El patriarca ruso, Kirill, y el patriarca de Roma, Francisco, han escogido a Cuba como sede de conversaciones después de 2000 años de haber ocurrido el sisma entre las Iglesias Ortodoxa y Católica.
La movida de nuestro gobierno al propiciar el histórico encuentro envía un mensaje político resonante a nivel internacional. Tanto así, que Francisco ha dicho que Cuba se convertirá en la capital de la unidad.
Pudiera sentirme orgulloso al escuchar semejante afirmación, pero en temas de políticas domésticas en relación al género y la sexualidad me suena a candil de la calle y oscuridad de la casa.
Los medios digitales cubanos omitieron el último punto de la declaración conjunta de ambos líderes religiosos en relación a las nuevas configuraciones de familia, el matrimonio, el aborto, la anticoncepción y la eutanasia.
Según el sitio web de la televisora Russia Today, ambos patriarcas dijeron:
Entre otros temas, los líderes de las iglesias han criticado "la crisis de la familia en muchos países" y han lamentado que "otras formas de convivencia se igualan" al matrimonio de una mujer y un hombre. Han llamado a "respetar el derecho inalienable a la vida" en referencia a "millones de niños que son privados de la oportunidad de nacer". Asimismo, han criticado que la divulgación de la eutanasia lleva a que personas mayores empiecen a sentirse una carga para sus familiares y la sociedad.
No me canso de decirlo: estos mortales patriarcas, representantes de las Iglesias que han acumulado durante milenios tanto poder y riqueza, son los que denuncian la violencia, el consumo, la inequidad, la injusticia, el sufrimiento, pero no consideran una crisis en la familia al poder del patriarcado con sus significados violentos, ni la discriminación y odio hacia las mujeres y hacia las personas con sexualidades no heteronormativas.
Ellos critican y se preocupan por la intolerancia hacia los cristianos, pero jamás han alzado su voz para denunciar los feminicidios ni las ejecuciones extrajudiciales de personas homosexuales por grupos fundamentalistas y por la Ley del Islam.
Ambas Iglesias, que tanto hablan de amor y diálogo y se erigen arrogantemente como la voz autorizada de todos los cristianos, siguen ancladas a sus ideas medievales sobre el matrimonio y ejercen un poderoso lobby para bloquear cualquier iniciativa jurídica nacional que reconozca otras configuraciones de familias que no se ajusten su dogma. El poder jurídico del Estado sigue dando una concesión gratuita a estos purpurados en estos asuntos.
Más allá de las distancias y opiniones polémicas sobre la eutanasia, resulta además simplista y lamentable decir que su divulgación provoque un sentimiento de dependencia de los ancianos hacia sus familiares, sobre todo, con el precepto postmoderno individualista y utilitario de nuestra cultura occidental —y judeo-cristiana— de considerar a lo viejo como descartable (desechable en español).
Los derechos de las mujeres a decidir sobre sobre su cuerpo y las justas políticas aplicadas en Cuba en relación al aborto nada tienen que ver con los preceptos de dichas Iglesias. Por eso me preocupa significativamente que al patriarca Kirill lo han condecorado con la Orden José Martí.
A esta altura, no me cabe duda que en nuestro país habrá por mucho tiempo un retardo significativo en el avance de los derechos de las personas con sexualidades no heteronormativas.
Aunque en Rusia la homosexualidad se despenalizó desde 1993 —después de la repenalizarse por Stalin en 1934—, el patriarca de Moscú y toda Rusia y el gobierno de Putin han mostrado un rechazo rampante a la homosexualidad. El primero con su silencio ante la represión brutal ejercida por el gobierno del segundo hacia los participantes de la marcha del Orgullo Gay en Moscú desde 2006.
Uno de las víctimas de tal represión fue el reconocido activista gay británico Peter Tatchel, quien perdiera la visión en el ojo derecho por el brutal ataque de las fuerzas policiales rusas.
El patriarca ruso, honrado con la Orden José Martí, considera a la homosexualidad como «una señal muy peligrosa del Apocalipsis». Su Iglesia ha hecho silencio en relación a la ley contra la propaganda homosexual aprobada en 2013 y no se ha pronunciado contra las acciones de grupos como «Occupy Paedophilia», que buscan a jóvenes homosexuales por Internet, para atraerlos y luego maltratarlos.
La Iglesia Ortodoxa también ha promovido un referéndum para socavar las iniciativas de aprobar el matrimonio igualitario en Rusia. Con estos truenos parece que las oscuras fuerzas conservadoras están de moda en Cuba.
A propósito del apóstol José Martí, en momentos como estos resulta pertinente recordarlo cuando dijo: «En la justicia no cabe demora: y el que dilata su cumplimiento, la vuelve contra sí». [Centro Habana, 13 de febrero de 2016]
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