Por estos días los medios de difusión han sido prolíficos en hablar sobre el bullying (acoso en español) homofóbico y transfóbico en los espacios escolares.
No cabe duda que los mecanismos que operan en el acoso homofóbico y transfóbico se originan y crecen a través de las relaciones intersubjetivas de los educandos y en este caso operan las construcciones de género que definen rígidamente lo que culturalmente se norma como masculino o femenino.
Aunque el deseo erótico comienza a definirse con mayor claridad en la adolescencia, son las expresiones e identidades de géneros las que marcan la pauta en la exclusión de las personas que no se ajustan a ellas.
La escalada de acciones homofóbicas y transfóbicas se canalizan a través del discurso y de acciones violentas. El aniquilamiento simbólico o real puede llevar al suicidio o al daño psicológico de por vida de la víctima.
Ningún nivel de enseñanza escapa a la homofobia o a la transfobia. Su ejecución perversa cambia según los contextos, el nivel de enseñanza y la asociación (casi siempre presentes) de otros estigmas discriminatorios, como el color de la piel, rasgos anatómicos, discapacidad, nivel económico, lugar de nacimiento (migrantes internos), entre otros.
También se comenten acciones homofóbicas y transfóbicas por parte del profesorado, descendientes y estandartes de la cultura heteropatriarcal que demerita a las mujeres, a las personas homosexuales y a las personas trans.
La escuela cubana, en todos sus niveles, es continuidad del hogar y es reflejo en mayor o menor medida de los valores y antivalores de la comunidad donde están enclavada. La discriminación es un antivalor aprendido en el contexto familiar y potenciado en los espacios escolares y comunitarios. En nuestra cultura y en las políticas en relación a la educación se continúa percibiendo a las y los infantes como objetos de derecho. Las madres y padres siguen creyendo que tienen el derecho a educar a sus hijos como ellos desean, aún y cuando les transmitan pensamientos discriminatorios y violentos.
En el caso de nuestro país la pedagogía está muy influenciada aún por los valores del positivismo nacionalista que impulsó Enrique José Varona (1849-1933), destacado patriota e independentista, que desde su contexto histórico cultural de finales del siglo XIX y de la primera República dejó un legado pedagógico furibundamente positivista y homofóbico.
Más tarde la enseñanza tomó tintes manualistas del estalinismo en los primeras tres décadas de la Revolución cubana. Desde esta perspectiva, los nuevos sujetos (hombres nuevos) deberían ser patriotas, heterosexuales y cisgénero (concordancia entre el sexo legal y la identidad de género). Dichos principios siguen vigentes: quien rompa las normas binarias masculino-femenino es disciplinado y quien se resista es apartado o ninguneado.
La verticalidad (bancaria según Paulo Freire) de los modelos pedagógico cubanos, el implante de modelos disciplinarios militares (uso de uniformes generarizados, organización en brigadas y unidades, reglamentos escolares arcaicos y reguladores de la sexualidad desde una moralina burguesa), la deficiente formación de valores cívicos desde edades muy tempranas, la precariedad material y del personal docente, conllevan a la homogenización del pensamiento, al pobre desarrollo de la autogestión y del pensamiento crítico.
Las escuelas no cuentan con espacios seguros para asistir a las y los educandos que son víctima de acoso, tampoco disponen de actividades curriculares o extracurriculares que permita la formación de educadoras, educadores y educandos. Las organizaciones de pioneros, de la enseñanza media y la Federación de Estudiantes Universitarios están desprovistas de autonomía y de mecanismos de movilización eficaces para la discusión de esta problemática y para la construcción colectiva de un ambiente de paz en los espacios escolares. La ausencia de una educación en derechos humanos lastra la construcción de ciudadanía, elemento clave para el desarrollo armónico de futuros sujetos libres y responsables. Si alguien cree que lo hasta aquí dicho no es un problema político, pido humildemente que me lo demuestre
La diputada Mariela Castro Espín lo puso literalmente sobre la mesa cuando envió un mensaje a la familia cubana y dijo que la campaña contra la homofobia no pretende enseñar ni imponer la orientación sexual a nadie, sino que es un asunto de derechos humanos.
Como sujetos de derecho, el desarrollo armónico de la infancia y la adolescencia requiere desaprender las discriminaciones y la adquisición de habilidades para reconocerlas y combatirlas. La escuela y sus modelos pedagógicos necesitan una reformulación urgente de sus estructuras donde sean elementos importantes la sexualidad libre y responsable, la equidad fluida de los géneros, la participación activa y la construcción de ciudadanía [Santos Suárez, 24 de mayo de 2017]