Por Alberto Roque Guerra
28 de marzo de 2012
Mucho he meditado en el transcurso de estos días sobre la pertinencia de asistir- o no- a la misa que oficiara Benedicto XVI en La Habana en la mañana de hoy.
Un conflicto acaparaba mis pensamientos: soy no creyente y no entiendo la existencia de un Estado Vaticano y al mismo tiempo defiendo la libertad de credo y religión y se me convoca por el Partido Comunista para recibir al sumo pontífice con respeto y afecto.
Según la agencia AP, el Papa, a bordo del avión que le llevaba a México, ha hecho declaraciones sobre la ideología marxista. Ha dicho que “no es válida en el mundo actual”.
Sin duda alguna, el Papa ha sido consecuente con el posicionamiento político de su Estado-Iglesia, aunque puede que también se base en lo aprendido cuando militaba en las juventudes hitlerianas. Nada nuevo, puesto que Juan Pablo II también fustigó y castigó al comunismo y a los religiosos que, apegados a las doctrinas humanistas de Jesucristo, profesaban la teología de la liberación en América Latina.
Benedicto también dijo en la homilía en La Habana, que “Cuba y el Mundo necesitan cambios”. Me asalta la duda razonable si Benedicto y la iglesia católica también se perciben como parte del mundo. En caso afirmativo pregunto:
¿Cambiará la Iglesia algunos de los dogmas relacionados con la prohibición del aborto y la condena al uso del condón? ¿Sabrán sobre las muertes que esta posición provoca?
¿Cambiará la Iglesia su influencia fundamentalista -directa o indirecta- en las políticas de algunos gobiernos que incluso se dicen laicos en sus constituciones?
¿Cambiará la Iglesia su posición sobre las sexualidades no heterosexuales y sobre el papel de subordinación de las mujeres al patriarcado?
¿Cambiará la Iglesia su falta de transparencia sobre la pederastia en sus filas?
¿Cambiará la Iglesia su dogma católico por algún otro? En definitiva, ¿no son las religiones y las ideologías constructos subjetivos cambiantes?
Con toda transparencia he discutido sobre el mencionado conflicto y mis preguntas con mis colegas y militantes. Todo ello conllevó a que asistiera a la Plaza de la Revolución tranquilo y convencido de que están en juego muchas cuestiones que atañen a la nación cubana y su futuro.
Como cubano, comunista y activista por el derecho a la libre orientación sexual e identidad de género, he asistido convencido de que es necesario escucharnos y dialogar.
Las y los creyentes, las iglesias todas, deben formar parte del diálogo que mejore la Nación que queremos. Coincido con Eusebio Leal cuando al referirse al proceso de beatificación del Padre Varela dijera: “el milagro del Padre Varela es Cuba”.