Por: Alberto Roque Guerra
«Espectador Crítico», programa conducido por Magda Resik en el Canal Educativo de la Televisión Cubana, apuesta una vez más por el crecimiento espiritual de las personas que habitamos esta isla. El pasado sábado 30 de marzo proyectaron el filme belga “Mi Vida en Rosa”. La historia de la película aborda la temática de la diversidad de género en la infancia a través del personaje de Ludovic, un niño de 7 años que siente –y sueña sentirse- niña y que intenta a contracorriente comportarse como tal.
La identificación con lo femenino que Ludovic siente le proporciona felicidad y bienestar. Al expresarlo, desde su inocente búsqueda, choca abruptamente con el guión de normas de género que la cultura donde ha nacido le impone. De él se espera que sienta y se exprese como un niño, masculino, que será proveedor, macho, heterosexual y violento toda la vida, como su padre.
El conflicto explota, primero en la familia, después en la escuela y la comunidad. Ludovic sufre, se siente el otro, el raro, el que no encaja. Se aísla, está triste. Se esconde incluso en una nevera, sin que sepamos con certeza de que era consciente que podía morir en ese lugar. Solamente lo comprende la abuela materna, una señora abierta, feliz, relajada y contenta de vivir en diversidad. También lo apoya su joven maestra, quien intenta inculcar a sus alumnos que todos somos singulares, diferentes, que debemos respetarnos, vivir en paz.
En el filme se evidencian con claridad las numerosas estrategias para disciplinar a quien intente expresar el género de forma diferente al asignado al nacer. La disciplina pedagógica es una de ellas. A Ludovic lo expulsan de la escuela, justo cuando su maestra termina de abogar por el respeto a la diversidad humana. El director manifiesta que responde a la demanda de la mayoría de los padres. Desde su pasiva, y «democrática» complicidad (la mayoría decide, claro está) no le permitió apreciar que la escuela se había convertido en un infierno para Ludovic, en un lugar inseguro, por la violencia física y verbal naturalizadas a la que se le sometía. ¡Y todo por sentirse niña!
Pero no sólo se le aplicó a Ludovic el férreo castigo pedagógico sino también el biomédico. Sus padres lo llevaron a sesiones de psicoterapia para corregir el «trastorno de identidad de género», como clasifica la Psiquiatría a la diversidad de género en la actualidad. (1) Les era necesario curar semejante «aberración», «disonancia», «incongruencia» o, como se dijo en la presentación previa a la película: «confusión con su identidad». El fracaso fue estrepitoso: el problema no era de Ludovic, sino de sus padres y de la sociedad, que se supone tienen la responsabilidad de acogerle, cuidarle y garantizar su sano, vital y feliz desarrollo como ser humano.
No existen evidencias científicas hasta el momento que expliquen los complejos y heterogéneos mecanismos involucrados en la construcción de la identidad de género. Los estudios que muestran diferencias en los núcleos (grupo de neuronas) de la base del encéfalo humano (2-3) no tienen significación estadística, pues tienen el sesgo de estudiar el cerebro de las personas transexuales fallecidas y no es aplicable a las diversas maneras de expresar el género en culturas no occidentales. Me recuerdan a la morbosidad racial de algunos «científicos» cuando se esfuerzan en demostrar las diferencias entre cerebros de personas blancas y negras para justificar la presumible inferioridad de «algunas razas». También se han publicado presuntas causas genéticas y hormonales de la transexualidad. Todos estas publicaciones se han clasificado por las personas trans* como «patofilia de género» y a sus autores «patófilos de género».
Tampoco es ciencia constituida (la falta de certeza caracteriza a los paradigmas actuales de las ciencias) el papel de las influencias familiares en la aparición de expresiones de género en la infancia, que disienten con la norma cultural occidental. No está demostrado que las y los infantes que muestran inconformidad con las normas de género provengan de un ambiente hostil, de familias disfuncionales, o de figuras maternas histéricas o psicopáticas. Ello no significa que deba despreciarse el importante papel de la cultura en la construcción de la identidad de género. De hecho se conoce que las culturas Inuits, los Mohave y Navajos en Norteamérica, las Hijras y los Rae-Rae en Asia, entre muchas otras, interpretan el género de manera más diversa, fluida, dúctil y mucho menos discriminatoria.(4-6)
La mayoría de las personas que experimentan inconformidad de género en la infancia y la adolescencia no devienen en transexuales en la adultez. Las escasas publicaciones sobre el tema muestran que solamente de un 6 a un 20% de las y los infantes que muestran inconformidad con el género en la infancia y la adolescencia son transexuales en la etapa adulta. El resto muestra una orientación afectivo-erótica homosexual o heterosexual en menor medida.(7-8) Tuve la percepción de que en el filme y durante su presentación se utiliza este argumento como tranquilizador, ante el temor propio o de que un ser querido ingrese al grupo de los raros, al que transgrede las normas de género impuesta por una cultura intolerante y homogenizante. En este punto invito a la reflexión sobre el carácter discriminatorio de estas expresiones.
Deben diferenciarse y delimitarse los campos conceptuales entre la orientación afectivo-erótica (sexual) y la identidad de género. En la película, como en la vida real, se confunden con frecuencia ambos dominios, incluso por los profesionales. La orientación afectivo erótica puede ser heterosexual (hacia una persona con género diferente), homosexual (hacia el mismo género) y bisexual (hacia ambos géneros). Lo que Ludovic sentía tiene que ver con su identidad género, como decían algunos personajes, «estaba buscando su identidad», por eso expresaba estereotipos del género femenino. Ni la orientación afectivo-erótica ni la identidad de género guardan relación con los amaneramientos, inflexiones y gravedad de la voz, ni con la postura al orinar.
No cabe duda que la familia –al igual que la de Ludovic- sufre ante una situación como esta. No sabe qué hacer, tampoco la escuela. Es por ello que debe garantizarse el acompañamiento por parte de las instituciones y de la comunidad. Deben aliviarse los malestares que acompañan al proceso de aceptar las diversas expresiones de género en la infancia y la adolescencia. No se requiere corregir ni modificar al infante, sino crear un ambiente seguro, comprensivo y afectuoso que le permita el pleno desarrollo de su identidad personal que, como su nombre lo indica, es singular, única, irrepetible.
También debe promoverse un cambio en la cultura que, sin proponer –por ahora- la desaparición de lo masculino y lo femenino, garantice sus expresiones en equidad y paz, con pleno reconocimiento de otras identidades de género con atributos, símbolos y significados heterogéneos. Sería como lo señala la querida colega Diane Ehrensaft (9): una red multicolor –que desborde al rosa y al azul- que permita acoger a todas las combinaciones posibles.
Notas y Citas:
[1] Personas que siente y se identifican con un género diferente al asignado. Es sinónimo de Transgénero. Incluye travestis, transexuales, drag-queens, personas con género queer, entre otras.
1. American Psychiatric Association (APA). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fourth Edition, Text Revision. Washington, DC.: American Psychiatric Association; 2000.
2. Zhou JN, Hofman MA, Gooren LJ, Swaab DF. A sex difference in the human brain and its relation to transsexuality. Nature. 1995 Nov 2;378(6552):68-70.
3. Kruijver FP, Zhou JN, Pool CW, Hofman MA, Gooren LJ, Swaab DF. Male-to-female transsexuals have female neuron numbers in a limbic nucleus. J Clin Endocrinol Metab. 2000 May;85(5):2034-41.
4. Devereux G. Institutionalized homosexuality of the Mohave Indians. Hum Biol. 1937;9:502-27.
5. Feinberg L. Transgender warriors. Boston, MA: Beacon Press.; 1996.
6. Nieto JA. Transexualidad, intersexualidad y dualidad de género. Barcelona: Edicions Bellaterra; 2008.
7. de Vries ALC, Cohen-Kettenis PT, Delemarre-van de Waal H. Clinical Management of Gender Dysphoria in Adolescents, International Journal of Transgenderism. 2006;9(3-4):83-94.
8. Hill DB, Rozanski C, Carfagnini J, Willoughby B. Gender identity disorders in childhood and adolescence. Journal of Psychology & Human Sexuality. 2006;17(3-4):7-34.
9. Ehrensaft D. Gender born, gender made. New York: The Experiment; 2011.
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