6/22/2014

Letra y espíritu de la Ley Código de Trabajo: discriminaciones y trampas del lenguaje jurídico


Por fin se conoció la letra final de la Ley No. 116 Código de Trabajo. En un proceso de deliberación y «debate» de las diputadas y diputados de la Asamblea Nacional el pasado diciembre, se aprobó la Ley por mayoría. Sin embargo, las ciudadanas y los ciudadanos cubanos no conocíamos el texto final que sería aprobado, pues debía someterse a la Comisión de Estilos, que se encargaría de incluir o no a algunas de las propuestas que se hicieron referentes al artículo 2 sobre causas de discriminación. Raro procedimiento, hasta donde se el ejercicio democrático establecido – y en total apego al sentido común– es que nuestros representantes voten por un texto final.

Me produce inquietud que la Comisión de Estilos esté representada por diputados y diputadas con reconocido poder político y que en este tema en particular estuviese compuesto por hombres públicamente opuestos a los cambios sugeridos y algunos son ignorantes confesos sobre los temas de género. También digo esto porque es tiempo ya de que se deslinde el poder político del legislativo.

Antes de mencionar las propuestas noto que la necesidad de la nueva Ley expresada en su texto obedece a causas puramente económicas, sobe todo a las refrentes al trabajo no estatal. Me sorprende que los juristas del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social no aporten elementos de orden social ni incluyan al novedoso cuerpo de conocimientos disponible sobre las complejas relaciones humanas en el contexto laboral.

Si miramos nuevamente el borrador propuesto para su discusión en los centros de trabajo notamos que en efecto, nuestros expertos jurídicos en derecho laboral siguen anclados a lo que se enunciaba en estos términos en la década de 1980, cuando vivíamos en un país muy diferente al actual, tanto para bien como para mal. Así lo reafirmó un funcionario del Ministerio del Trabajo cuando intervino en el programa televisivo Mesa Redonda dedicado a los derechos humanos en diciembre pasado.

Volviendo a la letra de la Ley, el artículo en cuestión queda como sigue:


Artículo 2 inciso b) igualdad en el trabajo; todo ciudadano en condiciones de trabajar tiene derecho a obtener un empleo atendiendo a las exigencias de la economía y a su elección, tanto en el sector estatal como no estatal; sin discriminación por el color de la piel, género, creencias religiosas, orientación sexual, origen territorial, discapacidad y cualquier otra distinción lesiva a la dignidad humana.
Al menos se incluyó a la discapacidad en la versión final, asunto que ha contado con la implementación de políticas equitativas por nuestro Estado.

No me detendré en analizar la pertinencia o no de incluir explícitamente la identidad de género entre las propuestas. En un post anterior expliqué mis posicionamientos al respecto. Solamente hago notar como hecho positivo que la sustitución de sexo por género tiene implicaciones importantes en la letra de la Ley. No tomar en cuenta el sexo crea un precedente que colisiona con todo el andamiaje jurídico vigente referente a la identidad personal, donde el sexo, específicamente la entrepierna, es el elemento a tener en cuenta para identificarnos y gozar de personalidad jurídica.
La trampa está en el espíritu del texto, puesto que depende de lo que se interprete por género, no solamente por los juristas (fieles defensores del positivismo, el esencialismo y otras malas hierbas conservadoras a la luz de nuevos conocimientos), sino también por los encargados de cumplir la Ley.

Para mí el género aquí incluye el reconocimiento de las identidades y los roles de géneros, inclusive a los que trascienden el binarismo masculino/femenino. Ya sabemos que la realidad no es así, pues se sigue pensando el género, en los escasos contextos donde se aplica esta perspectiva, como el reconocimiento de los derechos de las mujeres en el escenario público. Mientras tanto, se perpetúan las discriminaciones hacia las mujeres en el espacio privado y a los hombres y las personas trans que no siguen las normas patriarcales se les discrimina tanto en los espacios públicos como privados.

Las personas trans cubanas apenas logran acceder al empleo y más allá de la identidad de género con que se les identifique, se les obliga a mostrarse y comportarse de acuerdo a su identidad legal (la entrepierna nuevamente). La no distinción de los géneros en el lenguaje fue explicada mediante un artículo en la Ley, precisamente nosotros, los campeones en el uso de neologismos para no sonar políticamente incorrectos. En resumen: la ideología patriarcal seguirá impregnando el espíritu de esta Ley.

Sobre el acoso laboral nada de nada, a pesar de los frecuentes casos por diversos motivos y que se hacen muy difíciles de comprobar. Las trabajadoras y los trabajadores cubanos no tienen ni la menor idea de cómo identificar el acoso laboral, a pesar de que estos perfiles han sido descritos por la psicología, la psiquiatría y la medicina del trabajo hace muchos años. En mi práctica profesional he conocido numerosas víctimas, tanto pacientes como compañeros de trabajo. Al parecer tendremos que esperar unos treinta años para incluirlo como «una novedad» de la post-postmodernidad.

La otra espera es que nuestros medios de difusión digan en algún momento que ya está publicada la Ley Código de Trabajo. En lo que reciben la orden, me seguiré enterando por el blog de mi amigo Paquito el de Cuba. [Centro Habana, 22 de junio de 2014]

Incidencia política por los derechos LGBT en Cuba: entre la necesidad y la realidad

Por Alberto Roque Guerra

Viernes por la tarde, un calor infernal y mi cabeza aún medio aturdida después de descansar de una guardia médica. Pero allí estaba, cumpliendo con una invitación a un conversatorio con activistas por los derechos sexuales de los grupos Humanidad por la Diversidad (HxD) y de mujeres lesbianas y bisexuales Oremi. El tema era la incidencia política —o también conocida como abogacía— por los derechos sexuales como derechos humanos.

Comencé el encuentro con una pregunta: ¿Qué es para ustedes incidencia política? La palabra que encabezó la lluvia de ideas fue militancia. Le siguieron participación, persuasión, compromiso, toma de conciencia, ciudadanía, entre otras.

Las muchachas y los muchachos no son activistas neófitos. Todas y todos han recorrido por años de preparación, de adquisición de saberes en el espacio de participación institucional que ofrece el Centro Nacional de Educación Sexual.

En fecha reciente supe que se fundó el grupo HxD en Santa Clara. Los propios activistas se encargaron de la capacitación, mediante el uso de una metodología participativa y de un programa similar al implementado cuando HxD —integrado entonces por sólo doce hombres — se auto-nombraba «Hombres por la Diversidad».
Reconocimos que la educación en derechos humanos implica una forma de incidencia política, pero que esta última se ve limitada por la pobre articulación de los procesos de participación política y social en el contexto cubano actual. Los propios espacios institucionales tienen limitaciones por sus objetos sociales, aunque no cabe duda que han promovido la expresión de voces hasta hace pocos años acalladas, ignoradas y excluidas.

El trabajo de abogacía significa identificar y actuar desde las oportunidades para incidir y ser parte en el proceso de generación de políticas a nivel nacional e internacional.

Destacamos que ser parte implica participar en todo el proceso, con autonomía integradora de todas las sexualidades y las formas de concebir al género, la pluralidad de liderazgos y la autoorganización. La recién pr
omulgada Ley de Código de Trabajo fue un notable ejemplo de participación plena de las sexualidades no heteronormativas.

Se reconoció la pobre conciencia política de las personas LGBT cubanas sobre sus cuerpos y sexualidades, la fragmentación en identidades y la reproducción de los mecanismos de dominación entre las propias personas que son blancos de la discriminación heteronormativa.

Me sorprendió gratamente la identificación del patriarcado como ideología hegemónica y la persistente reclusión de las mujeres lesbianas al espacio privado.
El grupo identificó las nuevas formas que adquieren la homofobia, la lesbofobia y la transfobia, sobre todo en la práctica cotidiana, así como las estrategias para desarticularlas y diversificar los espacios de participación, más allá de los rígidos espacios institucionales.

Por eso, ser activista significa preparación constante, estudio profundo de nuestro sistema político, de nuestra historia y de los elementos culturales que transversalizan a la sexualidad y al género.

No somos todos lo que desearíamos, pero nuestra propia historia ha demostrado que con sólo doce personas se han gestado grandes obras. [Centro Habana, 23 de junio de 2014]



5/04/2014

Conferencia Regional de Derechos Humanos de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex en Cuba

Hace diez años no me pasaba ni remotamente por la cabeza estar escribiendo ese título. La VI Conferencia Regional de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA-LAC) se celebrará en Varadero desde el 6 al 10 de mayo próximos. Lamentablemente no asistiré pues tengo compromisos académicos sobre estos temas en las provincias en esta misma semana. Allí creo ser un tilín más útil pero no significa que pase por alto tan importante reunión.
La cita incluye a activistas de Latinoamérica y el Caribe y la lidera la sede regional que merecidamente se ubica en la Ciudad de Buenos Aires. La región ha tenido avances concretos en el respeto al derecho a libre orientación sexual e identidad de género. Argentina, es de hecho, uno de los países con más avances legislativos al lograr la aprobación del matrimonio igualitario y de la más avanzada Ley de Identidad de Género, que permite el reconocimiento legal de la identidad de género con la que cualquier persona adulta se identifique sin necesidad de intervenciones médicas ni de otras intromisiones del estado ni de las iglesias.
Sin embargo, la región enfrenta desafíos mayúsculos, sobre todo por la penalización de la homosexualidad en numerosos países caribeños, la precariedad de la vida de las personas LGBT, el preocupante índice de crímenes de odio y su pobre tipificación y enfrentamiento por los estados.
Algunas naciones que dicen tener un estado laico tienen una apabullante influencia de las iglesias y han florecido los fundamentalismos religiosos que condenan a las identidades y sexualidades no heteronormativas y no monogámicas. Se mantiene la penalización del aborto en la mayoría de los países y se conocen de estadísticas alarmantes de feminicidios.
La concertación de iniciativas políticas transnacionales es pobre o fragmentada y depende en muchos casos del Sistema Interamericano de Derechos Humanos al cual no están integrados Cuba ni Venezuela. Las más recientes iniciativas integradoras de la región permanecen sin incluir en sus agendas políticas un compromiso serio en la erradicación de la discriminación por orientación sexual e identidad de género.
La marcada división en identidades sexuales y de género de las y los activistas constituye un obstáculo para concertar acciones de abogacía basadas en el consenso. También se suman las marcadas diferencias ideológicas y las rémoras derivadas por el acceso a fondos financieros, muchos de ellos provenientes de agencias y gobiernos de países del norte con agendas destinadas a la desarticulación de los movimientos sociales LGBT y feministas.
La presencia de un liderazgo creciente en la región es un elemento positivo, así como los problemas que enfrentamos por nuestra tradición cultural común.
Para Cuba es un momento ideal, que merece una amplia cobertura mediática, que ojalá no se afecte por la distancia a la que está Varadero de la capital, entre otras malas hierbas potenciales.
Pienso en este momento en nuestros activistas y en la posibilidad de abrir el enfoque más allá de la salud sexual y reproductiva, pues los derechos humanos de las personas LGBT son una cuestión de ciudadanía, en una nación como la nuestra, en plena transición socialista. Quizá comprendamos que además del destacado y necesario papel de las instituciones, deben articularse procesos de participación horizontales que faciliten un creciente autogobierno plural y emancipador. De lograrse esta utopía, lejos de constituir una oposición a las políticas del estado contribuirá a fortalecerlo y hacerlo más equitativo. [Centro Habana, 4 de mayo de 2014]

4/12/2014

Algunas notas sobre "Cuba: ¿crímenes de odio?"

Por Alberto Roque Guerra
Publicado en HomoSapiens@Cuba
El pasado miércoles, 9 de abril, se publicó en el portal digital CubaSí el artículo Cuba: ¿crímenes de odio?, firmado por el periodista Yuris Nórido.
Además de lo ya dicho en mi posts: “¡No a la violencia! ¡Protección a las personas LGBT vulnerables a los crímenes de odio!” y “Crímenes de odio por homofobia: “Impunidad cero” y la necesidad de romper el silencio”, me referiré concretamente a algunos aspectos sesgados, triunfalistas y heteronormativos en el artículo de Nórido.
Sobre la Nota Informativa del  Ministerio del Interior (MININT) por el asesinato de tres personas en La Habana Vieja

Me parece excelente que nuestras instituciones ejerzan una política de transparencia, tal y como lo establece la Constitución de la República. Sin embargo, la redacción de la nota de marras es preocupante por múltiples motivos: no menciona por su nombre las relaciones entre los ciudadanos Francisco José García Peña (víctima) y Adrián Abelarde Varela (victimario). El eufemismo “relaciones estrechas” deslegitima a las relaciones amorosas, sexuales o eróticas entre personas del mismo género. Sin embargo, la nota dice en el penúltimo párrafo que el móvil del crimen fue pasional, sin más comentarios.
Me pregunto si la pasión amorosa también conllevó a asesinar a una anciana y a un niño. Me pregunto si la pasión por sí misma genera actos criminales, ¿es eso pasión o violencia extrema?, ¿es pasión o sentido de posesión y odio?, ¿tienen claridad nuestros criminalistas y operadores del derecho sobre las implicaciones de estos términos? Adicionalmente, en nuestra Ley Penal no existe el crimen pasional. La nota puede hacer presuponer que  “las personas homosexuales matan por pasión” y es, en sí misma, discriminatoria.

Sobre  los crímenes a la comunidad homosexual cubana

El uso del término “comunidad homosexual” es un implante de los modelos neoliberales que dividen y clasifican a los grupos humanos sin acceso pleno al poder y que se ha utilizado políticamente por los propios grupos para legitimarse. Así se encuentran hispanos, afrodescendientes, indígenas, nativos, latinos, italianos, chinos, lobby judío, entre muchos otros.
De ser correcto el uso dado por el autor al término, implicaría que existe una toma de consciencia política de las personas homosexuales cubanas sobre sus cuerpos y sus sexualidades, más allá de la convivencia y visualización pública en sitios de “homosocialización”, cuestión que no percibo con claridad en el escenario social y político cubanos actuales.
También excluye a otros personas con identidades/roles de género, prácticas sexuales y tipos diversos de parentesco que conforman grupos humanos discriminados en Cuba en la actualidad.
Además, Nórido no realiza un análisis de los móviles de los crímenes donde han sido homosexuales las víctimas ni cita la fuente estadística que le permite llegar a algunas conclusiones. Si no cuenta con elementos objetivos y comprobables (a los cuales apela en todo su escrito), ¿sobre cuáles bases afirma que la mayoría de los ataques denunciados por miembros del colectivo LGBT cubano no pueden ser considerados delitos de odio?, ¿cómo se atreve a afirmar que no hay una oleada de de estos crímenes en Cuba al concluir su artículo?
En resumen, afirmar que existe una oleada de crímenes de odio hacia personas homosexuales es pura especulación, negarlo también lo es. No obstante, hay un hecho alarmante expresado por los servicios de consultoría jurídica del CENESEX: en 2013 un porciento importante de las víctimas de homicidio eran homosexuales.

Sobre  la promiscuidad como un estilo de vida

El término promiscuidad es uno de los estandartes más hipócritas de las normas heterosexistas, percibido como un privilegio de las hegemonías masculinas y como un estigma para las sexualidades que se le subordinan jerárquicamente. Ya las ciencias biomédicas superaron este concepto discriminatorio y lo definen (políticamente correcto) desde el punto de vista epidemiológico como relaciones sexuales frecuentes y recurrentes con diferentes personas.
Coincido con Nórido sobre el peligro que implica que muchas personas homosexuales lleven desconocidos a su casa, en tiempos donde el dinero y lo material ensucia de forma creciente las relaciones humanas. Sin embargo, tomo nota de que en el caso de La Habana Vieja, Frank y Adrián tenían “relaciones estrechas” hace mucho tiempo y el homicida convivía prácticamente con la familia.
Por lo tanto, no son los tipos de prácticas sexuales el problema, sino los valores que se ponen en juego en toda relación humana. Si se continúa desconociendo, desvalorizando o revictimizando las múltiples causas que generan estos crímenes en grupos vulnerables, no se resolverá el problema.
Sobre el choteo nacional y la homofobia
Me parece peligroso, farragoso y poco serio relacionar el choteo nacional con la homofobia verbal. La historia de la Nación en todos sus periodos (colonial, república burguesa y república socialista) ha mostrado --- con una tendencia a la modificación favorable del discurso en los últimos 15 años--- discursos y prácticas homofóbicas, que, como expresión de la cultura  se ha legitimado en los espacios institucionales.
Muchos son los ejemplos lamentables de agresiones físicas a personas trans, a homosexuales masculinos y femeninas y a las propias mujeres heterosexuales, quienes sufren violencia de género, doméstica y sexual (la violación por sus propias parejas no es reconocido un delito en nuestra ley penal).
Puede que no sean actos violentos alarmantes, pero me despiertan muchas dudas el silencio que las cubre y la poca disposición a reconocer al espacio público como continuidad íntimamente relacionada con el espacio privado. Por lo tanto todo lo que se afirme en este sentido es pura especulación.
Sobre la “condición” homosexual y su reconocimiento institucional
¿Acaso existe la condición heterosexual?, ¿existe algo llamado condición de negritud o de blanquitud?  “Condición” es un término peligroso que ha generado mucho sufrimiento. De hecho se usa por la medicina para hablar de un estado morboso o enfermedad. Muchas de las categorías, etiquetas o “condiciones” han sido un invento humano ubicadas por  las políticas de identidad  como constructos subjetivos. Todas las categorías identitarias de género, raciales, por orientación sexual y étnicas son invenciones de grupos humanos que ostentan el poder de nombrar a la otredad, a lo diferente y han tenido un macabro éxito en hacerlos naturales y “productos de la cultura”.
Nuestras instituciones aún tienen mucho que avanzar en la producción de políticas que reconozcan a la sexualidad y al género (no binario) como consustanciales a la ciudadanía. No es posible disfrutar de personalidad jurídica, de derechos políticos, civiles, sociales y culturales, de una verdadera fraternidad y solidaridad entre los seres humanos si no se integra a la sexualidad y al género junto a cuestiones raciales, étnicas, religiosas, entre otras. D­­­­­­eben revisarse urgentemente las bases del contrato social ---y del contrato sexual--- en una sociedad como la nuestra, en plena transición al socialismo. (Cayo Hueso, 12 de abril de 2014)
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Miércoles, 09 Abril 2014 06:10
Cuba: ¿Crímenes de odio?
Escrito por  Yuris Nórido / CubaSí

La prensa nacional se ha hecho eco del asesinato de homosexuales. Algunos creen ver en esos casos crímenes de odio. Pero los móviles dicen otra cosa…
 La prensa nacional, normalmente parca en estos asuntos, ha referido la muerte violenta de algunos homosexuales en los últimos meses. En dos de los casos, la publicación tuvo que ver fundamentalmente con el reconocimiento público de las víctimas: eran destacados artistas. En las notas (escritas en las redacciones culturales de los medios) no se mencionó su orientación sexual (no era necesario, francamente), en buena parte de ellas ni siquiera se aludió la causa de la muerte (en nuestro caso sí lo especificamos).
Sobre el tercer caso, hace pocas semanas, el Ministerio del Interior (MININT) divulgó una nota informativa donde tampoco se explicita la orientación sexual de una de las víctimas y del victimario, aunque se sugiere. En un párrafo se dice que el autor del crimen “mantenía relaciones estrechas” con la víctima, hombre de 49 años de edad. En otro párrafo se afirma que “durante los interrogatorios (el victimario) confesó que su actuación estuvo condicionada por un móvil pasional”. 
Sin caer en los excesos de la crónica roja, la divulgación de estos hechos resulta prudente. La ciudadanía necesita estar informada de acontecimientos tan graves. No hay que convertir estos crímenes en un morboso espectáculo, pero tampoco conviene ignorarlos  en los medios: los rumores terminan siempre por desvirtuar los hechos. Y en las redes  sociales el rumor se difunde sin que medien comprobaciones. 
Precisamente en algunas redes sociales se ha afirmado que estos hechos y otros contra homosexuales que no han sido reseñados por la prensa forman parte de una ola de crímenes de odio que sacude a la sociedad cubana ahora mismo. Nunca antes habían asesinado a tantos homosexuales —dicen algunos, y otros hasta sugieren que se trata de una especie de conspiración en contra de la diversidad. 
Algunos medios extranjeros —particularmente los más críticos con el sistema en Cuba— se han hecho eco de estas denuncias, sin profundizar en las causas de los crímenes ni en el verdadero cariz de los delitos de odio. 
Con buenas, regulares y malas intenciones, se ha achacado a un odio militante a los  homosexuales buena parte de las agresiones que ha sufrido esa comunidad en los últimos  años. Es probable que algunos de los delitos contra ese grupo estén motivados por ese  odio; pero lo cierto es que la mayoría de los crímenes tiene móviles comunes, que poco o  nada tienen que ver con la orientación sexual de las víctimas. O quizás sí tengan que ver,  pero por razones más tangenciales. 
El delito de odio, según la convención, es aquel que se comete contra individuos de  determinado grupo social, por su edad, raza, religión, etnia, nacionalidad, ideología,  discapacidad, género, identidad de género u orientación sexual. O sea, el móvil del  ataque es precisamente el odio hacia esas características, desde los prejuicios o la  incapacidad de tolerar al diferente. 
No es lo mismo asesinar a un homosexual para robarle que asesinarlo por el mero hecho de ser homosexual. El segundo caso es un crimen de odio. El primero es un crimen  común. Obviamente, muchas veces es difícil establecer fronteras. Es posible que el  individuo que mate para robar también rechace a los homosexuales, pero en todo caso esa será una causa secundaria.
 La mayoría de los ataques denunciados por miembros del colectivo LGBT cubano no pueden ser considerados delitos de odio. Ni siquiera cuando medie en alguna medida cierto rechazo a los homosexuales. Es más, asumir que lo son implicaría cierto matiz discriminatorio o “victimista”. Si una persona agrede a una mujer o a un anciano para robarles —o incluso, por mera manifestación de violencia— no hay que asumir necesariamente que esa persona odie a las mujeres o a los ancianos. 
Algunos se preguntan: ¿por qué casi siempre son homosexuales las víctimas? Lo primero que hay que establecer es que no siempre son homosexuales. 
Y en segundo lugar habría que añadir que ese grupo es mucho más vulnerable que otros colectivos sociales. Por la discriminación, los prejuicios o por pura elección personal (que es perfectamente legítima), los homosexuales pueden asumir la promiscuidad casi como estilo de vida. No pocos llevan a sus casas a personas que apenas conocen. La falta de lugares establecidos para los encuentros íntimos (y también la elección personal) los hacen frecuentar sitios de encuentro poco convencionales (apartados, poco iluminados,escabrosos), que suelen ser campo de acción de delincuentes. 
Cuba sigue siendo uno de los países más seguros del continente. Y en buena medida, uno de los más pacíficos y “bien llevado”. El tan llevado y traído “choteo” nacional ha mostrado también una vocación discriminatoria contra el homosexual, pero en pocas ocasiones se ha traducido en agresiones físicas graves. Es más, la lógica de que “cada cual haga de su vida lo que quiera” ha primado por encima de actitudes más beligerantes. 
De acuerdo, hace falta más educación, hace falta más sentido de la solidaridad, hace falta más sentido cívico, hace falta más reconocimiento institucional a la condición homosexual. Y hace falta también más sensibilidad y conocimiento por parte de las fuerzas públicas. 
Pero lo cierto es que por el momento no sufrimos ninguna ola de crímenes de odio, ni contra los homosexuales ni contra otras minorías. Ojalá no la padezcamos nunca.   

2/23/2014

La violencia en el deporte ≪Sobre la Mesa≫ o el lente desenfocado hacia el género

Un hecho violento ocupó la atención de los medios de comunicación cubanos en días recientes. El jugador de beisbol Ramón Lunar fue agredido físicamente (con un bate de pelota en la cara) por el pitcher Demis Valdés en pleno estadio.
Las manifestaciones violentas en los estadios cubanos no son nuevas. Deportistas y público asistente han mostrado comportamientos violentos, sin que nuestros medios de comunicación puedan impedir su impacto, pues se tratan de transmisiones en vivo que escapan de la censura mediática acostumbrada.
Con el deporte se ha abierto la caja de pandora, pues deporte en Cuba y en especial el beisbol, significan identidad nacional. Históricamente hablando muestran un ascenso preocupante, a tono con los cambios operados en el tejido social cubano, que tuvo su acmé durante la profunda crisis económica y social que sufrimos desde la década de 1990. 
De todo eso se habló en la última edición de la Mesa Redonda de los viernes ≪Sobre la Mesa≫. El espacio se ha convertido en tibio y sostenido asomo de la cabeza del debate entre expertos y  también se hacen escuchar las opiniones y el disenso de la ciudadanía.Las y los expertos, también el público entrevistado, reconocieron que se trata de un asunto complejo, con muchas aristas. Se habló de educación, de valores, de medidas disciplinarias más severas y de prevención. También se destacó el encomiable trabajo comunitario de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades -coordinada por Julio César González Pagés, quien también fungió como panelista en el programa- en la prevención y sensibilización contra la violencia en el deporte.
Algunos hombres entrevistados dijeron que ≪el deporte es de hombres, es tener sangre en las venas≫. Lo que este cubano dijo se llama ≪naturalización  de la violencia≫ y tiene una marcada influencia de las normas de género impuestas por nuestra cultura machista. Hasta donde sé las mujeres también tienen sangre en las venas, a lo mejor el compañero quiso decir ≪el deporte es de hombres, es tener testosterona en las venas≫.  Ni siquiera es exacta esta última afirmación, pues las mujeres también tienen testosterona en sangre, aunque con niveles inferiores. Perdone la lectora o lector tal digresión, solamente quiero señalar que aquí se ponen en juego los mandatos culturales que aprendemos desde muy temprano sobre los significados de las masculinidades hegemónicas. Por lo tanto el asunto de la violencia pasa también por un asunto de género, no es natural ni biológico.
Para ser un ≪verdadero hombre, un macho≫ se requiere ser violento, competitivo, temerario, agresivo e hipersexual. En el beisbol cubano, algunos deportistas se tocan los genitales antes de batear, también escupen y muestran gestos groseros cuando cometen un error. Pero eso, en tanto simbólico, nos resulta natural y no requiere debate. No por gusto, nuestros psicólogos conductuales prescribían (¿prescriben aún?) la práctica del beisbol a los niños afeminados, como si fuese un remedio masculinizante.
Otro ejemplo sobre la violencia simbólica, que no advertimos, que opera ante nuestros ojos de forma fluida y acrítica: hace poco tiempo se produjo una discusión en pleno juego de beisbol y las cámaras de la TV nacional desviaron su enfoque a las nalgas de una de las porristas (versión tropical de las cheerleaders estadounidenses). De esta manera se legitima el cuerpo de la mujer como objeto sexual, como ente dispersor de la atención y en ello no advertimos violencia alguna.
Julio César opinó que no se debe culpar a la masculinidad de la violencia, pues las mujeres también la practican. Coincido con él parcialmente, las relaciones de género se basan en el poder asimétrico. Se piensa en género y se evoca el papel de las hegemonías en las relaciones humanas. Las mujeres violentas también son hegemónicas y producen violencia mediante el discurso, los comportamientos y la gestualidad que son afines y constitutivos al poder del patriarcado.
También existen masculinidades no hegemónicas. Son ≪raras≫ en nuestro contexto y miradas sospechosamente por las normas culturales, pero sin dudas útiles en el desaprendizaje de las relaciones hegemónicas entre los seres humanos.
El experto dijo que la violencia es aprendida y de inmediato pensé en la educación que recibimos en nuestras familias y las escuelas, ambas tan restringidas a las relaciones asimétricas de poder.  Me preocupo, pues de manera general, la educación escolar en Cuba sigue siendo bancaria (modelo de experto, pobremente dialógica), promueve la homogenización de las personas en nombre de una falsa unidad y no estimula el desarrollo del pensamiento crítico. Todo ello es violento en sí mismo y genera violencia. Este es a mi juicio uno de los aspectos que debemos modificar, además de la necesidad de aplicar un enfoque de género no binario (que no reconoce solamente a lo masculino y lo femenino) y equitativo en todos los niveles de enseñanza. Este enfoque debe hacerse extensivo hacia otros ámbitos del espacio público: familiar, laboral, etc.
Creo fervientemente en que se puede jugar buen beisbol –o cualquier otro deporte-sin necesidad de reafirmarnos constantemente como masculinos. Creo en la competencia cordial, solidaria y que nos haga disfrutar de un buen espectáculo. La conductora del panel televisivo cerró el programa con una pregunta a las y los panelistas: ¿qué hacer? Me encantó eso, pues hemos perdido ya demasiado tiempo haciendo diagnósticos y catarsis sin soluciones prácticas. [Centro Habana, 23 de febrero de 2014]

2/13/2014

Amores que importan o que no se atreven decir sus nombres

Aunque pueda parecer ridículo por la obviedad –para algunos puede que hasta cursi-  este post tratará, un día como hoy, sobre el amor. Mejor dicho, sobre los amores, pues hay muchas maneras de amar, aunque algunos se empeñen en establecer normas, decretos, políticas y hasta producir conocimientos sobre y en nombre de las relaciones amorosas.

Los medios de comunicación, en particular la televisión, empezaron temprano con su avalancha de mensajes por el Día de los Enamorados. Cubavisión, "El canal de la familia cubana" [nótese el uso normativo del singular, pues siguen empeñados en que hay un solo tipo de familia o al parecer los demás canales de TV no se dirigen al clan familiar], entre otros, anuncian, sin que falten los corazones rojos, a las relaciones de parejas heterosexuales y a la familia –otra vez el singular- nuclear y heteronormativa.

El insistente mensaje, como un performance de ocurrencia anual, borra una vez más la existencia de otros amores, esos prohibidos y condenados por siglos, percibidos como abyectos y no productivos. Contradice sin cesar la verbalizada voluntad política de construir una nación ≪unida en la diversidad≫.

A mi mente vienen la demonización y patologización de las relaciones amorosas entre hombres por nuestra cultura hetero- machista, que las reducen a puro sexo licencioso, a mera diversión y desorden, donde no median afectos. Se dice gay y se piensa de inmediato en promiscuidad en que somos fornicadores empedernidos.

Aunque las frases apelan a sujetos que pasamos más del noventa por ciento del día pensando en sexo, no es así. Disculpen la ironía: ≪desafortunadamente≫.

También construimos relaciones amorosas otras, aunque algunas no muy diferentes a las normas heterosexistas. Enfrentamos conflictos, alegrías y placeres similares, como cualquier ser humano. Hemos aprendido a sobrevivir con el estigma y algunos lo utilizamos como afronta al poder de las hipócritas normas que pretenden regular nuestros cuerpos y sexualidades.
 
Hablo desde mi propia experiencia de quince años junto a un hombre maravilloso, imperfecto en tanto humano. No es la mía una relación modélica, evito semejante término que adoran los psicólogos cuando se refieren normativamente a los "ideales de pareja" (heterosexuales, claro está")
 
Los desafíos son diarios y grandes, tanto en el ámbito público como en el privado. Nadie legitimará por nosotros las relaciones entre personas del mismo género ni otras prácticas afectivo-eróticas también válidas. Esa es nuestra responsabilidad absoluta. Parafraseando a Judith Butler y a Oscar Wilde: somos cuerpos y amores que importan, que no tememos decir –alto y claro­­- nuestros nombres. [Centro Habana, 14 de febrero de 2014]

2/06/2014

¡No a la violencia! ¡Protección a las personas LGBT vulnerables a los crímenes de odio!

Hace unos días supe, durante una visita de un amigo, que habían asesinado el pasado 29 de enero al director de teatro y diseñador escenográfico Tony Díaz. La noticia se diseminó por correos electrónicos. Aunque no lo conocí personalmente, Tony fue una persona que asumía públicamente su homosexualidad.

En mi cuenta de correo electrónico recibí una nota escrita por el destacado académico, amigo y activista Julio César González Pagés, publicada en el blog del Observatorio Crítico de Cuba.

En la nota (que he decidido anexar a este post, tal y como la recibí en mi buzón) leo con alarma que el posible móvil del asesinato fue un crimen de odio por homofobia. También me horrorizó leer que se produjeron más de cuarenta (40) asesinatos a homosexuales en Cuba en iguales circunstancias en el 2013.

Tomo nota del hecho de que las víctimas sean homosexuales. Sin dudas, la orientación sexual es un factor que hace vulnerable a las personas a actos de violencia. También se han asesinado personas trans cubanas, por sus parejas o en extrañas circunstancias que no se han hecho públicas.

Sin embargo, interpreto con cautela la etiqueta de crimen de odio. En un post anterior que publiqué en esta bitácora lo citaba como ≪cualquier tipo de agresión a una persona o grupo específico de personas (agresión física y verbal, homicidio, amenazas) motivado por un estigma identitario (color de la piel, religión, origen étnico o nacional, orientación sexual e identidad de género). ≫

Mi prudencia obedece a la complejidad que subyace en la tipificación de un crimen de odio. A mi entender interactúan los siguientes factores:

  • .Nuestros agentes del orden, y las y los expertos en criminalística no tienen tipificado los crímenes de odio.
  • .Ausencia de leyes penales específicas que consideren como agravante al odio por estigmas identitarios.
  • .Ausencia de una institución con políticas transparentes que monitoree los crímenes de odio por orientación sexual e identidad de género y otras causas, que también pudiera hacerse cargo de la coordinación de las estrategias para su prevención, la investigación científica, la formación de recursos humanos y las acciones de abogacía que fortalecerían el papel del estado cubano como garante del derecho a la vida y a la convivencia pacífica. En fin de cuenta ¿de dónde proviene la estadística mencionada en la nota del Observatorio Crítico?
  • .Deficientes políticas educativas que promuevan la prevención, reconocimiento y enfrentamiento a los crímenes de odio. Como brillante excepción se cuentan aquí las campañas de bien público por la No Violencia Hacia la Mujer, con el  acompañamiento de las agencias de las Naciones Unidas. El propio Julio César ha sido un destacado líder de opinión sobre este tema y lo ha extendido más allá de la violencia hacia las mujeres. Se requiere de  mayor participación ciudadana y del establecimiento de políticas de estado en relación a esta problemática.
  • .Prejuicios homofóbicos, transfóbicos, misóginos y racistas de los agentes del orden, los médicos legistas, los operadores del Derecho y de las y los expertos que de una manera u otra se involucran en la investigación criminalística. Personalmente he escuchado que cuando víctima o victimario son personas con sexualidades no heterosexuales o con identidades trans,  algunos investigadores les llaman ≪caso paloma≫. Quizás por mi incultura etnológica no me queda clara la relación entre la ornitología y la orientación sexual (recuérdese que en nuestro etnos macho-homofóbico también se usan las voces pájaro, pato y ganso para referirse a las personas homosexuales). Algunos criminalistas también verbalizan en público otras lamentables lindezas: ≪los homosexuales cuando se enamoran matan≫.

La discriminación por orientación sexual e identidad de género que impera en nuestra cultura sitúa en la diana de la violencia principalmente a hombres homosexuales en la edad madura, que viven solos y que usan los servicios sexuales de maleantes, pingueros y asesinos. En ocasiones el o los victimarios asesinan no sólo por odio sino también para robar o por muchos otros motivos interrelacionados.

Michel Foucault escribió hace más de cuarenta años que en el siglo XIX los seres humanos que vivimos en eso que llamamos ≪civilización≫ occidental nos convertimos en homo criminalis (después de una transición de homo sapiens a homo economicus  y a homo legalis). La criminología surgió como ciencia destinada a vigilar y a castigar, estigmatizó y ninguneó a las sexualidades no heterosexuales. Es tiempo ya de que cambie sus derroteros y campos de acción hacia una sociedad construida sobre los fundamentos de una cultura de paz. En Cuba no sólo es posible, es también perentorio.

Me sumo a la denuncia realizada por Julio César y rechazo cualquier acto de violencia, sobre todo cuando atenta contra uno de los derechos humanos más sagrados: la vida. ¡No a la violencia! Venga de donde venga, así sea psicológica, física o simbólica e independientemente de la identidad de género, la orientación sexual, la edad o el color de la piel de la(s) víctima(s). [Centro Habana, 6 de febrero de 2014]


A continuación la nota de Julio César González Pagés:

 
Asesinan a Tony Díaz

Publicado en febrero 1, 2014 de luchatuyucataino

Un duro golpe para el teatro cubano y la comunidad LGBT
Por Julio César González Pagés
Historiador, Profesor de la Universidad de La Habana, Escritor


Con mucha tristeza recibí la muerte el pasado 29 de enero del destacado director y diseñador escenográfico Tony Díaz. Al momento de su muerte preparábamos una versión de "Escándalo en la trapa" de José R. Brene, basándonos en mi libro Por andar vestida de hombre sobre la vida de la suiza Enriqueta Favez.
Nació en la ciudad de Cienfuegos el 9 de octubre de 1944. En cuatro décadas de trabajo Tony Díaz acumuló una vasta experiencia como diseñador escenográfico, vestuarista e iluminador. Fundó Mefisto Teatro en el 2005, compañía que dirigía y con la cual estrenó obras como "Huevos", del escritor matancero Ulises Rodríguez Febles; y los musicales "Chicago" y "Cabaret".
El asesinato de Tony Díaz sucedió en circunstancias que aún están por esclarecer por parte de la policía. Todo parece indicar que será un nuevo crimen de odio hacia la comunidad LGTB en Cuba, la cual ha visto un aumento de este tipo de flagelo en los últimos tres años. El homicidio es uno más en una lista de crímenes de odio hacia la comunidad LGTB en Cuba que en el 2013 reportó más de cuarenta asesinatos a homosexuales en iguales circunstancias. Figuras públicas como el bailarín y coreógrafo guantanamero Alfredo Velázquez y el economista Eduardo Pérez de Corcho, fueron parte de una amplia lista de muertes, algunas aún no aclaradas.
Tu voz es fundamental en la condena.
¡Yo digo NO a la violencia contra la comunidad LGTB en Cuba!
¡No a la Homofobia!
Tony Díaz descansa en paz, los sueños de llevar a Enriqueta Favez en otra dimensión al teatro no podrán