3/14/2017

Cambio de estrategia legislativa LGBT en Cuba: no en mi nombre

La diputada Mariela Castro ha declarado en México que «el matrimonio
(igualitario) será resultado de un conjunto de derechos que trabajamos
para que se garanticen en nuestro sistema jurídico". Como casi
siempre, me entero por declaraciones en el exterior y publicadas por
medios de prensa —también extranjeros—, sobre lo que nos compete a
nosotros acá en Cuba.
La activista diputada, una de las pocas interlocutoras que nuestro
partido-estado-gobierno ha considerado para tratar las potenciales
agendas sobre los derechos de las personas lesbianas, gais,
bisexuales, trans e intersexo en Cuba, ahora anuncia un cambio de
estrategia sin que se haya consultado a las personas cuyos derechos
continúan siendo vulnerados.
¿A nombre de quién se dan tantos giros de timón en los discursos?
¿Cuál son las propuestas concretas en el trabajo sobre los derechos
que derivarán en la aceptación del matrimonio igualitario en Cuba?
¿Sobre qué bases nuestros servidores públicos establecen las
prioridades para la garantía de estos derechos como derechos humanos?
¿Dónde está el necesario ejercicio de ciudadanía que debe
desarrollarse fuera de los marcos institucionales y en el orden
legislativo?
Hace ya algunos años he venido señalando en mi bitácora que el tema
del matrimonio igualitario ha sido pospuesto y silenciado por
coyunturas políticas oscuras. La propia Mariela, en varias entrevistas
a medios internacionales pasó de reconocer las uniones de hecho a
hablar abiertamente de la necesidad de aprobar el matrimonio
igualitario en Cuba.
A diez años de celebraciones en el mes mayo de la Jornadas Cubanas
contra la Homofobia se ha ido diluyendo este tema, que es una demanda
bastante amplia de las personas con sexualidades y géneros no
heteronormativos. En las propias redes sociales numerosos activistas
hemos promovido este debate, que han sido cubiertos por agendas
mediáticas aliadas. Mientras tanto, la consulta y la participación
amplia con los grupos vulnerables siguen esperando.
La propia diputada ha dicho en un reciente entrevista al diario
mexicano La Jornada que durante las primeras cuatro décadas de la
historia de la Revolución cubana no se tenían todos los elementos de
juicio para reconocer los derechos de las personas LGBT en Cuba.
Independientemente de las justificativo que pudiese o no parecer esta
afirmación, ya llevamos más de 10 años en que tenemos todos los
elementos para considerarlo una injusticia. ¿Cuánto tiempo necesitamos
para actuar y demostrar que existe voluntad política?
Demando transparencia en las decisiones que nos atañen a un grupo
numeroso de personas que ni siquiera tenemos el reconocimiento en las
políticas para conformar familias, para el respeto de las identidades
de género, para el respeto a los derechos reproductivos de todas las
mujeres (trans y lesbianas), entre muchos otros.
Sin conocer no podremos participar. Aunque la incidencia política en
temas de derechos humanos se origina con lo que tenemos, demandamos
con urgencia el cumplimiento de la política del Partido Comunista, que
se hagan realidad los mecanismos de participación política y social
establecidos en la Constitución de la República, que se acabe de una
vez y por todas el nefasto secretismo que define la vida de la gente
desde exiguos grupos de poder. [Santos Suárez, 14 de marzo de 2017]

3/09/2017

Mujeres e ideología de género

Hoy, cuando pasado el Día Internacional de la Mujer, se reproducen los
silencios en relación a las féminas en la mayoría de los espacios y
contextos, quiero referirme a la ideología de género.

El término en cuestión, enarbolado por la Iglesia Católica Apostólica
y Romana, se refiere a los principios ideológicos que inspiran las
luchas de los movimientos de derechos humanos feministas y de las
personas trans.

El Estado Vaticano y sus dispositivos de poder bien engrasados
pretenden asirse con la peregrina idea de que la dominación masculina
es parte de una Ley moral natural. Es decir, las bases del patriarcado
y toda su carga maligna, violenta y excluyente no es ideología, es
natural, inamovible y justifica los crímenes pretéritos y presentes
contra las mujeres.

En tiempos pasados, ellas no tenían almas y eran consideradas brujas,
categoría específica para denominar y condenar su herejía, ahora son
negadas y demonizadas cuando transgreden ese orden «natural», que
descaradamente pretenden presentarlo como desideologizado.

El aborto y la transexualidad son las zonas más delimitadas como
blancos de la ideología de género patriarcal. Son temas recurrentes y
obsesivos sobre los cuales se construyen nuevos regímenes de verdad.

El tema del aborto ocupó recientemente algunos espacios noticiosos,
cuando la rapera cubana Danay Suárez recibiera el premio especial
Gaviota en el Festival de Viña del Mar de Chile. Además de cambiar la
letra de su canción (por el que sería automáticamente descalificada)
amplió su posición en contra del aborto durante sus palabras de
agradecimiento.

Suárez tiene todo el derecho a expresar su opinión y aunque ha nacido
y crecido en un país donde el aborto es legal y se garantizan los
derechos reproductivos de las mujeres cisgénero (no transgénero)
heterosexuales, fue laureada extraordinariamente desde basamentos
patriarcales y conservadores. Si esto no es ideología que alguien me
explique la excepcionalidad de este premio y por qué en Chile y en la
mayoría de los Estados que se autoproclaman laicos en la región el
aborto sigue siendo ilegal.

Aunque el periódico Granma y algunos sitios digitales se pronunciaron
favorablemente sobre el premio a la cantante cubana, no hicieron
mención a sus palabras. Quiero pensar que no lo sabían, que fueron
superficiales, pero ahora que lo saben me preocupa profundamente: la
rapera Danay Suárez no está sola en Cuba, las posiciones Pro Vida
(antiaborto) son más frecuentes de lo que creemos y están en todos los
niveles del tejido social cubano.

Resulta llamativo que exista todo un marco conceptual desde la
Bioética personalista (estandarte de la ideología cristiana,
fundamentalmente católica) que considera el comienzo de la vida humana
desde la concepción y en consecuencia al aborto terapéutico como
moralmente inaceptable. Dicho enfoque es muy fuerte en América Latina.

Hablando de silencios y omisiones cómplices es necesario destacar que
los opositores a la llamada ideología de género a nivel global y local
hacen mutis en relación a las muertes maternas durante el embarazo y
al parto y no está clara su posición ética sobre aquellas que son
víctimas de la violencia machista.

Aunque hasta el mismísimo Papa Francisco y la Bioética personalista
muestran preocupaciones serias y profundas en cuanto a la conservación
de la vida y el medio ambiente, jamás se refieren al papel de la
ideología de género patriarcal en la depredación ambiental, tal y como
lo plantea el ecofeminismo y sus diferentes corrientes.

Que nadie lo dude, la lucha por la equidad y los derechos de las
mujeres es ideológica. Las féminas son más que una clase social y debe
desarraigarse de la academia, de la cultura y de la política de todos
los atributos y roles que impliquen su subordinación natural al
patriarcado.

Cuando digo mujeres se hace extensivo a las mujeres migrantes, a las
mujeres de piel negra, a las mujeres transexuales, a las mujeres
lesbianas, a las que se resisten fluidamente a las asignaciones
culturales dominantes de lo femenino, a las trabajadoras sexuales y
también a los hombres. Porque no habrá equidad de género si no se
producen cambios profundos y radicales en todos los seres humanos.

Más que flores y homenajes sindicales y mediáticos formales a las
mujeres por el 8 de marzo, se requiere de cambios en el plano de las
ideas. [Santos Suárez, 9 de marzo de 2017].

1/25/2017

Prostitución, trata de personas y turismo sexual

Esta entrada será breve en virtud del poco tiempo que tengo con mis ocupaciones académicas y profesionales, pero no quiero dejar pasar por alto el tema tratado ayer en el programa Mesa Redonda de la televisión cubana.
Aunque en las páginas digitales Cubadebate (apéndice del programa televisivo de marras) y Cubasí y en el propio programa los titulares solamente mencionaron la palabra «violencia», el tema central fue la prostitución y la trata de personas.
Felicito a los panelistas y su conductora por poner «sobre la mesa» dicho tópico, tan evidente y la vez tan silenciado por los discursos políticos. Las reflexiones fueron serias, balanceadas y propositivas.
El tema de la prostitución, el tráfico humano y la trata de personas tienen implícito la violencia de género y coloca en situación de vulnerabilidad a las mujeres, a las niñas y también a los hombres que practican la prostitución.
Cuando el colega Manuel Vazquez Seijido se refirió a las cuestiones jurídicas sobre la prostitución en Cuba sonó bastante absoluto y farragoso cuando afirmó que en nuestro país no se criminaliza a quien ofrece el servicio. Esto es parcialmente cierto: no se penaliza en el Código Penal, pero en la práctica es una verdad escandalosa que criminaliza la práctica de la prostitución femenina.
En Cuba solamente se penaliza al proxeneta y  las féminas que practican la prostitución, se les envía a centros de rehabilitación para su “reinserción” social, es decir, se les limita su derecho al disfrute de su libertad por políticas que no tienen basamento legal y que se ejecutan desde estrategias consensuadas entre el Ministerio del Interior y ¡la Federación de Mujeres Cubanas!
Esta doble victimización es aún más seria cuando las propias autoridades son permisivas con la práctica de la prostitución masculina. A ellos lo regresan a sus provincias (cuando este sea el caso) mediante otro decreto también discriminatorio que permite la deportación de los migrantes internos que no tienen residencia oficial en la capital.
Tradicionalmente, los estudios académicos sobre prostitución son censurados sin ambages, como si fuese algo de otro planeta o como si su tratamiento científico atentase contra la seguridad nacional.
En lo personal respeto el derecho de  cualquier persona a utilizar el cuerpo para trabajar y para su sustento económico. Lo mismo hacemos con nuestras manos y otras partes del cuerpo, por lo que me parece hipócrita la condena moral cuando dicha actividad es sexual. En este particular deseo expresar que no siempre la persona que se prostituye no tiene acceso a un trabajo digno, pues conozco a profesionales y a trabajadores y trabajadoras que ejercen la prostitución. La Epidemiología le denomina eufemística y estratégicamente «sexo transaccional».
Sin embargo, existen límites sobre los cuales deben plantearse mínimos morales. La prostitución es una actividad organizada por y para beneficios de los hombres y se basan en la explotación violenta de mujeres cisgénero, mujeres trans y hombres (en nuestro contexto se les conoce como pingueros).
Dicha práctica se torna peligrosa por la vulnerabilidad que implica ser la única alternativa que tienen estas personas para subsistir y cuando se cercena la libertad, la equidad y la autonomía de quien ofrece el servicio.
No apoyo el término «trabajo sexual» propuesto por el movimiento feminista y adoptado en los discursos y narrativas de derechos humanos de las Naciones Unidas por pactar sospechosamente con las bases ideológicas del patriarcado, implementadas en un mundo crecientemente desigual y neoliberal.
Llamemos las cosas por su nombre, desmantelemos las relaciones patriarcales. Los Estados que legalizan la prostitución son Estados proxenetas. Apoyo la propuesta del Centro Nacional de Educación Sexual de penalizar al cliente y de ampliar el debate académico y popular en relación a las causas, impactos y el análisis franco de los valores morales y sociales que se ponen en juego cuando de prostitución se trata. [Santos Suárez, 25 de enero de 2017]