Por Alberto Roque Guerra
La redacción de este post tiene para mí – y para muchas otras personas también- un significado especial: la Conferencia del Partido Comunista de Cuba ha reconocido la orientación sexual como una forma de discriminación.
Como militante comunista y por el reconocimiento de los derechos sexuales como derechos humanos, he sido uno de los 11 285 que opinó sobre el objetivo 54, cuyo contenido en el documento preliminar decía:
Enfrentar los prejuicios raciales, de género, ante creencias religiosas, orientación sexual y otros que puedan originar cualquier forma de discriminación o limitar el ejercicio de los derechos de las personas, entre ellos los de ocupar cargos públicos, participar en las organizaciones políticas, de masas y en la defensa de la Patria.
Sin dudas, fue el objetivo que más debate provocó en las discusiones sobre el trabajo político ideológico. Finalmente quedó aprobado como el objetivo 57:
Enfrentar los prejuicios y conductas discriminatorias por color de la piel, género, creencias religiosas, orientación sexual, origen territorial y otros que son contrarios a la Constitución y las leyes, atentan contra la unidad nacional y limitan el ejercicio de los derechos de las personas.
Aplaudo la transmisión del debate en la televisión nacional. Confieso que me hubiese gustado ver a nuestros políticos pronunciarse más amplia y específicamente sobre la pertinencia de incluir la identidad de género dentro de las causas de discriminación.
La identidad de género no solamente reconoce la legitimidad de ser una persona trans (travesti, transgénero, transexual, identidad de género no conforme) sino que incluye la feminidad y la masculinidad, construcciones culturales vivenciadas de diversas maneras y que no están exentas de exclusiones, restricciones y de hegemonías.
Lo anterior no es casual. Nuestros decisores no tienen una conciencia clara sobre las diferencias entre orientación sexual e identidad de género. La identificación de estos vacíos de conocimiento reflejan la necesidad de educar en la sexualidad a todos los niveles de la sociedad cubana. Nuestro Partido requiere de una sección, comisión o programa que trabaje en la igualdad de género y sobre la sexualidad en general.
Un amigo me comentaba alarmado cómo era posible que se discutiera con semejante énfasis sobre la orientación sexual, con tantos otros problemas y retos que enfrenta la Nación cubana.
Las repuestas pueden ser muchas, pero para mí es una: el reconocimiento de la orientación sexual en las políticas del Partido resulta una amenaza al poder y privilegio de la ideología patriarcal y heterosexista, asentada en nuestras conciencias y acciones a lo largo de siglos.
Como intento siempre ver el vaso casi lleno, pienso que la Revolución cubana comienza a hacer justicia histórica con un numeroso grupo –seguramente cientos de miles- de cubanas y cubanos. Será sin dudas, la plataforma para implementar leyes y estrategias de trabajo que reconozcan los derechos plenos de lesbianas, gays, bisexuales y personas trans.
Las personas heterosexuales no perderán derechos, todo lo contrario, podrán también vivir en una sociedad más justa y equitativa y les servirá para vivenciar una sexualidad libre, responsable, sin hegemonías, culpas ni convencionalismos arcaicos.
Nuestra Constitución Socialista tendrá que ser modificada no solamente en las cuestiones económicas sino también en lo referente a los temas de género y sexualidad. Nuestras instituciones – incluye a los cuerpos armados- deben ser consecuentes con la no aplicación de políticas discriminatorias hacia las personas no heterosexuales o con identidades trans.
Este y otros cambios enfrentarán grandes desafíos, incluso posibles retrocesos, pero no cabe duda de que la Revolución cubana evoluciona, en fin… eppur si muove.
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