En el portal Cubasí apareció nuevamente un artículo que vuelve a la carga contra algunas iniciativas del llamado ≪trabajo por cuenta propia≫: La mujer cubana: del reggaetón al timbiriche, escrito por Raúl Antonio Capote.
Cuando uno lee el título piensa que tratará sobre la mujer cubana, pero en realidad, me parece un artero ataque a las iniciativas privadas, conocidas en Cuba como trabajo por cuenta propia. Todo ello a pesar de que la dirección del Estado y el gobierno han pedido no demonizar este tipo de iniciativas económicas.
No me detendré a tratar el tema del reggaetón y sus contenidos misóginos y cosificadores de las mujeres, de eso se ha escrito y debatido mucho y es válido denunciarlo una y otra vez, aunque hay muchas otras maneras de cosificar a las mujeres en la producción (sub)cultural cubana actual.
El asunto que inspira este post en esta ocasión tiene que ver con los posicionamientos del autor en relación a los derechos de las mujeres cubanas que trabajan en el sector privado. Su artículo detalla las estadísticas de los indiscutibles derechos alcanzados por las mujeres en nuestro país, gracias a la Revolución Cubana.
A partir de ese momento Capote comienza a emitir incontables juicios sesgados que incluyen las malas condiciones de trabajo de las mujeres en los timbiriches, la inferioridad de sus salarios en relación con los hombres y las nocivas prácticas de explotación de la que son víctimas las féminas en este contexto.
Pero ¡oh, sorpresa!, en este punto se acabó el repertorio de estadísticas y opina desde su aparente experiencia para después adentrarse a mencionar ≪al enemigo≫ como causante de estos problemas. De hecho, me recuerda cómo a lo largo de la historia de la Nación se erigieron los discursos nacionalistas en relación a la sexualidad que siempre culparon al coloniaje español, a la modernidad americana y después de 1959, a los vicios y rezagos del capitalismo.
En el artículo se iguala a los timbiriches con el capitalismo. Al parecer el autor apuesta por las políticas ineficaces que se aplicaron en Cuba en 1968, a lo cual llamaron «ofensiva revolucionaria», pero a contrapelo del término, significó un retroceso en la calidad y diversidad de los servicios que se brindaron posteriormente.
Capote ni siquiera contrasta—como mínimo ejercicio de ética periodística— sus argumentos y estadísticas sobre el robusto machismo en nuestras instituciones estatales, ni de cómo muchas mujeres jefas, algunas autodefinidas como feministas, ejercen sus funciones con modelos patriarcales con acoso moral incluido (para nada emancipatorios).
La discriminación a la mujer, que a veces alcanza extremos violentos, no es de importación foránea ni capitalista, sino que está enraizada en nuestra cultura y existe mucho antes del reggaetón. De hecho está naturalizada en la sociedad y se silencia a nivel de las políticas, de lo contrario quisiera ver la urgente aprobación de una Ley que proteja a las mujeres de la violencia. En este punto se impone recordar que la violencia hacia las mujeres se aplica sobre todo en el seno de la propia familia y ellas la sufren desde la infancia: son subordinadas del macho patriarca quien es cabeza de familia.
Si el autor comprueba sus hipótesis, el estado cubano tendría que garantizar los derechos plenos de las trabajadoras y crear mecanismos legales (hoy día endebles en el propio sector estatal) para su garantía. Espero que Cubasí no deje de publicar su artículo sobre este último detalle.
Raúl Antonio Capote al menos reconoce que vivimos en una sociedad machista, espero entonces que me lo explique en detalle para poder transformarla. (Cayo Hueso, La Habana, 5/11/13)
Nota: al terminar este post, el artículo había desaparecido de la página de inicio del portal, pero el enlace todavía funciona.
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