Erase una vez un bar cuyo nombre no mencionaré en el texto de este post para evitar que lo cierren. Se trata de un espacio relativamente nuevo - que he visitado en varias ocasiones - donde socializan fundamentalmente personas con sexualidades no heterosexuales. Allí puede verse una amplia diversidad que abarca desde conocidos diplomáticos cubanos y otros profesionales, a gente de a pie y a trabajadores sexuales representados minoritariamente. Lamento que apenas lo visiten mujeres lesbianas y heterosexuales y personas trans.
El lugar no es clandestino ni cuenta con la vigilancia permanente de agentes del orden. El decorado es ecléctico, un poco kirsch, pero acogedor. Los dependientes son jóvenes, apuestos y serviciales, sin pretensiones de ser objeto de deseo. Allí puede escucharse música de moda y disfrutar de videoclips que se proyectan en dos enormes pantallas. Existe un área para fumadores, el baño está limpio, nadie lo custodia y tiene un anacronismo: agua corriente y jabón.
El ambiente es tranquilo, decente y seguro. Las parejas del mismo género comparten afectos en público, como hacen las parejas heterosexuales. Mi pareja y yo nos sorprendimos anoche, pues disfrutamos de canto lírico cantado por dos fabulosos jóvenes: uno tenor, el otro falsete. Confieso que me emocionó la interpretación de los muchachos y noté que el público aplaudió frenéticamente.
Regresamos tarde, más bien temprano, pues ya era de madrugada, bajo los efectos de unos cuantos vodkas (el destornillador es uno de mis tragos preferidos). Estamos felices de contar -por fin- con espacios como estos. Cuba cambia, en muchos aspectos para bien, pero persisto en el empeño de no decir el nombre del lugar, para así evitar que una cadena de correos electrónicos moralistas y homofóbicos "justifiquen" su cierre. (Cayo Hueso, La Habana, 1 noviembre 2013)
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