Un gran activista LGBTI y amigo ha muerto. Rafael Suri, no estará físicamente entre nosotros y merece estas notas, aunque mi duelo sea privado y tenga yo una extraña relación con la muerte y los obituarios.
Rafa, como todos le decíamos, será recordado como un líder, un servidor, un cohesionador de personas muy heterogéneas. Él nos enseñó a amalgamar la política, la religión y el activismo social por los derechos de las personas LGBTI en circunstancias adversas. Fuimos testigos excepcionales de sus acciones y del prestigio ganado con mucho trabajo en su natal Placetas.
Era perseverante, discreto, pausado. Su ironía era mordaz e inteligente, nunca hiriente. Creía en Jesucristo, en las utopías y en los imposibles. Fue siempre atento, dadivoso y dispuesto a aprender. Rafa siempre me decía que yo era su maestro y su ejemplo. Me honraba siempre con esos elogios alguien quien fue activista antes que yo, con experiencia acumulada a pesar de su corta edad y de quien aprendimos los que fundamos Hombres por la Diversidad (ahora Humanidad por la Diversidad) en 2010.
Quizás por su humildad, por la distancia geográfica, o por sus dotes de servir y nunca pedir, nos mantuvo ajenos al agravamiento de su salud en los últimos tres meses. Hoy me siento en deuda de no haber podido retribuirle profesionalmente.
No creo en el descanso ni en la paz después de la vida cuando el legado de quien muere servirá para tratar con los apáticos, con los despolitizados, contra los pesimistas y contra los fundamentalistas políticos y religiosos. El activismo de Rafa será póstumo pero fecundo. [Santos Suárez, 30 de marzo de 2019]