12/20/2014

Derechos, sexualidades y géneros en transición

Por Alberto Roque Guerra
Especial para SEMlac

La Declaración de derechos del hombre y el ciudadano, nacida con la gesta de la revolución francesa de 1789, se considera la fuente de inspiración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada el 10 de diciembre de 1948.

La revolución francesa convocó a la barbarie y a la destrucción del orden moral, según ha dicho Edmund Burke (Burke, 2003). La proclama «Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos», sustentada en el contrato social de Jacques Rosseau y otros contractualistas, promulgó un contrato sexual en los nacientes Estados laicos burgueses.

El contrato sexual superó en brutalidad e ignominia a la crítica liberal conservadora de Burke hacia los fundamentos ilustrados de la revolución francesa mediante la sanción jurídica del matrimonio, que institucionalizó sus esencias patriarcales y sentó las pautas para la normalización de los géneros y las sexualidades consideradas entonces como abyectas y no productivas. También delimitó las esferas pública de la privada y sistematizó científica y políticamente a la diferencia sexual dicotómica como punto de partida para la atribución de roles de géneros, es decir, de poderes jerarquizados (Pateman, 1995).

A pesar de los avances logrados desde 1948 en materia de derechos sexuales y reproductivos como derechos humanos, en la actualidad perviven muchas de las arcaicas estructuras del contrato sexual burgués que colisionan con los principios de igualdad, libertad, dignidad, no discriminación y justicia social.

Sobre los orígenes burgueses liberales de los derechos sexuales, su enfoque marcadamente salubrista y sobre su crisis de universalidad se ha escrito y debatido con creces. Acá se pretende realizar una aproximación sobre las agendas pendientes en Cuba en cuanto a la consideración, la garantía y el goce efectivos de los derechos sexuales como derechos humanos. Se enfatizará en algunos de los remanentes post-coloniales que en plena transición socialista, perpetúan las discriminaciones por orientación sexual y de género en nuestro imaginario socio-cultural, en la academia y las instituciones.

Derechos reproductivos

Quisiera comenzar por los derechos mejor garantizados en nuestro país: los derechos reproductivos. Ellos han sido reconocidos de forma radical desde la década de 1960. Las féminas han gozado desde entonces de libertad sobre su cuerpo, con acceso pleno al aborto institucional, al control de la natalidad y a la atención de sus necesidades específicas en cuanto a la salud reproductiva. Sin embargo, lo hasta aquí dicho ha funcionado para las mujeres heterosexuales o al menos para aquellas que han logrado legitimar dicho deseo públicamente.

La limitación al acceso a las tecnologías de reproducción asistida por las parejas de mujeres lesbianas y por mujeres que desean formar una familia monoparental es una realidad no resuelta. Las políticas del Estado cubano reconocen a la parentalidad heterosexual como la únicamente legítima; sobre todo a aquellas parejas heterosexuales casadas que por infertilidad requieren de métodos de reproducción asistida de alta tecnología.

En los tiempos que corren se ha vuelto prioritaria la implementación de las políticas de incremento de la natalidad, por lo que resulta paradójico que las parejas femeninas o las mujeres que desean una familia monoparental no estén incluidas en los mencionados programas. Dichos servicios no requieren de altas tecnologías puesto que no es la infertilidad lo que motiva la demanda sino el noble deseo de tener descendencia sin vínculo erótico con hombre alguno. Sin dudas, son biopolíticas excluyentes que contravienen el principio de universalidad y equidad en la atención de salud en nuestro país.

Asimismo, debe entenderse que el cuerpo femenino no es una especie de reservorio-incubadora pues también tiene derecho al reconocimiento y garantía del disfrute del placer sexual. Lamentablemente existe una orfandad académico-investigativa y en las políticas de salud cubanas en relación al placer sexual. Los pocos espacios disponibles en la actualidad para la atención de los malestares de la respuesta sexual se centran sobre todo en la sexualidad masculina y fundamentalmente en garantizar las erecciones del pene como objetivo central.

Pero si de hombres se trata, nuestro país está aun muy lejos de comprender los derechos reproductivos de las parejas homosexuales y a la monoparentalidad masculinas. El derecho a la equidad sexual y a la autonomía sobre los cuerpos masculinos no se toma en cuenta al soslayarse las necesidades y el derecho a la toma de decisiones reproductivas libres también por parte de los hombres. La monoparentalidad masculina, y el derecho a la homoparentalidad mediante acuerdos consentidos no son ni siquiera motivo de debate en la actualidad.

El asunto es aun más complejo en el caso de los derechos reproductivos de las personas trans, quienes se ven obligadas a someterse a la esterilización farmacológica (con hormonas del otro sexo) y quirúrgica (cirugías para la afirmación del género) para ser reconocidas jurídicamente con la identidad de género que se identifican. A nivel internacional existen evidencias sobre la práctica de castraciones obligatorias para hacer inteligibles los cuerpos de las personas trans por los Estados. En Cuba los protocolos médicos vigentes para la afirmación del género incluyen estos procedimientos de forma tácita, de otra manera no pueden acceder al proceso judicial que les permita el reconocimiento del género deseado.

También conocemos a varias mujeres transexuales cubanas que han comenzado la transición hacia el otro género después de concebir hijos y que no desean someterse a cirugías de reasignación sexual por el temor a perder el derecho a su guarda y cuidado.

A contrapelo de lo anterior, hace relativamente poco tiempo, el embarazo ―en algunos casos gemelares― de varias personas trans masculinas en los Estados Unidos, Chile y España pusieron en tela de juicio los cánones tradicionales en las biopolíticas sobre la paternidad y la maternidad y existe una amplia producción de nuevos saberes sobre esta temática que legitima los derechos reproductivos de este grupo humano.

Derecho a las identidades de género

Por otra parte, existen dificultades en el reconocimiento de la identidad de género, elemento esencial para el normal desarrollo de la personalidad. El sexo continúa siendo la manera de identificar a las ciudadanas y ciudadanos desde el punto de vista jurídico. Desde su asignación legal al nacer se establecen como uno de los elementos sobre los cuales se adquiere la capacidad de tener derechos y obligaciones como personas jurídicas.

El reconocimiento legal se establece de acuerdo a las características morfológicas de los genitales externos y en casos específicos, se procede a la exploración de los cromosomas para definirlo en categorías binarias que actuan en oposición: hembra o macho. De hecho, la sociedad está estructurada en estos estancos binarios.

Sin embargo, existen variantes no inusuales donde el sexo genital o cromosómico no pueden ser determinados y la relación entre la información contenida en el ADN, los cromosomas, las hormonas sexuales, sus receptores en los tejidos periféricos, los genitales internos y la diferenciación sexual en el cerebro no tienen una correspondencia lineal absoluta. En este contexto se ubican a las personas intersexuales.

En el caso de las personas trans, la construcción de la identidad de género o los roles de género no se corresponden con el sexo asignado al nacer, aun y cuando los genitales externos son congruentes con el sexo asignado.

Desde el punto de vista de los derechos humanos, ¿cuáles son limitaciones que enfrentan estas expresiones sexo-genéricas?

En nuestro país las biopolíticas jurídicas y biomédicas demandan una clarificación inteligible de uno de los dos sexos en el caso de los genitales ambiguos o cuando la morfología se aparta de la norma (clítoris grades, penes pequeños, etc.). Las intervenciones médicas irreversibles sobre los genitales se hacen entonces necesarias para modificarlos de acuerdo a una norma binaria deseada. Los resultados en Cuba de estas prácticas generan nuevos problemas de salud física y mental, según lo documentado en investigaciones científicas sobre la atención a las personas intersexo en nuestro país (Agramonte 2006; Agramonte & Ledón, 2010), además de constituir una forma de mutilación genital que vulnera los derechos de la infancia y que no todas las asignaciones de sexo a estas personas se corresponden con la identidad de género que construyen durante el trascurso de sus vidas.

De manera similar ocurre con las personas trans. El biopoder jurídico les demanda la realización obligatoria de adecuaciones genitales para reconocerles derechos «plenos», previa demostración ante el biopoder psiquiátrico de que sus identidades pasan socialmente como masculinas o femeninas y de que padecen de algo llamado disforia de género.

La fantasía edificada desde los malestares de la cultura y de las instituciones se sustenta en la cruel realidad de que no es posible modificar los otros elementos que constituyen la categoría sexo y que las cirugías alivian, pero no borran el sufrimiento que generan las discriminaciones y la precariedad de la vida de estas personas.

Entonces, ¿cambiarán los paradigmas biomédicos y jurídicos en relación a las personas intersexo?, ¿es posible una moratoria de las intervenciones quirúrgicas precoces a personas intersexo con genitales ambiguos?, ¿qué solución pudiera ofrecer el ordenamiento jurídico cubano a las personas trans que no desean o tienen contraindicaciones médicas para someterse a tratamientos de transición de género?, ¿cuándo abordaremos estas problemáticas en la infancia y en la adolescencia, con pleno respeto al infante como sujeto de derecho?, ¿por qué no considerar a la identidad de género como constitutiva de la identidad personal y jurídica desde que el sujeto tiene capacidad demostrada para decidir sobre su cuerpo?.

Como plantean los principios de Yogyakarta: «La orientación sexual o identidad de género que cada persona defina para sí, es esencial para su personalidad y constituye uno de los aspectos fundamentales de su autodeterminación, su dignidad y su libertad. Ninguna persona será obligada a someterse a procedimientos médicos, incluyendo la cirugía de reasignación de sexo, la esterilización o la terapia hormonal, como requisito para el reconocimiento legal de su identidad de género» (The Yogyakarta Principles, 2007)

La necesidad de una Ley de Identidad de Género que garantice estos derechos sin intervenciones médicas es perentoria. También reconocería las múltiples maneras de construir las masculinidades y las feminidades, tanto en personas trans como en personas cisgénero.

Las nuevas políticas no pueden seguir ancladas a una norma binaria de género que genera discriminaciones, como ha ocurrido en la recién aprobada Ley Código de Trabajo y en los nuevos modelos de documentos de identidad (pasaporte y carné de identidad), que a pesar de contar estos últimos con modernas tecnologías de identificación biométrica mantienen incluidas a la inestable y heterogénea categoría sexo.

Existen experiencias internacionales científicamente probadas que permiten la asignación del sexo al nacer y garantizan el reconocimiento jurídico de la identidad de género desde edades muy tempranas, a lo que se adicionan una serie de intervenciones afirmativas de acompañamiento de las familias y en los contextos comunitarios donde la persona vive. En Cuba tenemos una infraestructura institucional y un capital humano que pueden ser garante de este derecho. El desafío está en cambiar nuestras mentes hacia paradigmas verdaderamente emancipatorios, basados en la equidad y en la justicia social.

Derecho a la vida y la seguridad personal

Las redes sociales virtuales se han hecho eco de un debate sobre los crímenes de odio en Cuba. Los múltiples asesinatos de hombres homosexuales y de algunas personas trans femeninas han disparado la preocupación sobre una potencial escalada de estos hechos, donde parecen converger varias vulnerabilidades, entre las que se encuentran: la soledad en etapas medianas y avanzadas de las vidas de hombres homosexuales, las prácticas sexuales con prostitutos masculinos criminales y la invisibilizada violencia de la que son víctimas las personas trans.

El asunto se torna más complejo al no contar en el ordenamiento jurídico cubano con una tipificación de los crímenes de odio a lo que suma la criminalización de las prácticas sexuales entre personas del mismo género y la naturalización de la violencia mediante la nomenclatura de crímenes pasionales.

Tampoco se tipifica en la Ley penal a la violencia de género en todas sus dimensiones y que permita la intervención oportuna con medidas preventivas de daños físicos y psicológicos.

Aunque dichos crímenes no parecen ser frecuentes en nuestro país, preocupa que estemos ante una ilusión tipo iceberg que subregistre tales hechos. Debe inquietarnos mientras haya un solo ciudadano o ciudadana que se le niegue el derecho humano a la vida y a la seguridad personal.

Derecho a múltiples parentescos

Con toda intención he dejado para el final los temas de parentesco, que incluye la pertinencia de aprobar el matrimonio igualitario en Cuba y el derecho a la adopción.

Aunque no menos importantes en el ámbito de los derechos sexuales, en este punto colisionan los criterios personales de numerosos activistas, académicos y académicas y sobre todo de nuestros políticos. El matrimonio fue una de las concesiones que el Estado laico dejó a la Iglesia, las diversas apreciaciones políticas y religiosas sobre el tema crean una especie de parteaguas.

Con toda intención lo ubiqué en la introducción donde hago mención al contrato sexual, puesto que luchar por el matrimonio es aceptar ideológicamente a una estructura patriarcal que proclama en la letra de la Ley la igualdad entre los cónyuges, pero en la práctica cotidiana reconoce como únicamente legítima a la familia nuclear heteroparental, organizada por jerarquías estratificadas de poder.

En nuestro país el matrimonio continúa siendo un deseo, sobre todo del Estado, revalorizado últimamente en numerosos discursos públicos sobre la familia con cierto tufillo neoconservador.

Por otro lado, tampoco puede obviarse que muchas personas lesbianas, gays, bisexuales y trans cubanas anhelan y reproducen día a día los principios de la familia fundados bajo los preceptos patriarcales del matrimonio y reclaman la ampliación de estos derechos a toda la ciudadanía sin importar la orientación sexual o la identidad de género.

Lamentablemente, no se ha hecho una consulta amplia a los principales implicados sobre la concesión de este derecho ni se ha promovido un debate a nivel de la sociedad, anteponiéndose los habituales argumentos: «no estamos preparados, no es el momento, no es prioridad», y el más inmovilista de todos: «debemos preservar la unidad nacional».

En sintonía con el principio de participación de la ciudadanía en nuestro sistema democrático republicano y socialista, resulta preocupante que no se conozca el contenido del anteproyecto de Ley Código de Familia, presentado por organizaciones que conforman la sociedad civil cubana.

El matrimonio igualitario es políticamente necesario, pero también deben reconocerse a otras formas de uniones con iguales derechos, incluyendo la posibilidad de adoptar para aquellas parejas homosexuales que no puedan o no deseen disfrutar de derechos reproductivos plenos.

Una nación como la nuestra, en plena transición revolucionaria al socialismo debe replantearse nuevas maneras de entender y atender a las diversas conformaciones de familias. Ese es un derecho humano básico, como los es el debate permanente sobre estas temáticas que conlleven a desmontar las relaciones asimétricas que perviven hacia el interior de las familias, limitantes de la libertad y de la dignidad de los sujetos que las integran.

La voluntad política para reconocer los derechos sexuales como derechos humanos en Cuba debe expresarse en hechos concretos que la sustenten.


Bibliografía


Agramonte, A. (2006). Tratamiento quirúrgico de los genitales ambiguos: fundamentos e implicaciones psicológicas y sexuales. Rev Cubana Endocrinol, 17(3). Retrieved from http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1561-29532006000300004&lng=es

Agramonte, A., & Ledón, L. (2010). Intersexualidad, necesidad del cambio en el paradigma de atención. Rev Cubana Endocrinol, 21(3).

Burke, E. (2003). Reflexiones sobre la Revolución de Francia. Madrid: Alianza Editorial.

Pateman, C. (1995). El contrato sexual. Barcelona: Editorial Anthropos.

The Yogyakarta Principles. (2007). The Yogyakarta Principles. Principles on the application of international human rights law in relation to sexual orientation and gender identity. en www.yogyakartaprinciples.org, última revisión: 2 de septiembre de 2011.


11/23/2014

Sexo en nuevo carné de identidad: ¿soy quien digo ser?

«Soy yo quien digo ser» es la consigna de la campaña publicitaria sobre el nuevo diseño del carné de identidad en Cuba. De pronto parece que el tema de la identidad depende de la voluntad de los sujetos, pero sabemos que no es así. Según el Centro de Personalización de la Dirección de Identificación, Inmigración y Extranjería del Ministerio del Interior, el anverso del documento contiene el nombre y apellidos de la persona, el número de identidad, la fecha de nacimiento, el registro civil, el folio, el tomo y año de asentamiento, la foto, la firma del titular y el sexo.

La inclusión de la categoría sexo es una novedad respecto al modelo anterior y será problemática para numerosas personas que dicen y sienten ser alguien que no se corresponde en lo absoluto con el sexo asignado al nacer.

Me refiero a las personas transexuales, travestis y transgéneros , quienes gracias al Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), han podido cambiar su nombre en sus documentos de identidad y eligen a voluntad la manera en que aparecen fotografiadas en el mencionado carné.

Aunque siempre he sido crítico con esta medida, reconozco que ha facilitado la vida de estas personas, al permitirles estudiar, trabajar, emigrar y evitar las frecuentes molestias de los agentes de la Policía Nacional Revolucionaria.

La crítica se origina por la persistente ausencia de mecanismos jurídicos expeditos para el reconocimiento de la identidad de género de las personas. En ese contexto, la reciente Ley Código de Trabajo no incluyó a la identidad de género como causa de discriminación, pero sustituyó la categoría sexo por género (solamente masculino y femenino).

Incluir el sexo en el carné de identidad implica una contradicción en la política del Estado, que través de sus discursos públicos dice reiteradamente tener voluntad política en la eliminación de todas las discriminaciones.

Como he escrito en otras ocasiones en mi bitácora, el sexo es una categoría inestable por su alta diversidad, que depende al menos de seis factores no relacionados linealmente: ADN en los cromosomas, hormonas sexuales, receptores hormonales, el cerebro, los genitales internos y los genitales externos. Estos últimos son la guía para asignar el sexo al nacer. Desde esta perspectiva algunas expertas en el tema dicen que existen al menos cinco sexos (1).

La criminología, la antropología y las ciencias biomédicas y forenses continúan utilizando los caracteres biológicos como definitorios de la identidad personal. No niego que sean útiles en determinados contextos, pero no son categorías infalibles y debe recordarse que la identidad personal es sobre todo una construcción cultural, y por lo tanto, una categoría política. De hecho, la manera en que nombramos, clasificamos y ponemos etiquetas a las personas de acuerdo a sus características antromórficas tiene un profundo sustrato ideológico que se transmite y perpetúa a través del lenguaje.

No tengo la menor idea de cuál será la nueva estrategia que el CENESEX tendrá que implementar para proteger a las personas trans, una población vulnerable a las discriminaciones y que no cuentan en las estadísticas con la identidad y roles de géneros que se identifican. Así se lo hice saber al MsC. Manuel Vázquez Seijido, asesor jurídico del CENESEX, después de su presentación en la Conferencia Mundial de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA, por sus siglas en inglés). El jurista destacó allí «los avances» que la institución estatal ha logrado referente a los datos en el documento de identidad de las personas trans.

Hace bastante tiempo contamos con evidencias científicas que han desarticulado muchos prejuicios raciales, étnicos y de género pero nuestras políticas siguen siendo fieles a la tradición cultural y a una ortodoxia anticuada que genera discriminaciones.

Adicionalmente, seguimos sin el necesario debate e intercambio de ideas en la toma de decisiones que atañen a la ciudadanía. Lamentablemente no se toma en cuenta lo que piensa la gente sobre la manera en que queremos o no ser nombrados.

El nuevo documento de identidad es «más moderno, confiable y resistente» y «con muchas más utilidades que simplemente para la investigación policial» ha declarado al sitio Cubadebate el Mayor Alejandro Diéguez Montesino, jefe del Centro de Personalización de la Dirección de Identificación, Inmigración y Extranjería del Ministerio del Interior.

El nuevo carné será resistente por sus características físicas, pero no es ni moderno ni confiable mientras una parte de la ciudadanía siga siendo ininteligible por el Estado cubano.

Si en el futuro se le incorporarán nuevos patrones biométricos al documento de identidad, no veo razón alguna en dar un paso atrás mediante la incorporación de la categoría sexo. Las políticas antidiscriminatorias deben comprender a la mayor cantidad y diversidad de sujetos posibles y deben ser ante todo congruentes entre sí y científicamente contextualizadas. [Centro Habana, 23 de noviembre de 2014]

1. Hace veintiún años Ann Fausto-Sterling publicó un brillante ensayo sobre la diversidad de la categoría sexo y los desafíos para la biomedicina y las normas sociales. En el año 2000 lo amplió y actualizó con abundantes evidencias científicas. Nótese que han pasado catorce años desde entonces. Ver: Fausto-Sterling A. The five sexes: why male and female are not enough. The Sciences. 1993 March-April:20-4 y Fausto-Sterling A. The five sexes, revisited: The varieties of sex will test medical values and social norms The Sciencies. 2000 July-August: 19-23.






9/26/2014

Diez cuestiones no prescriptivas sobre el activismo contra las discriminaciones

Diez cuestiones no prescriptivas sobre el activismo contra las discriminaciones
  1. Compromiso político y social, sin perder el sentido del humor.

  2. Capacidad dialógica.

  3. Empatía y solidaridad.

  4. Liderazgo sin protagonismos ni ambiciones por el poder.

  5. Correspondencia entre discurso y praxis.

  6. Optimismo a toda prueba.

  7. Ejercicio permanente de la crítica y disposición al mejoramiento personal constante.

  8. Estudio permanente e interdisciplinar sobre: Historia, Feminismos, Racialidad, Antropología y Etnología, Sexualidad, Estudios post coloniales, Filosofía, Sociología, Teorías de Género, Religión, Ciencia Política, Pedagogía, Derechos Humanos, Demografía, Derecho, Bioética, Psicología, Medicina, Criminología, entre otras.

  9. Perseverancia y mucha, mucha paciencia, sobre todo con funcionarios y algunos profesionales (tener especial cuidado cuando poder, oportunismo y manquedad intelectual se combinan en algunos profesionales que intervienen en el control social: médicos, juristas, pedagogos, psicólogos y sobre todo con los periodistas).

  10. Autocontrol...



9/24/2014

El lamento heterosexista, misógino y racista en boca de un periodista

El lamento heterosexista, misógino y racista en boca de un periodista

Alberto Roque Guerra

Dice la filósofa Judith Butler que en la heterosexualidad siempre hay algún grado de lamento. Me ha costado mucho entenderlo, porque evito atacar a esta legítima orientación erótica del deseo y trato de desarticular las esencias ideológicas de las discriminaciones, es decir el poder heterosexista, patriarcal, racista, fundamentalista y xenofóbico que nos lo venden como naturales.

Sin embargo, acabo de tropezarme, sin mucho esfuerzo detectivesco, con un ejemplo. El periodista Carlos Manuel Álvarez* publicó una diatriba contra los activistas cubanos que abogamos por una sociedad más equitativa.

Los «vaporosos lamentos» de Álvarez surgen de la creciente visibilidad pública que han tomado los discursos antidiscriminatorios en algunos espacios en Cuba. De lo contrario, no tiene sentido su queja, a menos que el periodista haya escrito este artículo por encargo (nada raro ni nuevo, teniendo en cuenta otras lindezas periodísticas que han costado muy caras en nuestra Historia).

Pero mi intención aquí no es atacar al periodista, sino las esencias de su peligroso discurso, donde dice que no hay dilema de fondo en ser negro o blanco, homosexual o heterosexual, mujer u hombre y que hay derechos garantizados que anteceden cualquier debate. Para mí este es el lamento génesis de su discurso discriminatorio; pues nosotros, las y los activistas, además de demandar el reconocimiento y el simple derecho de existir y vivir en paz, también ejercitamos el pensamiento.

Nosotros conocemos muy bien la Historia, las ideologías que han legitimado la aparente división natural de los seres humanos; de la manera en que se crearon esas categorías opuestas por el poder y de cómo se utilizaron para perseguir, exterminar, ningunear y normalizar a quien se opusiera al patrón dominante blanco, heterosexual y masculino. Pero no sólo lo estudiamos o lo plasmamos en pancartas, sino que lo que vivimos diariamente en los silencios, en las acciones de los que nos rodean, en las ausencias de políticas que nos niega como ciudadanos.

Aunque suene reiterativo, quiero enfatizar que el problema no es ser blanco, masculino y heterosexual, sino en las relaciones y discursos hegemónicos que se ejerzan desde esas categorías. Lo hegemónico se construye desde ese lamento, desde la amenaza de que los que no tienen voz tomen el poder. El lamento heterosexista y patriarcal sobrevive y se perpetúa porque cuenta con un grupo humano oprimido, que legitima su poder. La estrechez de ideas del lamento heterosexista ve solamente al enemigo de sus privilegios.

Reconozco a muchos activistas cubanos que lamentablemente hacen el juego a este discurso, que se comportan como en la escena final que fatalmente se cita en este texto: «reguetón a pulso, la jeva en cuatro, muy feliz, dando cintura». Para muchas personas habrá goce en esto, pero jamás habrá libertad ni emancipación plenas.

Más peligroso es el activismo que acata las normas asimilacionistas del poder, que mantiene inalterable a la opresión y que peca por una miopía acrítica que produce la ilusión de que estamos avanzando. Aún así se prefiere que al menos hayan personas interesadas en promover cambios y en desaprender e identificar la reproducción de las relaciones de poder que nos oprimen.

Nosotros, las y los activistas, orgullosamente autodefinidos como radicales y revolucionarios, no somos víctimas, somos sobrevivientes. Tenemos voz y la utilizaremos para denunciar las injusticias y confrontar ideas, pero también para dialogar, promover cambios; en ocasiones con ira y dolor, pero sin perder el humor. Si algunos no lo entienden, al menos comprenderán que la verdadera libertad está en el respeto. [Centro Habana, 24 de septiembre de 2014]

*Carlos Manuel Álvarez. Matanzas, 1989. Graduado de Periodismo (2013) en La Universidad de La Habana y colaborador de Cubadebate y El Caimán Barbudo. Ganó el Premio Calendario 2013 de la AHS con su libro "La tarde de los sucesos definitivos".

Ciertas vaporosas cuestiones engorrosas de comentar

El hombre de las eras fabulosas –decía Frónesis sin ninguna

exaltación, pues siempre rehusaba todo problematismo sexual, el sexo

era para él, como la poesía, materia concluyente, no problemática-

tendía a reproducirse en la hibernación, ganaba la sucesión

precisamente en la hibernación del tiempo.


Lezama Lima


June Fernández, periodista vasca, vino a Cuba en 2012, y encontró en el baile de reguetón, en el perreo, otro modo de expresión feminista. Aplicó esa inteligente estrategia que consiste en apropiarte del discurso o del poder simbólico del contrario y reconfigurarlo a tu favor. En su espectacular artículo, Si no puedo perrear, no es mi revolución, June dice algo como esto: “Para muchas feministas, que una de las suyas disfrute restregando voluntariamente su culo contra el paquete del maromo de turno puede generar un cortocircuito interesante.”

Y aquí queda planteado el dilema. Muchas feministas, muchos activistas de género, lo único que hacen durante sus arduos y extenuantes años de lucha cívica es ir de cortocircuito en cortocircuito. O sea, ir de molestia en molestia, de denuncia en denuncia, lo cual les permite librarse de una delicada tarea. Ejercitar el pensamiento. Los activistas de género parecen muy cómodos detrás de un par de tópicos que ellos consideran infalibles, y desde allí disparan a ráfagas, como un pelotón en cuadro apretado, convencidos de su inmunidad.

Ahora, el caso de June Fernández, por ejemplo, sería un poco más difícil de batir, porque June Fernández es mujer, y es feminista, y uno de los principales rasgos por el que este tipo de activistas identifica a sus fieles, es precisamente por el género o por la condición sexual, y no por la veracidad o no de su propuesta. Es como un truco que tienen. Ya que el terreno de las ideas puede volverse pantanoso (un terreno donde quizás no tengan mucho que decir), para ellos resulta preferible activar otros filtros. Si June Fernández fuese hombre, y no fuese feminista (¿puede haber hombres feministas, verdad?), los activistas de género tomarían su idea del perreo como una herejía. El reguetón ha sido una música sexista y misógina por antonomasia, el blanco perfecto de sus críticas. Y aun cuando una tesis tan arriesgada les parezca sospechosa, lo cierto es que June Fernández cumple con todas los aptitudes que según los activistas debe tener alguien para decir sobre el tema algo que valga la pena. Por lo que no les queda otra que morderse la lengua.

La primera conclusión, por tanto, es simple. Si lo que los activistas buscan (sea cuales fueren estos activistas) es la igualdad, obviamente tendrá que llegar el momento en que no sostengan tanto su causa sobre la diferencia de géneros, o de razas, o de elección sexual; en suma, sobre la exclusión, porque pueden correr el riesgo de no ir hacia ningún lugar, y de creer, por otra parte, que sí lo están haciendo. Y esto, o es cinismo, o es candidez. Si lo que buscan es igualdad, tiene que haber determinados espacios donde los activistas comiencen a pensarse como iguales, no como víctimas, donde anulen, desde sí mismos, la disyuntiva ontológica, y donde comiencen a revascularizar sus anémicos y postrados argumentos. No hay, lo sabemos por experiencia nacional, mayor barricada que el lamento sostenido. Y si le tomamos el gusto, ya nunca querremos salir de ahí.

Del rol de víctima, los activistas pueden pasar fácilmente a detectives. Son como perros sabuesos que andan olisqueando todo lo que les parezca discriminatorio. Vienen con una hipótesis en la cabeza, y luego adaptan los hechos a esa hipótesis de tal manera que quedan convencidos de su intuición y su eficacia. Puede que no haya crimen, puede que el crimen resida ya, de antemano, en la cabeza de los activistas, solo ahí, y que estén todo el tiempo pecando de lo mismo que quieren culpar al resto. Pero esa es una posibilidad que nunca estarían dispuestos a contemplar porque, volvamos sobre el punto, estos activistas o son negros, o son mujeres, o son homosexuales. Es decir, son, según sus muy particulares parámetros, confiables, y están libres de error. Cuentan con todas las cualidades que consideran indispensables. Elemental paradoja: exigen y valoran desde el esquema que pretenden suprimir.

En realidad, los activistas desconocen la naturaleza de su función. Ignoran que surgen a partir de una atrofia. Existen porque el camino se ha torcido tanto que debemos luchar por cosas que no debiéramos estar luchando. Derechos que anteceden cualquier debate. Negro o blanco. Homosexual o heterosexual. Mujer u hombre. No hay un dilema de fondo, pero los activistas creen que sí. Una vez -bastante poco original, debo admitirlo- le dije a Guillén negro bembón y un lector otro entre tantos- se insultó conmigo. Yo no había hecho más que decir de Guillén exactamente lo que era, y si alguien creyó que había en ello un acto de racismo, evidentemente lo creyó porque el racista era él.

Para los activistas, declararse heterosexual es, per se, un intento desesperado de declararse no homosexual. Se alimentan de la dicotomía y ansían sembrarla incluso allí donde no la hay. Reducen todo a un estereotipo que es, lógicamente, fácil de condenar, un estereotipo ante el que no lleva demasiado esfuerzo salir victorioso, pero lo reducen porque no saben boxear en otro frente que no sea el frente de la condena y la denuncia y la pancarta, ni ante un rival que no sea el blanco racista o el sujeto machista enfáticamente heterosexual. No saben moverse entre dos aguas. Su filosofía, su arma mortífera, su granada de mano es, simplemente, la queja. Salen a quejarse, adoloridos, por la humanidad prejuiciosa, aunque a veces, cuando no andan en papel de víctimas o de peritos, se asumen como curas benévolos, dispuestos a iluminarte para que te despojes de todos los prejuicios que tú no sabes que tienes, pero que ellos pueden ver en ti.

La pelea contra gobiernos, contra las élites, contra la policía represiva, contra la moral judeo cristiana, contra sociedades patriarcales, contra culturas homófobas, son siempre peleas coyunturales. Los activistas, pobres, quieren batirse en terrenos más complejos con las mismas armas con las que van a discutir a un parlamento. Pero el problema de focalizar tanto a un contrincante es que terminas ajustado a su medida. De ahí que ciertos activistas no sean más que enemigos íntimos de ciertos funcionarios políticos. Y de ahí que, si ciertos activistas te emplazan, debieras a toda costa evitar el duelo, porque no te estarías enfrentando más que a un funcionario, con toda la precariedad en el debate que ello implica.

Dice June Fernández: “Si hay un reparo ante el reguetón que me gusta rebatir es el de que resulta un baile machista porque la mujer se mueve para darle placer al hombre. Es curioso porque, bajo una premisa aparentemente feminista, una vez más se niega la sexualidad y el placer de las mujeres. ¿O sea que si yo me froto contra un tío es para darle gustito a él? ¿Acaso no creen que frotarme contra una pierna o un paquete me da gustito a mí?” Y luego agrega: “…un activismo desde el placer, y no solo desde el enojo.”

Imagino a los activistas cubanos, siempre tan seriotes, intentando digerir una tesis de este tipo. Pero ahí está la escena: reguetón a pulso, la jeva en cuatro, muy feliz, dando cintura, y ellos armando sus soporíferos discursos de denuncia, incapaces realmente de sacar partido. Los activistas contumaces deben recordar, por más que les desconcierte, que hay ciertas zonas de libertad donde nadie los ha invitado, porque no tienen razón de ser.

Por Carlos M. Álvarez en Columnas, Esta boca es mía

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8/14/2014

Filme Meñique en 3 Dimensiones: cubano-¿simpático?-homofóbico

Ya circula informalmente —de memoria flash a memoria flash— el primer filme cubano en ¡3D!. Meñique, animado en versión tropical con decorados medievales y graciosos personajes que hablan en español criollísimo y se proyectan con una gestualidad contemporánea, aparece en un momento muy próximo al cierre estatal de los cines privados en 3D.

Dirigido y escrito por Ernesto Padrón, con una magnífica factura, una banda sonora y un sonido de lujo, el filme constituye una entrega refrescante y actual de la adaptación de José Martí.

Pero el verdadero asunto que inspira esta entrada en mi bitácora personal son los mensajes explícitos y subliminales, que a través de la pantalla —en 2D— de mi televisor, he percibido después de ver la película. En esta versión libre de la publicada por el apóstol en el primer número de la Edad de Oro en julio de 1889, se incluyen personajes y situaciones totalmente nuevos. Se destacan entre ellos el edecán del Rey y su madre, una bruja con escoba, que representan de conjunto la maldad, la envidia, la violencia y todo lo negativo.

El edecán, en lo particular, es un personaje con gestualidad afeminada, vestido de color malva (me hizo pensar en la palabra malvado) con diseños femeninos. Es un personaje vil, pusilánime, ambicioso y tramposo. Como corolario a su afeminamiento se percibe una relación con su madre-bruja, basada en la dependencia, la manipulación y la sujeción constante a sus autoritarismos. De inmediato pensé que el perfil psicológico del personaje se basó en ciertas oscuras teorías positivistas de la Psiquiatría freudiana sobre «el desarrollo» de la homosexualidad en hijos de madres autoritarias.

¿Por qué incluir un personaje amanerado como ejemplo del mal? ¿Acaso pretende el director provocar la risa desde la ligereza, debilidad y remilgos de un personaje presumiblemente masculino? ¿Por qué no lo hizo con el personaje de Meñique?

La ideología homofóbica, en todo caso transfóbica, salta a la vista y es totalmente inaceptable. Transmite un ejemplo nocivo a la infancia sobre los valores humanos y ratifica el orden heteronormativo y opresor impuesto por los adultos, donde toda transgresión de los roles de género son un antivalor, contrario a las buenas costumbres y a la moral.

Tampoco me queda claro el machacoso estereotipo de que la identidad nacional es arroz moro, carne de puerco, yuca, chabacanería y de que el oriental —personaje que dio vida al hacha encantada— se pase la mayor parte del tiempo durmiendo y haya que sacarlo insistentemente de su holgazanería.

Me preocupa profundamente que se ubique en la plebe pueblerina a los personajes con la piel negra o mestiza, sobre todo a una señora con su hija con las greñas (pelo malo en el argot popular racista nacional) mal peinadas. Eso no tiene nada de gracioso por ser explícitamente racista. En definitiva, si el director quiso cubanizar el filme, bien hubiese presentado a una princesa mulata o negra y no con ojos azules, cuerpo de barby y gestualidad neoyorquina.

En la versión de Martí se enaltece la sabiduría, la bondad y el talento por encima de la fuerza bruta y el poder. El filme de Padrón, que ya cuenta con contratos de distribución en diez países , es una bofetada al espíritu del cuento escrito por el apóstol. Me resisto a permanecer acrítico ante sus contenidos homofóbicos y racistas. Si dudas se venderá bien en el mercado internacional. Como dice el final de la película y el cuento en la Edad de Oro: «Todos los pícaros son tontos. Los buenos son los que ganan a la larga». [Centro Habana, 14 de agosto, 2014]