Sin dudas, la Televisión Cubana ha rediseñado el contenido de su programación para tratar sobre los valores. La prostitución ha sido el tema más reciente de «Cuando una Mujer», programa producido y escrito por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
La historia se refería a una joven físicamente bella que deja los estudios y a su novio para dedicarse a la prostitución, todo ello a pesar de que aparentemente «lo tenía todo»: un novio también hermoso física y espiritualmente, que la amaba de verdad y la complacía con todos los gustos materiales que se le antojaba.
En su primera incursión de trabajo o «lucha*» a pleno día y en las inmediaciones de un hotel habanero, la muchacha es interceptada por un agente del orden — invisible él, sólo se escuchó su fuerte voz masculina — quien le pide los documentos de identidad. La clara alusión a que tendría problemas con la justicia cerró la representación escénica.
La población entrevistada sobre el tema condenó y rechazó la práctica de la prostitución. Me llamó la atención que la muestra escogida no incluyó población joven y que todas las entrevistas se realizaron en la céntrica intercepción de las calles 25 y O en El Vedado. De veras, me hubiese gustado escuchar, sin censura, lo que piensa La Habana profunda, periférica, de las márgenes y sobre todo conocer las opiniones de la juventud.
La prostitución es un asunto complejo y acercarnos a ella siempre tendrá múltiples miradas que dependen de factores sociales, económicos, migratorios, culturales e históricos y que siempre ha estado signada por las relaciones de poder que ha impuesto la ideología patriarcal.
Para no hacer muy largo este post, evitaré referirme a otras prácticas sexuales que tienen como fin obtener algún beneficio secundario, conocidas en el ámbito epidemiológico como «sexo transaccional». Aquí se incluyen, además del ejercicio de la prostitución pública, a los ascensos laborales, académico o político, a los matrimonios por conveniencia o la obtención de cualquier otro beneficio por medio de las relaciones sexuales.
Con frecuencia escucho que la prostitución en Cuba fue «un mal heredado del capitalismo», casi totalmente erradicado a comienzo de la década de 1960 y que re-emergió en la profunda crisis de la década de 1990 (eufemísticamente «periodo especial»). Si ponemos el asunto en el contexto de lo público y lo privado puede que así sea. La expresión de la prostitución en el ámbito público ha tenido esos dos momentos en Cuba desde 1959. No cabe duda de que, con el triunfo de la Revolución, muchas mujeres cubanas dedicadas a la prostitución se integraron socialmente, muchas de ellas continuaron viviendo en los locales donde brindaban sus servicios y allí echaron raíces, fundaron familia, y crecieron como personas.
Si nos ubicamos en el ámbito de lo privado, me atrevo a afirmar que la prostitución no dejó de existir en Cuba. En la década de 1990 la rápida aparición en el ámbito público de mujeres prostitutas — popularmente conocidas como jineteras— denunciaba que muchas jóvenes, nacidas y educadas en los valores de la Revolución se lanzaron a las calles en busca de clientes. También emergieron la figura del «pinguero» (hombre que se dedica a la prostitución) y la prostitución ejercida por las mujeres trans (popularmente conocidas como travestis).
A pesar de que la prostitución no es ilegal en el Código Penal cubano, muchas mujeres y trans femeninas cumplieron sanción penal bajo el artículo de Peligrosidad Pre-delictiva, artículo de la Ley Penal que genera mucha ambigüedad y arbitrariedades en la aplicación de medidas para el control social. Los centros de re-educación (coordinados por la FMC, el MININT y otras instituciones) trabajan, en régimen de internamiento, por la integración de las mujeres dedicadas a la prostitución a la sociedad.
La figura delictiva en la Ley cubana es el proxeneta, personaje popularmente conocido como «chulo», que nuestro imaginario social patriarcal no condena con tanta energía. El chulo explota, trafica y usa el cuerpo de las mujeres generalmente en las sombras del ámbito de lo privado.
La prostitución masculina apenas se persigue en Cuba, ocupa muchos espacios públicos, a pleno día y ofrece servicios a clientes nacionales e internacionales. Hasta donde tengo conocimiento, ellos no tienen proxenetas, trabajan por cuenta propia, claro, sin pagar impuestos.
En la actualidad, la prostitución es considerada desde el punto de vista académico, político y de los derechos humanos como Trabajo Sexual. Desde esta perspectiva se defiende el derecho a la autonomía y la libertad sexual de utilizar el cuerpo para trabajar. Un sociólogo español sostiene que si usamos las manos, los ojos, los oídos, las piernas y la garganta para trabajar, qué tiene de malo usar los genitales. Desde este enfoque respeto el derecho de cada persona a trabajar con su cuerpo siempre y cuando sea libremente consentido y sin coerción ni explotación.
Sin embargo, el asunto es mucho más complejo y desborda el marco de los derechos individuales. El trabajo sexual conlleva en todas las sociedades al tráfico de personas. De hecho, es el negocio mundialmente más lucrativo después de la venta de armamentos. Las mujeres, en su estado de subordinación a los hombres se convierten en mercancía, en objeto de cambio y de tráfico. Este hecho ha perpetuado la explotación patriarcal de las mujeres en el contexto histórico de las relaciones de producción.
Los países nórdicos, liderados por Suecia, han sido afectados por el tráfico y trata de personas, fundamentalmente por mujeres procedentes de Europa del Este que brindan servicios sexuales a hombres casados y con buen nivel económico. Las leyes allí no condenan a la prostituta, sino al cliente. Las sanciones comprendidas en la Ley sueca incluyen una multa congruente con los ingresos del cliente, la notificación a su familia y como sanción extrema la privación de libertad. Desde su implementación no ha sido necesario privar de libertad a ningún ciudadano y han logrado disminuir drásticamente los índices de tráfico de personas. Adicionalmente, las prostitutas son asistidas en las casas de atención subvencionadas por el gobierno. Allí se les garantiza atención de salud, ayuda psicológica, protección legal y garantías de regresar a sus países de origen.
Otros Estados se han convertido en proxenetas. Ese es el caso de Holanda, donde las prostitutas están sindicalizadas, reciben beneficios de atención de salud y de protección policial, siempre y cuando paguen impuestos al Reino de los Países Bajos y ejerzan el trabajo sexual en espacios legales diseñados a tal efecto.
Tuve la oportunidad de visitar el Barrio Rojo de Ámsterdam, mundialmente famoso por las vitrinas de prostitutas. Pude ver a muchachas, casi todas migrantes (las holandesas son fácilmente reconocibles y ninguna estaba en las vidrieras), anunciando sus servicios.
En estos tiempos de actualización del modelo económico cubano urge actualizar nuestras políticas sociales. El trabajo sexual no debe ser visto como estado peligroso ni su práctica como un hecho pre-delictivo, pues así lo establece la Ley. El modelo sueco es adaptable al contexto cubano. Permitiría trabajar con las muchachas, los muchachos y las personas trans que ejercen el trabajo sexual sin privar su derecho al libre movimiento, actuando de forma consensuada en las necesidades individuales de cada sujeto. Apostar por esta opción constituiría, a mi entender, un duro golpe a la ideología patriarcal que atentaría contra el poder hegemónico del patriarca-cliente que compra el servicio. En definitiva, en el negocio de la prostitución el dinero o los bienes pasan del patriarca que paga al patriarca dueño del negocio. Las mujeres aquí no son más que un medio o mero vehículo en el flujo de ganancias.
Condenar al cliente podrá verse como una criminalización de las relaciones sexuales, pero no podemos ser ingenuos en pensar que Cuba no está exenta del delito de tráfico de personas, a lo que se suma que en múltiples ocasiones el Estado cubano ha sido injustamente acusado de promover el turismo sexual para ingresar ganancias a sus depauperadas arcas.
Se requiere además preparar a las activistas de la FMC, a los agentes del orden público y a los operadores del Derecho en los temas de Trabajo Sexual y Tráfico de Personas, desde una perspectiva de los derechos humanos y de género que sitúe al ser humano en el centro de la solución del problema. En este sentido la población toda debe participar para que evolucione hacia un enfoque sobre esta temática verdaderamente humanista y libre de toda hipocresía.
*«Luchar, estar en la lucha», son términos eufemísticos que utiliza la población para referirse a cualquier actividad ilícita en relación con la supervivencia económica, incluye lo que antes se denominaba clara y llanamente «robar».