9/13/2012

La Lengua Sí es Sexista

Felicito a Yoelvis Moreno por su artículo “La Lengua no es Sexista, publicado en JR digital, aunque no tome partido de forma clara por algunas de las tendencias que describe. Quien tenga duda de que el idioma implica poder, les invito a pensar sobre la sutil diferencia entre idioma y dialecto: el primero tiene un ejército delante. Por eso creo que la lingüista villaclareña Gema Valdés Acosta se contradice al decir que se desconoce la historia de la lengua española, puesto que la evolución de la lengua tiene que ver con el momento histórico en que se desarrolla, así se forjó el castellano que devino español cuando España devino imperio y colonizó gran parte de América y lo impusieron a punta de lanza y arcabuces. El lenguaje es un modo de dominación y está claro que en cuestiones de género lo que no se menciona no existe. Y no me refiero a la existencia material sino a las interpretaciones subjetivas que se les da a las diferencias de género, donde el lenguaje es crucial. El asunto se complica cuando no existen palabras para nombrar a aquellas personas que no se sienten masculinas ni femeninas y que tienen una identidad de género (trans)  legítima. El chiste de la perra y el perro no se aplica en estos contextos, pues ellos funcionan de acuerdo a las leyes de la biología, nosotros los seres humanos (aquí no me refiero al hombre únicamente) ejercemos el poder articulado desde el lenguaje y ello se aplica a la vida social toda. Como buen comienzo,  debe desterrarse el sexismo de la lengua, pero también en nuestra práctica cotidiana.

La lengua no solamente es sexista en el uso del género, sino también en el terreno de crear etiquetas y estigmas hacia lo diferente o presumiblemente anormal. Si de historia se trata y de su influencia en las lenguas, tomo como ejemplo el término histeria. La nomenclatura médica la utilizó durante mucho tiempo para extirpar el útero (histerectomía) a las mujeres, puesto que se pensaba que el útero era el responsable del mal. Hoy día muchas personas, incluso profesionales de la salud, siguen pensando en mujeres cuando de histeria se trata, por suerte ya no se extirpa el útero por ese motivo. Otro ejemplo, muy presente en nuestra lengua y también en otras con diferentes orígenes, es ofender recordando a la madre, con el epíteto de prostituta delante. Además de soez, encierra una discriminación rampante a la mujer, puesto que no ofende ni tiene el mismo significado si nombramos prostituto al padre. Abundan otros mitos, lamentablemente legitimados por las culturas, que persisten gracias a la tradición oral, ej. El fuego uterino o la ninfomanía y la frigidez como exclusivamente femenina, entre otros. El sexismo en el lenguaje es cosa seria y tiene profundos significados políticos y sociales.

El subtítulo del artículo “La Lengua no es Sexista” dice: “El interés por alcanzar mayor equidad de género y el auge creciente de un pensamiento feminista con posturas radicales, ha generado la intención de visibilizar cada vez más a la mujer en el discurso. Pero no hay porqué rebelarse constantemente contra ciertos principios normativos del lenguaje”.  Tomo nota sobre el pobre balance el texto del artículo que pone en desventaja a las opiniones del feminismo sobre la discriminación en el lenguaje, tampoco se fundamentan las bases del feminismo radical. Este último no es “perro que muerde” ni una doctrina que niega o borra a las masculinidades, sino que propone acciones concretas que conlleven a la igualdad entre los géneros, con igual acceso al poder y una reinterpretación del género per sé, despojada de poder y donde todas la identidades no sean subordinadas a las masculinidades hegemónicas. El feminismo radical no niega el diálogo y tiene  bases filosóficas contrarias al capitalismo, es una ideología emancipadora. Se requiere un acercamiento a esta teoría en Cuba, tanto por hombres como por mujeres, sobre todo, aquellas mujeres que hoy ocupan más del 60 por ciento de los puestos profesionales en la isla. Daríamos un salto de las cifras al cambio cualitativo que una vez Fidel Castro llamó: “una Revolución dentro de la Revolución”.