. La familia basada en el matrimonio ofrece seguridad, fortaleza y unión. (El destaque es mío)
El autor mira nuevamente a la punta de las ramas al referirse a una supuesta crisis del matrimonio en Cuba y parece no advertir que la verdadera crisis es de valores en las relaciones humanas, hacia el interior de la familia y en la sociedad toda. ¿Cuál es la evidencia científica que avala su afirmación? ¿Cuál es su referente en Cuba de que otros modelos de familia no son válidos o legítimos? Su discurso me recuerda a las posiciones  adoptadas por la falange franquista - católica del Partido Popular cuando se aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo en España.

No me sorprende que no mencione en ningún momento la palabra amor, quizás por manida o cursi, pero tan necesaria en estos tiempos. También agregaría yo: comprensión, comunicación, empatía, igualdad, respeto, solidaridad y cultura de paz. Sin estos valores jamás habrá seguridad, fortaleza ni unión. Si se le llama matrimonio a las múltiples y legítimas familias basadas en estos principios, bienvenido sea, al igual que el resto de los modelos. (2/06/2011)
 

2/08/2009

Identidad gay y homofobia

(Palabras en el panel "Masculinidad y homofobia", durante la Primera Jornada Cubana contra la Homofobia, Pabellón Cuba, La Habana, 17 de mayo del 2008)
Resulta un privilegio y al mismo tiempo un reto hablar sobre homosexualidad masculina y homofobia. El privilegio, que tengo el gusto de compartir con ustedes, es precisamente el de contar con un espacio de reflexión y diálogo como este. El reto consiste en abarcar en su totalidad el problema de la homofobia ante las múltiples y diversas expresiones de la sexualidad humana. En consecuencia, intentaré realizar una aproximación a la homofobia basada en mi experiencia, en las ricas influencias de mi entorno social y en las útiles lecciones aprendidas en estos últimos 4 años de continuada colaboración con el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX).

La familia

La sociedad cubana actual continúa permeada de ideas y concepciones machistas y patriarcales, a pesar de los esfuerzos realizados por la Revolución por eliminar esta herencia cultural de casi 500 años. La familia, como núcleo fundamental de la sociedad, es el marco fundacional de estas relaciones de poder. Las personas homosexuales nacemos y crecemos, en la mayoría abrumadora de los casos, en el seno de una familia heteroparental, es decir, somos hijos de padres heterosexuales y crecemos por lo tanto bajo códigos heterosexistas y machistas.

La orientación erótica hacia personas del mismo sexo o hacia ambos sexos –permítanme hablar a nombre de los bisexuales- se forma paulatinamente a lo largo de la niñez y se consolida al final de la adolescencia. La dura tarea de ser “macho”, de la cual tampoco escapan los varones heterosexuales, conlleva a una alta carga de responsabilidad para los padres. La simple insinuación o muestra de que la homosexualidad o la bisexualidad será una de las maneras de expresar nuestra sexualidad se convierte en una tragedia para toda la familia. Ni ellos ni nosotros estamos ajenos a ese sufrimiento.

No somos homosexuales porque lo hemos elegido, ni es tampoco un comportamiento o una inclinación aprendida. Si todo fuera de esta manera, no fuéramos homosexuales, no existirían estos conflictos, y el CENESEX y el Centro de prevención del Sida probablemente se dedicarían a trabajar en otros temas. La marcada resistencia a comprender esta realidad deriva en la exclusión, la marginación y hasta el maltrato físico de los niños y adolescentes que comienzan a tener inclinaciones homosexuales, quienes crecen con una marcada culpa ante la ingenuidad para entender el motivo de estas acciones. La familia se fracciona y ha provocado la ocurrencia de suicidio de algunos miembros.

Bajo estas mismas condiciones se esgrimen hoy día todas las razones para impedir que las parejas homosexuales formemos una familia -en este caso homoparental-. Pero, ¿cual es el referente de la familia homoparental? Los estudios realizados en otras sociedades de occidente demuestran que las niñas y los niños que crecen bajo la tutela de padres del mismo sexo no presentan una mayor incidencia de trastornos psicológicos ni de problemas con el aprendizaje en comparación con las hijas e hijos de personas heterosexuales. El ejercicio de la paternidad, además de ser un derecho, no guarda relación alguna con la orientación sexual ni con la identidad de género.

El reconocimiento legal de las parejas homosexuales en nuestro país es también un asunto pendiente. Mientras perdure esta situación, seguirá siendo discriminatoria. Muchas personas de nuestra generación han adoptado el concubinato como forma de unión entre personas de diferentes sexos que es reconocida ante la ley con las mismas prerrogativas que el sacrosanto matrimonio. No me atrevo a decir que las personas homosexuales que disfrutamos de nuestras relaciones de pareja estables rechacen del todo la idea del matrimonio. Las parejas de hecho son, al menos en Cuba, la forma más viable por el momento, de lograr el reconocimiento legal de nuestras uniones. De aprobarse la nuevas y revolucionarias modificaciones del Código de Familia, se tendrán que realizar –cuando sea oportuno- los pertinentes cambios a nuestra Constitución. Si me lo permiten, deseo expresar que personalmente no pretendo acatar el modelo tradicional de familia heteroparental, solo quiero compartir mi vida , junto a otro hombre, con igualdad de derechos y en el respeto a cualquier otra forma de conformar familia que sea capaz de educar con valores humanos.

La familia es el objetivo fundamental a sensibilizar referente a los temas de la diversidad sexual. Las instituciones y los actores de la sociedad civil tendrán que continuar desarrollando un intenso trabajo educativo que permita revertir los prejuicios relacionados con la sexualidad. Nosotros, las personas homosexuales, también tenemos un papel crucial en este empeño, en la medida que seamos capaces de educar a todos los miembros de nuestras familias, con paciencia, mediante la persuasión, demostrando que somos seres humanos que no nos avergonzamos de nuestra orientación sexual y que valemos por las personas que somos.

La escuela

La escuela es el espacio canalizador de la homofobia, de hecho, la potencia a niveles insospechados en la medida que el niño “diferente” “no encaja” con el resto de sus compañeros. Estos niños, generalmente catalogados como “pajaritos” o “mariquitas”, por su gestualidad femenina, o por no participar en juegos violentos, son vejados y ridiculizados a la vista indiferente de sus maestros quienes a su vez no cuentan con las herramientas necesarias para tratar estos problemas. La educación en Cuba sigue reproduciendo e inculcando a los educandos profundos preceptos sexistas. Esto se expresa en la división del aula en varones y niñas para determinadas tareas, así como en una marcada definición de juegos apropiados para niñas y para niños.

La adolescencia es un periodo también complejo y extremadamente confuso. El varón adolescente que se sienta atraído por otros varones es también discriminado por su colectivo. En las escuelas donde se sorprenda a dos varones con relaciones afectivo-eróticas se les separa y se les traslada hacia otro centro, mientras que las relaciones entre personas de diferentes sexos son totalmente toleradas por ser consideradas “dentro de la norma”, aun cuando se expresen de forma inadecuada públicamente. Consideramos que la educación en asumir una sexualidad sana y responsable debe formar parte de los programas educativos en todos los niveles de enseñanza mediante la implementación del Programa Nacional de Educación Sexual.

Espacios e interacción macrosocial

Un aspecto casi unánime es el relacionado con los espacios para el esparcimiento y los llamados sitios de encuentro para personas homosexuales. A lo largo de décadas la Ciudad de la Habana ha contado con espacios públicos que abarcan socialmente a grupos de personas que comparten intereses comunes. La ausencia de sitios para el sano esparcimiento es un problema general que afecta a toda la población y en el que la autoridades deben pensar seriamente en la medida que mejoren las condiciones económicas del país. Opino que los espacios deben ser inclusivos y que permitan la coexistencia de personas de diferentes orientaciones sexuales. Debemos ser cuidadosos en que el reclamo de tener sitios de encuentro para personas únicamente homosexuales lleve a la aparición de especies de guetos y logremos con esto un mayor aislamiento social. De esta manera le estaríamos haciendo el juego a la homofobia.

Nos preocupa mucho la existencia de lugares donde la entrada es solo por parejas –hombre y mujer, por supuesto- o donde las administraciones se “reservan el derecho de admisión”. Estas regulaciones son arbitrarias y francamente discriminatorias. Pensemos en la posibilidad de crear sitios como el Mejunje en la ciudad de Santa Clara, donde coexisten en perfecta armonía la cultura, la diversidad humana y el esparcimiento.

Hacemos un llamado también a que se revise la manera en que las fuerzas del orden asedian a las personas homosexuales, únicamente por tener “apariencia gay” o por vestirse “raro”. Nuestro código penal no incluye la homosexualidad como figura delictiva y se hace necesario que todos conozcamos los derechos ciudadanos amparados por la Ley. El CENESEX cuenta con un departamento jurídico que tramita cualquier denuncia de las personas víctimas de esas arbitrariedades. Nuestros agentes del orden tienen que desarrollar su trabajo contra el delito y por mantener la tranquilidad ciudadana. Así mismo, los ciudadanos tenemos la obligación de cumplir lo establecido por la ley, independientemente de nuestra orientación sexual. Se requiere de una mejor educación e instrucción de la Policía en temas relacionados con la diversidad sexual.

Medios de Difusión

Los medios de difusión desempeñan un papel fundamental en la lucha contra la homofobia. Esta Jornada es un buen ejemplo de lo que puede lograrse en este sentido. La realidad de las personas homosexuales en Cuba aun tienen un pálido reflejo en los medios. El acercamiento a nuestra espiritualidad se realiza desde una perspectiva eminentemente heteroxesista, en la que se silencia a la persona homosexual y se profundizan los estereotipos que se tienen sobre nosotros. No se pretende saturar a los televidentes respecto a este tema, ni de dar la idea de proselitismo sexual o de “homosexualizar” a la población. Los medios de comunicación deben trazarse estrategias inteligentes y dinámicas que eduquen y sensibilicen a la gente. También deben evaluarse la eliminación de una vez y por todas de los personajes humorísticos que se burlan del “diferente”. Esto nos llevaría a transmitir mensajes mucho más cercanos al respeto a la dignidad humana.

Homofobia Internalizada

Antes de concluir quisiera a hacer mención a la discriminación entre gays, lesbianas y transgéneros. Resulta lamentable y muy frecuente el uso de frases despectivas en boca de los gays contra las lesbianas y las personas transgéneros. El hecho de ser más visibles en la sociedad obedece al hecho biológico de nacer varones y de reproducir en cierta medida, los estereotipos machistas. Reflexionemos seriamente sobre este tema y busquemos dentro de nosotros cuanto podemos mejorar en este sentido. Sintámonos orgullosos de lo que somos, de nuestra orientación sexual y del ejercicio de una sexualidad digna y plena.

Siempre recuerdo lo que escribiera a comienzos del pasado siglo, Margarite Yourcenar, en su obra “Alexis o el Tratado del Inútil Combate” y que define muy bien la esencia de la homofobia:

(…) No se figuran que los actos que juzgan reprensibles puedan ser al mismo tiempo fáciles y espontáneos, como los son la mayoría de los actos humanos. Echan la culpa a los malos ejemplos, al contagio moral y sólo retroceden ante la dificultad de explicarlos. No saben que la naturaleza es más diversa de lo que suponemos: no quieren saberlo porque les es más fácil indignarse que pensar. (…)

Cambiemos eso mediante el diálogo paciente y seremos todos mejores seres humanos. Muchas gracias.