12/23/2013

Género, sexualidad y derechos laborales en el Parlamento cubano o ≪lo que logramos y lo que nos falta≫

El parlamento cubano acaba de aprobar La Ley Código de Trabajo después de un amplio proceso de participación de las trabajadoras y los trabajadores. En el artículo 2 concerniente a la igualdad, se sustituyó la palabra sexo por género, raza por color de la piel y se incluyó la orientación sexual como causas de discriminación.
Sin dudas es un hecho histórico, pues es la primera ocasión que se incluye legalmente el reconocimiento y respeto de las personas con diversas orientaciones sexuales en Ley alguna en nuestro país.
También se percibe una incipiente comprensión desde el punto de vista jurídico de  las limitaciones de la categoría sexo y sobre la necesidad de reconocer al género y sus dimensiones como elementos claves para la generación e implementación de las políticas.
El documento final que se llevó a votación no incluyó a la identidad de género explícitamente, ni a la discapacidad o el seroestatus al VIH como causales de discriminación. Se consideró que caben dentro de la sombrilla de ≪cualquier otra lesiva a la dignidad humana≫.
Una vez más, estas categorías se ubican en una zona borrosa y ambigua que permite a los operadores del derecho interpretar la letra y el espíritu de la Ley de acuerdo lo que ellas o ellos consideren ≪lesivo a la dignidad humana≫.
Sobre este particular, la diputada Mariela Castro Espín explicó con claridad y profundidad la importancia de reconocer estas causales y también la inclusión del lenguaje de género y la violencia en el puesto de trabajo. Sus argumentos se adecuaron a la Legislación Internacional de Derechos Humanos, aplicada a la orientación afectivo-erótica del deseo y a la identidad de género.
Pero lo más significativo fue el apoyo que recibió Castro Espín de los diputados que representan a grupos religiosos y que centran su trabajo pastoral en el ser humano y en el respeto a su dignidad.
También se escucharon voces opuestas a la inclusión de la identidad de género, en su mayoría juristas, que aludieron a tecnicismos ya superados por la propia academia cubana referentes a los temas de género. El presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales y Jurídicos del parlamento, José Luís Toledo Santander, consideró que la utilización del discurso de género crearía un cambio en todas las legislaciones cubanas de ahora en lo adelante y que no es la norma a nivel internacional.
No debe temerse en lo absoluto en que las leyes futuras, que  fortalezcan la democracia y el republicanismo cubanos deben tener enfoque de género. Por eso debe crearse el nombramiento de ministra y no exclusivamente de ministro, en oposición a lo expresado por el diputado Homero Acosta. No veo nada de malo en que seamos uno de los pocos países en el Mundo que aplique el enfoque de género. Nuestro proyecto social tiene muchas peculiaridades que lo hacen favorablemente singular.
Las normas jurídicas no son hormas. Las bases y tradición del Derecho son patriarcales, excluyentes de las mujeres y de todas las sexualidades que atenten contra el poder del patriarcado. La construcción de la Nación cubana no ha podido superar este enfoque ni siquiera desde que gozamos de los derechos contenidos en la Constitución de la República Socialista de 1976.
Las mujeres cubanas tienen garantizados sus derechos legalmente hablando, pero en la práctica cotidiana, a pesar de las favorables estadísticas, siguen siendo discriminadas en cuanto al acceso al poder y en sus relaciones con los hombres en el ámbito público. Ni hablar del ámbito privado con la consabida ≪doble jornada≫ y el estatus de subordinación al hombre, jefe de núcleo familiar. Aún siento un marcado tufo cómplice con la ideología patriarcal de algunas de nuestras ministras, que han llegado a ocupar sus puestos por sus méritos y trabajo personal, pero no se cuestionan esta realidad.
El discurso de género importa porque lo que no se menciona no existe. Coincido con la diputada Ofelia Ortega, quien dijera durante el debate que ≪el lenguaje es formativo≫, pero añadiría que el lenguaje es poder y naturaliza las relaciones asimétricas entre hombres mujeres. La lengua no es un ente estático, se enriquece y  se adecua a los cambios sociales, políticos e ideológicos que acontecen en un momento histórico dado. Si alguien tiene dudas le invito a reflexionar sobre los términos eufemísticos: ≪moneda libremente convertible≫, ≪cuentapropismo≫ y otros no aceptados -por ahora- por la Academia de la Lengua y que se utilizan ampliamente en los registros discursivos y las leyes cubanas.
Además, los gobiernos con más avances en igualdad social en Latinoamérica han fortalecido la participación ciudadana con la inclusión del discurso de género. En no pocas ocasiones percibo que el proyecto de la Revolución cubana experimenta un retraso con tintes conservadores respecto a muchos cambios sociales que ocurren en naciones hermanas de la región.
La inclusión de la identidad de género no obedece únicamente al enfoque reduccionista de reconocer a las identidades trans (transexuales, transgénero, personas en transición de género) sino también los derechos a la identidad de género que implique la construcción de otras masculinidades (no hegemónicas), otras feminidades u otras identidades que no se adscriban a las rígidas hormas jurídicas, sociales o culturales de lo que signifique ser masculino o femenino.
Si nuestros legisladores no son expertos en la materia, deben consultar a quienes han estudiado el tema, además de interesarse por adquirir estos conocimientos que producen un enfoque más amplio, justo y equitativo sobre las sexualidades y el hecho de ser humanos.
No comprendí, quizás por mis desconocimientos en materia de funcionamiento del propio Parlamento, que se aprobara la Ley de Código de Trabajo sin conocer el resultado final de la Comisión de Estilos, compuesta por muchos parlamentarios que se opusieron a la inclusión de las propuestas de la diputada Castro Espín. También quedan pendientes muchas modificaciones legales que atañen a la sexualidad y el género, por ejemplo, la discusión del Anteproyecto del Código de Familia, que según supe, fue sugerido por el diputado y Presidente del Consejo de Estado y de Ministros Raúl Castro Ruz.
Queda pendiente las modificaciones de la Ley Código Penal y la  eliminación del artículo de peligrosidad pre-delictiva que se sigue aplicando a personas gay, lesbianas y trans, además de no tener referentes en la legislación internacional, tal y como dijo el Diputado Toledo Santander en cuanto a los temas de género. En esa Ley también urge eliminar la figura de pederastia con violencia para referirse a la violación entre hombres. Pederastia era el término que se usaba en el Código de Defensa de la España Colonial para calificar a los homosexuales (antes la invención del término en 1869), por lo tanto continúa siendo discriminatorio.
Mientras tanto, me adhiero a lo dicho por el diputado Miguel Barnet, cuando en apoyo a la diputada Castro Espín dijera que ≪la Revolución no se ha anquilosado, por el contrario, se transforma constantemente≫. [Centro Habana, 22 de diciembre de 2013]

11/27/2013

Homoerotismo, Multiplicidad de Cuerpos y Biopoder*

Desde una perspectiva política, el cuerpo deviene en inscripción simbólica – y en muchas ocasiones físicas- de significados que definen el ser y el hacer de cada sujeto.

Hace tres años, durante un taller sobre «Identidades Sexuales», un grupo de activistas por los derechos sexuales, en su mayoría hombres, escribieron en tres pequeños papeles de colores diferentes una característica que definía su identidad sexual, para después pegarlos en partes visibles de su cuerpo. Posteriormente formaron un círculo y, de acuerdo a las características que les eran afines, se conectaban mediante una cuerda. Como resultado creaban una especie de red o telaraña basado en las múltiples coincidencias e interconexiones posibles, a pesar de las notables diferencias en la construcción de la identidad sexual y de género de cada participante. Durante la reflexión colectiva notamos una marcada tendencia de los hombres autodefinidos como «gays» a identificarse como «activo» o «pasivo». Las mujeres que se identificaron como «lesbianas», consideraron como parte de su identidad sexual ser «fogosas» y «apasionadas».

La repetición ulterior de estos resultados en otras experiencias formativas abre numerosas interrogantes sobre el lugar que ocupan la orientación erótica del deseo, los afectos, las prácticas y los discursos relacionados con la sexualidad en la construcción de las identidades sexuales y de género.

El homoerotismo es una construcción cultural e histórica que describe una pluralidad de prácticas, deseos y emociones de los sujetos que se orientan erótica y afectivamente hacia el mismo género. Surge de la medicalización de las prácticas sexuales que han formado parte a lo largo del desarrollo histórico de la normalización y disciplinamiento del cuerpo. Freud lo denominó «homoerótica del sujeto».(Espejo 2007)

El homoerotismo se basa en el determinismo biológico esencialista de la diferencia sexual, mediante el cual se inventó el término «homosexual» en el siglo XIX para clasificar y etiquetar estas prácticas como enfermas, morbosas,  improductivas, invertidas y perversas. Desde antes fueron condenadas por la religión y el derecho.

La homosexualidad precedió epistemológicamente a la heterosexualidad. Michel Foucault ubica en 1870 la utilización primera del término «homosexual» en la Biomedicina por el neurólogo Carl Friedrich Otto Westphal.(Foucault 2008) Desde entonces, se sancionaron las relaciones homoeróticas desde el dispositivo de poder biomédico. Se creó todo una parafernalia de nomenclatura diagnóstica y terapéutica psiquiátricas para el sujeto homoerótico. Emergió de esta manera el perfil positivista y normativo del «sujeto homosexual» que lamentablemente perdura hasta nuestros días, aunque con otras estrategias discursivas de dominación.

La medicalización del deseo y la invención del sujeto homosexual tienen profundas bases ideológicas en el control burgués del cuerpo y las sexualidades. Según John D´Emilio el rechazo moderno a la homosexualidad en sociedades afectadas por el capitalismo se radicalizó en la segunda mitad del siglo XIX debido a los dramáticos cambios producidos en el trabajo asalariado, donde la familia dejó de tener su rol tradicional y las relaciones heterosexuales se modificaron al perder la procreación la función económica que tuvo en la época feudal.(D´Emilio 1993) En ese contexto las relaciones de poder normalizadoras del sujeto homosexual perseguían su disciplinamiento para insertarlo en el sistema de producción. Los «cuerpos otros» se homogenizan, se silencian y se someten al poder heterosexista. Así lo considera Michel Foucault: «el control minucioso de las operaciones del cuerpo (…) garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y le imponen una relación de docilidad». (Foucault 2002)

Pero tal docilidad generó a lo largo del siglo XX una serie de hechos de resistencia contrahemónica que conllevaron a una creciente visibilidad pública del sujeto homoerótico, fundamentalmente en los países capitalistas industrializados. Un siglo después de la invención del «sujeto homosexual»,  las revueltas en el bar Stonewall Inn., en la calle Christopher de la Ciudad de Nueva York, fueron la chispa que propició una movilización masiva que permitió la creación del Gay Liberation Front. Con objetivos de lucha basados en una ideología de izquierda y progresista, las personas gays y lesbianas demandaron el derecho a su expresión sexual, a hacer legítimos sus deseos y prácticas e interpelaron el orden heterosexista hegemónico que los ninguneó como ciudadanos y ciudadanas.(Carter 2004)

 La salida del armario disciplinario se convirtió en una estrategia política que buscaba visibilidad pública y ciudadana. Como lo apunta Kosofsky Sedgwick en su brillante texto «Epistemología del Armario»: «hombres y mujeres gay como minoría identificable con derechos comparables a los de cualquier otra minoría».(Kosofsky Sedgwick 1998) Una de las proclamas más usadas en esas luchas fue: «Salgo del armario, luego existo».

Consecuentemente, durante el periodo que se ha dado en llamar post-Stonewall, numerosos hombres gay norteamericanos ocuparon espacios de poder en los ámbitos económicos y políticos neoliberales. Las luchas sostenidas por sus derechos ciudadanos lograron que la American Psychiatric Association retirara la homosexualidad de la clasificación de enfermedades mentales en 1973 y obligaron a la administración Reagan a implementar políticas para enfrentar la altísima mortandad que trajo la epidemia del Sida en la década de 1980.

Sin embargo, en las principales ciudades de Estados Unidos y Canadá -y en mucha menor medida en Europa- se produjo un proceso de gentrificación, caracterizado por la proliferación de barrios gay. En muy poco tiempo se experimentó un incremento del comercio y las ganancias y una notable mejoría de la infraestructura urbanística de esos espacios geográficos. Muchos hombres gay devinieron en empresarios y se produjo una mercantilización del deseo homoerótico que ha impuesto una tiranía homogeneizadora sobre el cuerpo. La expresión más visible de este fenómeno es la publicidad que vende el cuerpo masculino musculoso, de piel tersa y blanca, que celebra la eterna juventud. De esta manera se despolitizó un movimiento emancipador en ciernes mediante la proclamación de un «modo de vida gay» patriarcal y se universalizó el hedonismo y la apología a lo lúdico. Los mencionados efectos tienen en la actualidad un impacto global y nuestro país no escapa de ello.(Moya Richard 2004)

Los hombres gay que no cumplían con las normas y estilos de vida de los sujetos homoeróticos blancos, de clase media y anglosajones (WASP en Norteamérica), las mujeres lesbianas (feministas o no), las personas trans (transexuales, travestis, drag-queen, drag-king y transgénero), las personas migrantes y los pobres fueron desplazados a un nivel inferior de ciudadanía dentro del movimiento. De este modo, los propios oprimidos se convirtieron en opresores al reproducir los mecanismos de dominación de los que son víctima.

La subjetividad del sujeto homoerótico está sometida y atravesada por los modos de representación heterosexistas. Su construcción obedece a una relación binaria, de sujeción permanente, en la que frecuentemente se reproducen los mecanismos de opresión. Si retomamos los términos binarios «activo/pasivo» en la construcción de la subjetividad homoerótica de los participantes en el taller enunciado al comienzo de esta ponencia, notamos que al parecer se reproduce –fantasías eróticas aparte- el enfoque heteronormativo de una sexualidad genitalmente centrada, falocéntrica, donde el «activo-penetrador» posee y domina al «pasivo-penetrado». Estos roles trascienden el ámbito del deseo y se reproducen estereotipadamente en las relaciones de pareja y de familia. Pierre Bourdieu lo denomina violencia simbólica y señala que los dominados aplican a las relaciones de dominación categorías construidas desde el punto de vista de los dominantes, y así las hacen parecer naturales.(Bourdieu y Jordá 2000)

En la década de 1990 surgieron otras propuestas sociales y políticas que abogaron por la deconstrucción del enfoque esencialista de las identidades sexuales y de género. Numerosos activistas con sexualidades no heteronormativas que fueron relegadas y relegados del movimiento- principalmente las mujeres feministas-  abogaron por una interpretación flexible del deseo e interpelaron las rígidas normas binarias de género. La academia generó una producción epistemológica de segundo orden - compleja sin dudas- que se basa fundamentalmente en el feminismo de segunda ola, los aportes más radicales de los estudios lésbico-gay, el constructivismo social, el psicoanálisis post-lacananio y el post estructuralismo. Surgió de esa manera una propuesta post-identitaria que eligió el término anglosajón queer para aludir a una subversión permanente contra la opresión heterosexista.

Lo queer no reconoce a la diferencia sexual como punto de partida para comprender la sexualidad, de hecho enuncia que las normas de género operan como una especie de guión cultural que preceden al sexo y que este a su vez es una creación subjetiva y simbólica desde las diferencias estructurales del cuerpo. Estas normas –heterosexistas, claro está- son prescripciones que se aplican de forma repetitiva a través símbolos lingüísticos históricamente determinados. Son una especie de performance que se asigna culturalmente, que moldea los cuerpos, los etiqueta y niegan su compleja multiplicidad y diversidad.(Butler 2007; Nieto 2008)

Lo queer reinterpreta al género y al deseo despojados de sus significados clínicos. Considera al sujeto como un ente único, irrepetible, cuya construcción de la sexualidad es dinámica, inestable, maleable, dúctil, en constante cambio. Apela a una deconstrucción progresiva de las representaciones simbólicas del lenguaje sobre el cuerpo y el deseo y de las prácticas opresivas y asimétricas en relación a la sexualidad. Es por ello que no toma como referente estricto y normativo a lo gay, lo lésbico, lo bisexual, al hecho de ser hombre o mujer. Además, gran parte de la producción teórica se opone a considerar la existencia de una identidad transexual, término -utilizado medio siglo después de la invención del sujeto homosexual- para clasificar desde el punto de vista biomédico a las personas que realizan modificaciones de su cuerpo para «hacerlo congruente» con la construcción identitaria género.(Serano 2007)

La teoría queer se encuentra en desarrollo permanente. En la actualidad, las teóricas estadounidenses y europeas se han distanciado críticamente de sus propias formulaciones fundacionales y promulgan nuevos referentes. Su progresiva y tardía asimilación en América Latina no ha estado exenta de tensiones hacia el interior de un movimiento con profundas divisiones identitarias, además de la difícil interpretación y aplicación práctica de sus postulados en el contexto cultural, social y político de nuestra región. Adicionalmente, la literatura sobre el tema se ha publicado principalmente en idioma inglés. 

Ser queer implica una actitud ante la vida, que trasciende el discurso liberal, es cambio permanente, transgresión,  es subversión de las identidades opresivas; significa también desaprender los mecanismos de dominación y de violencia real o simbólica entre los seres humanos.

Una de las propuestas sociopolíticas más interesantes de lo queer es considerar la integración de otros determinantes en la construcción del género, como la racialidad, la etnia, el nivel económico, la discapacidad, el seroestatus al VIH, las creencias religiosas y la ciudadanía en la lucha por la emancipación sexual y de género.

Sin dudas, pudiera considerársele una formulación interesante hacia un paradigma verdaderamente transformador y emancipatorio, que interpela al biopoder y pretende superar al clásico pensamiento liberal burgués sobre la igualdad y la equidad, al ubicar a la subjetividad en un contexto holístico, integrador y complejo.

De esta manera lo que hasta ahora se interpreta como homoerotismo parece difuminarse para reconstituirse en un poderoso corpus epistémico y político que por el momento sigue siendo una utopía. Desde la multiplicidad de tantos cuerpos y deseos deberá apostarse por esas necesarias interconexiones subjetivas que propiciarían la creación de redes o telarañas equitativas y solidarias entre los seres humanos.

Bibliografía

Bourdieu, Pierre, y Joaquín Jordá. 2000. La dominación masculina. Anagrama Barcelona.

Butler, Judith. 2007. El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona: Paidós.

Carter, David. 2004. Stonewall: the riots that sparked the gay revolution. New York, NY: St. Martin´s Griffin.

D´Emilio, John. 1993. Capitalism and Gay Identity. In The Lesbian and Gay Studies Reader, edited by H. Abelove, M. Borale and D. M. Halperin. New York: Routledge.

Espejo, Juan Cornejo. 2007. La homosexualidad como una construcción ideológica. Límite: revista de filosofía y psicología (16):83-108.

Foucault, Michel. 2002. Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. 1era ed. Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina.

———. 2008. Historia de la Sexualidad 1: la voluntad de saber. Buenos Aires: Siglo XXI.

Kosofsky Sedgwick, Eve. 1998. Epistemología del armario. Barcelona: Ediciones de la Tempestad.

Moya Richard, Isabel. 2004. Lo gay también vende. Sexología y Sociedad. Año 10 (26).

Nieto, José Antonio. 2008. Transexualidad, intersexualidad y dualidad de género. Barcelona: Edicions Bellaterra.

Serano, Julia. 2007. Whipping Girl: A Transsexual Woman on Sexism and the Scapegoating of Femininity. Emeryville, CA: Seal Press

*Ponencia presentada por el autor durante el coloquio «Erotismo y Homoerotismo en la Obra de Cabrera Moreno» en la Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, 26 de noviembre de 2013.

11/08/2013

Coloquio "Erotismo y Homoerotismo en la obra de Cabrera Moreno"

MUSEO BIBLIOTECA SERVANDO CABRERA MORENO

 

El Museo Biblioteca “Servando Cabrera Moreno”  convoca al  COLOQUIO “EROTISMO Y HOMOEROTISMO EN LA OBRA DE CABRERA MORENO”,  evento teórico que se efectuará como parte de la muestra La fuente de la vida. Óleos eróticos de Cabrera Moreno, a realizarse en la Galería el Reino de este Mundo de la Biblioteca Nacional “José Martí”, en el próximo mes de noviembre.

Están invitados a participar, previa inscripción en el evento,  investigadores, profesionales y estudiantes universitarios interesados en las exposiciones y debates teóricos que se llevarán a cabo alrededor del erotismo, el homoerotismo y sus representaciones en la obra de Servando Cabrera Moreno.

El programa del coloquio comporta dos jornadas, siempre en horas de la tarde, estructuradas en paneles, que también contarán con una breve introducción a cargo de académicos e investigadores de amplio prestigio, como son el investigador Dr. Rafael Acosta de Arriba, la profesora de arte y subdirectora del Museo Nacional, Dra. Luz Merino Acosta y el reconocido crítico y ensayista Víctor Fowler.  Los paneles se verán ampliados por otras reconocidas figuras en los temas que se aborden.

 

TEMAS

Martes 26 de noviembre. De 2:00 a 5:00 pm

  • Arte  y  Erotismo, a cargo del Dr. Rafael Acosta de Arriba
  • Erotismo en la pintura cubana y en la obra de Servando ¿Continuidad o ruptura?, a cargo de la Dra. Luz Merino Acosta

Miércoles 27 de noviembre. De 2:00 a 4:00 pm

  • Homoerotismo en Servando,  a cargo de Víctor Fowler

Lugar: Galería El Reino de este Mundo de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. Plaza de la Revolución. La Habana.

 

Los interesados en participar deberán completar la planilla de inscripción* y enviarla por correo electrónico a: mbservando@cubarte.cult.cu con el asunto: matrícula coloquio. Los que envíen la planilla recibirán  la confirmación de su inscripción por la misma vía.El plazo de inscripción vence el 16 de noviembre de 2013. Puede solicitarse cualquier información complementaria, a la misma dirección de e-mail.

 

*puedo enviar la Planilla de Inscripición a las personas interesadas desde mi cuenta de correo: aroqueg@infomed.sld.cu

 

 

Museo Biblioteca Servando Cabrera Moreno

Paseo esq.13 No. 304, Plaza de la Revolución,

La Habana, Teléfono: 8353588

Apostar por la equidad. Atención de salud a las personas con sexualidades no heteronormativas

Por Alberto Roque Guerra     

aroqueg@infomed.sld.cu Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla

Especial para SEMlac

 

La Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos define el derecho a la salud como parte fundamental de los derechos humanos y de lo que entendemos como una vida digna: el derecho a disfrutar del más alto nivel de salud física y mental. 

La salud es un derecho humano garantizado en Cuba de forma universal y gratuita a todos los ciudadanos que residen permanentemente en el territorio nacional. Sin embargo, las políticas de salud cubanas se estructuran e implementan desde una norma heterosexista (heteronormativa) con fines reproductivos y reconocen la rígida existencia de dos géneros: masculino y femenino. 

De este modo, las personas homosexuales masculinas y femeninas, las personas bisexuales y las personas trans (travestis, transexuales, personas en transición de género) enfrentan limitaciones en el proceso de atención y sus necesidades de salud específicas no se reconocen en las políticas. 

Tal contradicción obedece a que las normas culturales patriarcales y heterosexistas vigentes en Cuba generan estigmas y actitudes discriminatorias, caracterizadas como una valoración negativa, que sitúa a las personas y grupos humanos con sexualidades no heteronormativas en un estatus ciudadano inferior y les asigna un escaso poder relativo por su orientación sexual o identidad de género. Estos son determinantes sociales de la salud que tienen un impacto nocivo, no solo en relación con el derecho al acceso a los servicios, sino también con la calidad de la atención. 

El estigma, la discriminación y el pobre empoderamiento de las personas con sexualidades no heteronormativas conllevan a una mayor vulnerabilidad en el contexto de la atención de salud. A ello se suma la ausencia de una formación de los profesionales de la salud con perspectiva de género. Tanto los usuarios como las personas que se encargan de brindar el servicio pueden ser víctimas de estigmas relacionados con la orientación sexual o la identidad/rol de género. El estigma relacionado con la orientación sexual --al igual que el étnico y el religioso-- funciona en el ámbito privado hasta que la persona lo hace público. Mientras que los estigmas relacionados con la racialidad, los roles de género o las discapacidades son visibles y por ende, de dominio público. 

Muchas personas homosexuales (masculinas y femeninas) utilizan estrategias de ocultamiento de su orientación sexual ante el temor de ser discriminadas. En el caso de la identidad/rol de género, algunas personas muestran lo que realmente no sienten o desean expresar en relación al género con el cual se identifican. De hecho, la situación puede ser aún peor cuando se trata de una persona que ha realizado una transición de género y se le sigue reconociendo de acuerdo a los datos de los documentos de identidad (basados en el sexo). 

Las mencionadas limitaciones se conocen como barreras personales y estructurales. Las personales dependen de la relación usuario-proveedor del servicio y en ellas median las ideas, los afectos y las actitudes entre las personas. Las estructurales dependen de las instituciones y son independientes del proveedor del servicio y del usuario.

 

Barreras personales: "no digas, no preguntes" 

En la práctica médica cotidiana, a la interacción entre el usuario/a - proveedor/a de los servicios de salud se le denomina "relación médico-paciente". En el presente texto se utilizará "usuario/a-proveedor/a", puesto que el proceso de atención de salud no siempre ocurre en el contexto de la pérdida de la salud o el servicio no es brindado invariablemente por un médico o médica. 

En el artículo "La paradoja de la salud y el modelo médico hegemónico", el profesor Alfredo Espinosa Brito identifica los rasgos estructurales básicos del modelo hegemónico de la atención de salud. En el ámbito cubano aún operan algunos de ellos, por ejemplo: una relación médico paciente asimétrica (el primero ostenta el poder y el segundo se le subordina), el enfoque metodológico positivista —en el caso de la sexualidad se basa en el determinismo biológico y esencialista— y la no legitimación científica de otros saberes (interdisciplinariedad). 

En este contexto, el estigma hacia las personas con sexualidades no heteronormativas puede expresarse de las siguientes maneras: 

Estigma explícito: se expresa mediante epítetos, evitación, discriminación y violencia explícita por parte del personal de la salud. En el caso de las personas trans, se les discrimina por su apariencia y porque se perciben como homosexuales. Durante los talleres y en los debates públicos de las Jornadas Cubanas contra la Homofobia, numerosas personas homosexuales y trans han contado sus tensas experiencias de evitación del personal de la salud y el no reconocimiento de sus necesidades específicas en relación con la sexualidad. También son frecuentes los chistes, comentarios homofóbicos o el rechazo mediante gestos. Las personas trans sufren una profunda vergüenza y angustia cuando son llamadas por su nombre legal, que no se corresponde con la identidad/rol de género con el cual se identifican. 

Estigma sentido: la persona con sexualidad no heteronormativa siente que puede ser discriminada por su orientación sexual e identidad de género, por tal motivo, crea mecanismos adaptativos para ocultarlas. Como indicamos anteriormente, esta adaptación tiene un alto costo para la salud, pues conlleva a retardar la atención y crea barreras de comunicación entre usuario/a- proveedor/a. En mi experiencia profesional, recuerdo a una paciente que ingresó en Cuidados Intensivos desorientada y agitada y su acompañante (una colega médica) negó todo antecedente para no develar que tenían una relación amorosa por más de 10 años y que su pareja sufría de dependencia al alcohol. La actuación diagnóstica y de tratamiento del Síndrome de Retirada al Alcohol se retrasó por estos motivos. 

Estigma internalizado: aceptación de la legitimidad del estigma y de la discriminación que impone la sociedad. Desde las lógicas de las relaciones de poder, las personas oprimidas terminan justificando al opresor y de esta manera sienten que no se merecen el respeto por parte del personal de la salud o que no merecen tener el mismo acceso que las personas heterosexuales. Consecuentemente, puede que no develen información clave sobre su salud al personal que le atiende y evitan los tratamientos. 

Intersección con otros estigmas: el estatus racial y étnico, nivel educacional, nivel de ingresos económicos, lugar de residencia, estatus migratorio, nivel de instrucción y creencias culturales y el estatus serológico al VIH, entre otros, pueden acompañar a los estigmas por orientación sexual e identidad de género. Muchas personas homosexuales masculinas son consideradas de antemano como grupos de riesgo para contraer el VIH. En el caso de las mujeres lesbianas, se entorpecen los procesos de detección precoz del cáncer de mama o de cuello uterino por ser mujeres que, generalmente, no se reproducen o porque nunca han vivenciado penetración durante sus prácticas sexuales. 

 

Barreras estructurales: prioridades vs. derechos 

Al ser independientes de la interacción usuario/a–proveedor/a, las barreras estructurales se relacionan con las dinámicas de funcionamiento de las instituciones de salud, sus reglamentos y los modelos de atención de acuerdo a las demandas específicas. Ellas guardan una estrecha relación con las políticas de salud que se aplican, de acuerdo a prioridades específicas del sistema, y no toma en cuenta las necesidades de grupos minoritarios. Entre las barreras estructurales pueden identificarse las siguientes: 

Estigma estructural: depende de las instituciones. Aún y cuando el personal de salud no tenga prejuicios en relación con las sexualidades no heteronormativas, ocurren hechos discriminatorios por omisión (ausencia de programas de atención y de determinadas políticas) o por prohibiciones específicas. Por ejemplo, los tratamientos para la transición de género a las personas trans solamente se brindan a las personas "diagnosticadas" como transexuales de forma centralizada en la capital del país. Otra situación recurrente es la negación al acceso a las técnicas de reproducción asistida de bajo costo a las mujeres lesbianas que desean reproducirse. En este particular, no se trata de los caros tratamientos de infertilidad que se priorizan para las parejas heterosexuales infértiles. 

Conocimiento y entrenamiento del personal de la salud: el personal de la salud desconoce sobre las necesidades de atención de las personas con sexualidades no heteronormativas. Los programas curriculares de formación no incluyen los temas de la sexualidad y, como antes mencionamos, están muy lejos de aplicar un enfoque de género no binario y de respeto a la diversidad sexual. Mientras tanto, la sexualidad continúa siendo un tabú para muchos profesionales de la salud y esto genera mucha angustia e incomodidad, al considerar esta importante dimensión de la personalidad como parte exclusiva del ámbito privado de los individuos. 

A todo lo anterior se suman las relaciones laborales en las instituciones, que obligan a mantener en privado las expresiones de las sexualidades no heteronormativas, mientras se privilegian y legitiman las expresiones heterosexuales hegemónicas. 

Se requiere que el personal de la salud tenga las competencias culturales necesarias para una adecuada comunicación con el usuario o usuaria y que se establezca una relación dialógica y de carácter integral y humanista entre ambos. Para ello es vital modificar las políticas asistenciales y educativas con la inclusión de los temas sobre sexualidad y género, además de la necesaria interrelación con las disciplinas de las llamadas ciencias sociales o humanidades

11/05/2013

Derechos de la Mujer en Cuba: más allá del reggaetón y el timbiriche

En el portal Cubasí  apareció nuevamente un artículo que vuelve a la carga contra algunas iniciativas del llamado trabajo por cuenta propia≫: La mujer cubana: del reggaetón al timbiriche, escrito por  Raúl Antonio Capote.

Cuando uno lee el título piensa que tratará sobre la mujer cubana, pero en realidad, me parece un artero ataque a las iniciativas privadas, conocidas en Cuba como trabajo por cuenta propia. Todo ello a pesar de que la dirección del Estado y el gobierno han pedido no demonizar este tipo de iniciativas económicas.

No me detendré a tratar el tema del reggaetón y sus contenidos misóginos y cosificadores de las mujeres, de eso se ha escrito y debatido mucho y es válido denunciarlo una y otra vez, aunque hay muchas otras maneras de cosificar a las mujeres en la producción (sub)cultural cubana actual.

El asunto que inspira este post en esta ocasión tiene que ver con los posicionamientos del autor en relación a los derechos de las mujeres cubanas que trabajan en el sector privado. Su artículo detalla las estadísticas de los indiscutibles derechos alcanzados por las mujeres en nuestro país, gracias a la Revolución Cubana.

A partir de ese momento Capote comienza a emitir incontables juicios sesgados que incluyen las malas condiciones de trabajo de las mujeres en los timbiriches, la inferioridad de sus salarios en relación con los hombres y las nocivas prácticas de explotación de la que son víctimas las féminas en este contexto.

Pero ¡oh, sorpresa!, en este punto se acabó el repertorio de estadísticas y opina desde su aparente experiencia para después adentrarse a mencionar al enemigo como causante de estos problemas. De hecho, me recuerda cómo a lo largo de la historia de la Nación se erigieron los discursos nacionalistas en relación a la sexualidad que siempre culparon al coloniaje español, a la modernidad americana y  después de 1959, a los vicios y rezagos del capitalismo.

En el artículo se iguala a los timbiriches con el capitalismo. Al parecer el autor apuesta por las políticas ineficaces que se aplicaron en Cuba en 1968, a lo cual llamaron «ofensiva revolucionaria», pero a contrapelo del término, significó un retroceso en la calidad y diversidad de los servicios que se brindaron posteriormente.
Capote ni siquiera contrasta—como mínimo ejercicio de ética periodística— sus argumentos  y estadísticas sobre el robusto machismo en nuestras instituciones estatales, ni de cómo muchas mujeres jefas, algunas autodefinidas como feministas, ejercen sus funciones con modelos patriarcales con acoso moral incluido (para nada emancipatorios).

La discriminación a la mujer, que a veces alcanza extremos violentos, no es de importación foránea ni capitalista, sino que está enraizada en nuestra cultura y existe mucho antes del reggaetón. De hecho está naturalizada en la sociedad y se silencia a nivel de las políticas, de lo contrario quisiera ver la urgente aprobación de una Ley que proteja a las mujeres de la violencia. En este punto se impone recordar que la violencia  hacia las mujeres se aplica sobre todo en el seno de la propia familia y ellas la sufren desde la infancia: son subordinadas del macho patriarca quien es cabeza de familia.

Si el autor comprueba sus hipótesis, el estado cubano tendría que garantizar los derechos plenos de las trabajadoras y crear mecanismos legales (hoy día endebles en el propio sector estatal) para su garantía. Espero que Cubasí no deje de publicar su artículo sobre este último detalle.

Raúl Antonio Capote al menos reconoce que vivimos en una sociedad machista, espero entonces que me lo explique en detalle para poder transformarla. (Cayo Hueso, La Habana, 5/11/13)

Nota: al terminar este post, el artículo había desaparecido de la página de inicio del portal, pero el enlace todavía funciona.

 

 

11/01/2013

Erase una vez un bar...

Erase una vez un bar cuyo nombre no mencionaré en el texto de este post para evitar que lo cierren. Se trata de un espacio relativamente nuevo - que he visitado en varias ocasiones - donde socializan  fundamentalmente personas con sexualidades no heterosexuales. Allí puede verse una amplia diversidad que abarca desde conocidos diplomáticos cubanos y otros profesionales, a gente de a pie y a trabajadores sexuales representados minoritariamente. Lamento que apenas lo visiten mujeres lesbianas y heterosexuales y personas trans.

 

El lugar no es clandestino ni cuenta con la vigilancia permanente de agentes del orden. El decorado es ecléctico, un poco  kirsch, pero acogedor. Los dependientes son jóvenes, apuestos y serviciales, sin pretensiones de ser objeto de deseo. Allí puede escucharse música de moda y disfrutar de videoclips que se proyectan en dos enormes pantallas. Existe un área para fumadores, el baño está limpio, nadie lo custodia y tiene un anacronismo: agua corriente y jabón.

 

El ambiente es tranquilo, decente y seguro. Las parejas del mismo género comparten afectos en público, como hacen las parejas heterosexuales. Mi pareja y yo nos sorprendimos anoche, pues disfrutamos de canto lírico cantado por dos fabulosos jóvenes: uno tenor, el otro falsete. Confieso que me emocionó la interpretación de los muchachos y noté que el público aplaudió frenéticamente.

 

Regresamos tarde, más bien temprano, pues ya era de madrugada, bajo los efectos de unos cuantos vodkas (el destornillador es uno de mis tragos preferidos). Estamos felices de contar -por fin- con espacios como estos. Cuba cambia, en muchos aspectos para bien, pero persisto en el empeño de no decir el nombre del lugar, para así evitar que una cadena de correos  electrónicos moralistas y homofóbicos "justifiquen" su cierre. (Cayo Hueso, La Habana, 1 noviembre 2013)

10/09/2013

Prostitución, Trabajo Sexual o La Maldita Culpa no la Tiene Nadie

Sin dudas, la Televisión Cubana ha rediseñado el contenido de su programación para tratar sobre los valores. La prostitución ha sido el tema más reciente de «Cuando una Mujer», programa producido y escrito por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).

La historia se refería a una joven físicamente bella que deja los estudios y a su novio para dedicarse a la prostitución, todo ello a pesar de que aparentemente «lo tenía todo»: un novio también hermoso física y espiritualmente, que la amaba de verdad y la complacía con todos los gustos materiales que se le antojaba.

En su primera incursión de trabajo o «lucha*» a pleno día y en las inmediaciones de un hotel habanero, la muchacha es interceptada por un agente del orden — invisible él, sólo se escuchó su fuerte voz masculina — quien le pide los documentos de identidad. La clara alusión a que tendría problemas con la justicia cerró la representación escénica.

La población entrevistada sobre el tema condenó y rechazó la práctica de la prostitución. Me llamó la atención que la muestra escogida no incluyó población joven y que todas las entrevistas se realizaron en la céntrica intercepción de las calles 25 y O en El Vedado. De veras, me hubiese gustado escuchar, sin censura, lo que piensa La Habana profunda, periférica, de las márgenes y sobre todo conocer las opiniones de la juventud.

La prostitución es un asunto complejo y acercarnos a ella siempre tendrá múltiples miradas que dependen de factores sociales, económicos, migratorios, culturales e históricos y que siempre ha estado signada por las relaciones de poder que ha impuesto la ideología patriarcal.

Para no hacer muy largo este post, evitaré referirme a otras prácticas sexuales que tienen como fin obtener algún beneficio secundario, conocidas en el ámbito epidemiológico como «sexo transaccional». Aquí se incluyen, además del ejercicio de la prostitución pública, a los ascensos laborales, académico o político, a los matrimonios por conveniencia o la obtención de cualquier otro beneficio por medio de las relaciones sexuales.

Con frecuencia escucho que la prostitución en Cuba fue «un mal heredado del capitalismo», casi totalmente erradicado a comienzo de la década de 1960 y que re-emergió en la profunda crisis de la década de 1990 (eufemísticamente «periodo especial»). Si ponemos el asunto en el contexto de lo público y lo privado puede que así sea. La expresión de la prostitución en el ámbito público ha tenido esos dos momentos en Cuba desde 1959. No cabe duda de que, con el triunfo de la Revolución, muchas mujeres cubanas dedicadas a la prostitución se integraron socialmente, muchas de ellas continuaron viviendo en los locales donde brindaban sus servicios y allí echaron raíces, fundaron familia, y crecieron como personas.

Si nos ubicamos en el ámbito de lo privado, me atrevo a afirmar que la prostitución no dejó de existir en Cuba. En la década de 1990 la rápida aparición en el ámbito público de mujeres prostitutas — popularmente conocidas como jineteras— denunciaba que muchas jóvenes, nacidas y educadas en los valores de la Revolución se lanzaron a las calles en busca de clientes. También  emergieron la figura del «pinguero» (hombre que se dedica a la prostitución) y la prostitución ejercida por las mujeres trans (popularmente conocidas como travestis).

A pesar de que la prostitución no es ilegal en el Código Penal cubano, muchas mujeres y trans femeninas cumplieron sanción penal bajo el artículo de Peligrosidad Pre-delictiva, artículo de la Ley Penal que genera mucha ambigüedad y arbitrariedades en la aplicación de medidas para el control social.  Los centros de re-educación (coordinados por la FMC, el MININT y otras instituciones) trabajan, en régimen de internamiento, por la integración de las mujeres dedicadas a la prostitución a la sociedad.

La figura delictiva en la Ley cubana es el proxeneta, personaje popularmente conocido como «chulo», que nuestro imaginario social patriarcal no condena con tanta energía. El chulo explota, trafica y usa el cuerpo de las mujeres generalmente en las sombras del ámbito de lo privado.

La prostitución masculina apenas se persigue en Cuba, ocupa muchos espacios públicos, a pleno día y ofrece servicios a clientes nacionales e internacionales.  Hasta donde tengo conocimiento, ellos no tienen proxenetas, trabajan por cuenta propia, claro, sin pagar impuestos.

En la actualidad, la prostitución es considerada desde el punto de vista académico, político y de los derechos humanos como Trabajo Sexual. Desde esta perspectiva se defiende el derecho a la autonomía y la libertad sexual de utilizar el cuerpo para trabajar. Un sociólogo español sostiene que si usamos las manos, los ojos, los oídos, las piernas y la garganta para trabajar, qué tiene de malo usar los genitales. Desde este enfoque respeto el derecho de cada persona a trabajar con su cuerpo siempre y cuando sea libremente consentido y sin coerción ni explotación.

Sin embargo, el asunto es mucho más complejo y desborda el marco de los derechos individuales. El trabajo sexual conlleva en todas las sociedades al tráfico de personas. De hecho, es el negocio mundialmente más lucrativo después de la venta de armamentos. Las mujeres, en su estado de subordinación a los hombres se convierten en mercancía, en objeto de cambio y de tráfico. Este hecho ha perpetuado la explotación patriarcal de las mujeres en el contexto histórico de las relaciones de producción.

Los países nórdicos, liderados por Suecia, han sido afectados por el tráfico y trata de personas, fundamentalmente por mujeres procedentes de Europa del Este que brindan servicios sexuales a hombres casados y con buen nivel económico. Las leyes allí no condenan a la prostituta, sino al cliente. Las sanciones comprendidas en la Ley sueca incluyen una multa congruente con los ingresos del cliente, la notificación a su familia y como sanción extrema la privación de libertad. Desde su implementación no ha sido necesario privar de libertad a ningún ciudadano y han logrado disminuir drásticamente los índices de tráfico de personas. Adicionalmente, las prostitutas son asistidas en las casas de atención subvencionadas por el gobierno. Allí se les garantiza atención de salud, ayuda psicológica, protección legal y garantías de regresar a sus países de origen.

Otros Estados se han convertido en proxenetas. Ese es el caso de Holanda, donde las prostitutas están sindicalizadas, reciben beneficios de atención de salud y de protección policial, siempre y cuando paguen impuestos al Reino de los Países Bajos y ejerzan el trabajo sexual en espacios legales diseñados a tal efecto.

Tuve la oportunidad de visitar el Barrio Rojo de Ámsterdam, mundialmente famoso por las vitrinas de prostitutas. Pude ver a muchachas, casi todas migrantes (las holandesas son fácilmente reconocibles y ninguna estaba en las vidrieras), anunciando sus servicios.

En estos tiempos de actualización del modelo económico cubano urge actualizar nuestras políticas sociales. El trabajo sexual no debe ser visto como estado peligroso ni su práctica como un hecho pre-delictivo, pues así lo establece la Ley. El modelo sueco es adaptable al contexto cubano. Permitiría trabajar con las muchachas, los muchachos y las personas trans que ejercen el trabajo sexual sin privar su derecho al libre movimiento, actuando de forma consensuada en las necesidades individuales de cada sujeto. Apostar por esta opción constituiría, a mi entender, un duro golpe a la ideología patriarcal que atentaría contra el poder hegemónico del patriarca-cliente que compra el servicio. En definitiva, en el negocio de la prostitución el dinero o los bienes pasan del patriarca que paga al patriarca dueño del negocio. Las mujeres aquí no son más que un medio o mero vehículo en el flujo de ganancias.

Condenar al cliente podrá verse como una criminalización de las relaciones sexuales, pero no podemos ser ingenuos en pensar que Cuba no está exenta del delito de tráfico de personas, a lo que se suma que en múltiples ocasiones el Estado cubano ha sido injustamente acusado de promover el turismo sexual para ingresar ganancias a sus depauperadas arcas.

Se requiere además preparar a las activistas de la FMC, a los agentes del orden público y a los operadores del Derecho en los temas de Trabajo Sexual y Tráfico de Personas, desde una perspectiva de los derechos humanos y de género que sitúe al ser humano en el centro de la solución del problema. En este sentido la población toda debe participar para que evolucione hacia un enfoque sobre esta temática verdaderamente humanista y libre de toda hipocresía.

 

*«Luchar, estar en la lucha», son términos eufemísticos que utiliza la población para referirse a cualquier actividad ilícita en relación con la  supervivencia económica, incluye lo que antes se denominaba clara y llanamente «robar».

8/24/2013

Crímenes de odio por homofobia: "Impunidad cero" y la necesidad de romper el silencio

La semana que termina ha sido prolífica en acontecimientos relacionados con los derechos de las personas LGBT a nivel internacional. Supe que el gobierno ruso ha aprobado una Ley que condena la homosexualidad y que el actor estadounidense Wentworth Miller, co-protagonista de la serie Prison Brake, ha confesado su homosexualidad mientras se negaba a asistir a un Festival en San Petersburgo en señal de protesta.

Otra noticia desde Norteamérica sorprendió a muchos: el valiente soldado Bradley Manning ha confesado, poco tiempo después de ser condenado a 35 años de prisión, que siempre se ha sentido mujer y quiere ser llamado Chelsey Manning. Espero siga siendo una heroína y que no se desvíe la atención a sus denuncias.

También supimos que en América Latina se produjo la primera unión entre personas del mismo género en Uruguay y que la Bachelet dijo en reunión con activistas LGBT que apoyará el matrimonio igualitario en Chile si resulta elegida presidenta.

En nuestra isla caribeña no se produjo ningún acontecimiento notable en materia de derechos LGBT. Parece que tendremos que esperar a mayo de 2014.

Sin embargo, no puedo dejar pasar por alto que en la TV nacional el culebrón brasileño  «Insensato Corazón», posicionó el tema de los crímenes de odio por homofobia.

Un joven, casi adolescente, había sido expulsado por su familia por ser homosexual y fue asesinado a golpes por una banda de jóvenes homofóbicos universitarios. El móvil del crimen: ser gay.

En capítulos anteriores se hizo notable la inseguridad y las agresiones físicas sufridas  por otros personajes homosexuales y se reflejó la impunidad que tienen estos crímenes, no considerados por la Policía carioca como «prioritarios».

No existe un consenso internacional para definir los crímenes de odio y la mayoría de los estados no lo tienen tipificado como una agravante ante cualquier acto criminal.

Un crimen de odio es cualquier tipo de agresión a una persona o grupo específico de personas (agresión física y verbal, homicidio, amenazas) motivado por un estigma identitario (color de la piel, religión, origen étnico o nacional, orientación sexual e identidad de género). Los crímenes de odio también pueden producirse por razones similares contra la propiedad de estas personas, tanto privada como a instituciones religiosas, profanación de tumbas, etc.

La homofobia, la transfobia y la bifobia generan estos hechos de violencia en tal magnitud que en el caso de Brasil se ha reportado la ocurrencia de un asesinato homofóbico cada dos días en el año 2011.[1]  La ignorancia, los prejuicios sobre las sexualidades no heterosexistas y el silencio sobre esta problemática empeoran la situación. Por ello se insiste en la novela que la «Impunidad Cero» no se aplique solamente a los delincuentes de cuello blanco, sino también a los que comenten crímenes de odio por cualquier motivo.

En Cuba no parece ser un problema. Digo «no parece» porque, afortunadamente, no tenemos índices preocupantes de violencia si lo comparamos con otras naciones de la región. Cualquier ciudadana o ciudadano reconoce que no es frecuente escuchar la ocurrencia de asesinatos por estas causas.

Sin embargo, mientras haya homofobia, lesbofobia, transfobia, bifobia y misoginia (odio a las mujeres) en la sociedad cubana pueden producirse crímenes de odio por estos motivos.  Desde mi práctica profesional conozco de numerosos casos que han sufrido agresiones físicas y verbales únicamente por su orientación sexual e identidad de género.

El silencio también produce mucho daño en este contexto, a lo cual se suma que en nuestra norma jurídica no se especifican estas causales como agravantes de delitos de agresión. Nuestros agentes del orden público tampoco conocen de la existencia de los llamados crímenes de odio ni los profesionales de la salud cuentan con la preparación necesaria para denunciar y atender a las víctimas de tales actos.

Ojalá y la novela brasileña no pase de ser un entretenimiento más, centrado en los desatinos de Norma/Leo y Pedro/Marina, y que no veamos los conflictos relacionados con la violencia como un asunto de «otros países», ajenos a nuestra realidad.

Ojalá y nos sirva para reflexionar sobre esta problemática y se realicen los cambios específicos en nuestra legislación que permitan proteger a las posibles víctimas. (24/8/13)

 

1.      Bacci, I., Onufer Corrêa, S., Piza Gomes de Mello, E., & Raupp Rios, R. (2012). La violencia y la seguridad más allá de la ley. Homofobia e impunidad en Brasil. Bruselas: International Lesbian and Gay Association (ILGA).



[1] Bacci, I., Onufer Corrêa, S., Piza Gomes de Mello, E., & Raupp Rios, R. (2012). La violencia y la seguridad más allá de la ley. Homofobia e impunidad en Brasil. Bruselas: International Lesbian and Gay Association (ILGA).

 

8/22/2013

Ciudadanía sexual, participación y emancipación: antecedentes y futuro en Cuba



Publicado en: IPS, sección A Fondo

La participación es fundamental en el proceso de construcción de ciudadanía y, específicamente, de la ciudadanía sexual, en el camino de lograr la verdadera equidad y emancipación de los seres humanos.


El triunfo de la Revolución cubana significó un cambio radical en las relaciones de género, mediante la participación conjunta de hombres y mujeres en la construcción de un proyecto de nación más equitativa. También se formularon políticas  que han refrendado el empoderamiento y el ejercicio paulatino de los derechos de las mujeres heterosexuales y una erosión paulatina de la hegemonía de las masculinidades.
Sin embargo, el proyecto de nación soberana y equitativa, que desde 1959 nos hemos propuesto construir, continúa permeado de subjetividades de carácter patriarcal. Los cambios estructurales que se produjeron al triunfo de la Revolución cubana, refrendados en la Constitución Socialista de 1976, no han logrado borrar la posición de subordinación de las mujeres respecto a los hombres en el imaginario social cubano y en las primeras cuatro décadas se generaron políticas institucionales que excluyeron a ciudadanas y a ciudadanos cubanos cuyas sexualidades no se ajustaban a las normas heterosexistas y patriarcales.

Con frecuencia utilizamos los términos ciudadanía, ciudadano. Algunas personas consideran que se trata del reconocimiento de pertenencia a una nación determinada o el reconocimiento por el Estado de los denominados derechos ciudadanos. Sin embargo, la ciudadanía será abordada en este texto desde una dimensión más amplia y compleja.

Toda ciudadanía es sexual
El concepto de ciudadanía surge en la modernidad para definir las relaciones de los ciudadanos con el Estado-nación. Enunciado por Marshall en la pasada década del cincuenta, significa garantía y reconocimiento de los derechos civiles, políticos, sociales y económicos.

Con la crisis de los modelos neoliberales en la postmodernidad, se ha redefinido la ciudadanía más allá de los derechos legales antes expuestos y se le considera como el proceso a través del cual los sujetos y los grupos sociales participan en el reclamo, expansión o pérdida de derechos. Entre muchas otras aportaciones, la definición de ciudadanía se impregnó de las densas y transversalizadas interconexiones de las categorías de clase, racialidad, género y sexualidad.
La sexualidad es una dimensión fundamental de cada sujeto en la construcción de su identidad personal y en la interacción con otros en sociedad. Es por ello que se considera en la actualidad que toda ciudadanía es sexual y, por lo tanto, es heterogénea y diversa, de manera que debe hablarse de múltiples ciudadanías sexuales.

La argentina Diana Maffía define la ciudadanía sexual como el proceso que “enuncia y garantiza el acceso efectivo de ciudadanos y ciudadanas, tanto al ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, como a una subjetividad política no menguada por desigualdades basadas en el sexo, el género, la sexualidad y la reproducción”.

En las culturas occidentales, la ciudanía sexual heteronormativa1 ha imperado mediante la acción y articulación de instituciones históricas, impuestas desde las religiones monoteístas y asumidas por la emergencia del Estado laico.

Los sujetos con identidades  y prácticas sexuales que disienten y se apartan de la norma heterosexual constituyen “ciudadanos otros”, ubicados en categorías subordinadas que incluyen a personas con identidades de género, orientaciones eróticas del deseo y prácticas sexuales nombradas como homosexuales masculinos y femeninas, bisexuales y personas trans (travestis, transexuales, transgénero).

La exclusión hacia las sexualidades no heteronormativas se construye mediante el aprendizaje e internalización de concepciones discriminatorias y violentas, asumidas como “valores” en el seno de la propia familia, y se reproduce a nivel social tanto de forma estructural (leyes, reglamentos, funcionamiento de las instituciones) como a nivel subjetivo. Así se reconocen en los contextos familiares, sociales e institucionales la misoginia (odio y rechazo a las mujeres), la homofobia (odio y rechazo a los homosexuales masculinos), la lesbofobia (odio y rechazo a las mujeres homosexuales), la bifobia (odio y rechazo a las personas bisexuales) y la transfobia (odio y rechazo a las personas con identidades y roles de género diferentes al sexo asignado al nacer).

Ciudadanías sexuales y  “la conquista” del espacio público
El derecho a la autonomía y la expresión sexual, incluso en los espacios públicos, libre de coerción y sin producir daños a otras personas, es privilegio estrictamente heterosexista. Resulta significativo que en Cuba se despenalizaran las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo desde 1979, pero se mantuvo un control represivo del Estado a cualquier expresión pública de las sexualidades no heteronormativas. En 1987 se (re)penalizó la ostentación pública de la homosexualidad y así se mantuvo hasta la reforma del Código Penal de 1997. En ese momento se igualaron las condenas para los delitos de abuso sexual infantil, puesto que hasta ese año las sanciones eran más severas si la víctima y el victimario eran del mismo sexo, todo ello a pesar de que en la práctica jurídica cubana e internacional se conoce que tales delitos son perpetrados con mayor frecuencia por personas con prácticas heterosexuales.

Aunque se han observado avances en los cambios del imaginario social cubano respecto a la sexualidad, aun se la percibe en nuestra cultura como un asunto relegado al ámbito de lo privado, a pesar de estar presente en todos los aspectos de nuestras vidas. La visibilidad pública de esas sexualidades periféricas es crucial para lograr un acceso al ejercicio y disfrute de sus derechos ciudadanos. Si las sexualidades no heteronormativas carecen de un lugar en el espacio público, no existen para el Estado y no se implementarán políticas para atender sus necesidades específicas.

La existencia de sitios de encuentro para personas con sexualidades no heteronormativas ha sido documentado por la historiografía nacional desde hace varios siglos. Desde finales de la pasada década de los ochenta --y sobre todo en la década siguiente—, las personas homosexuales masculinas y trans se muestran en sitios de encuentro en las principales ciudades del país. Si bien son crecientemente visibles, ocupan espacios geográficos --no siempre seguros— en  las ciudades capitales y se muestran, fundamentalmente, en las noches y las madrugadas.

Dichos escenarios se distinguen por  flujos heterogéneos de ciudadanos, muchos de ellos con situaciones sociales y económicas precarias, migrantes de territorios con pobres oportunidades económicas. Hombres y personas trans encuentran en estos lugares un terreno fértil para la supervivencia económica, mediante  el ejercicio del trabajo sexual/prostitución. Estos ambientes se toman como referentes para etiquetar como “antisociales” a todas las personas lesbianas, gays, bisexuales y trans.

En la década del noventa, las personas trans irrumpieron en el ámbito público, el transformismo retomó algunos de los pocos sitios de recreación que sobrevivieron a la profunda crisis de esa década, pero las mujeres lesbianas permanecieron relegadas al ámbito privado. Desde entonces, las parejas del mismo sexo son más visibles, fundamentalmente en zonas urbanas, y las personas homosexuales masculinas y femeninas mostraron su orientación sexual con mayor apertura en los dominios laborales y de participación política. Progresivamente dejó de prohibirse la membresía al Partido Comunista de Cuba a personas lesbianas y gays.

Sin embargo, esto no significa que las mujeres lesbianas y bisexuales, y los hombres homosexuales y bisexuales cubanos disfruten hasta el momento del ejercicio de una ciudadanía plena. La integración creciente de estos sujetos se filtra a través de un tamiz de asimilación tolerante que no promueve el respeto y la relación empática con la heterosexualidad, ni garantiza una participación plena en las decisiones referentes a sus derechos sexuales y reproductivos.

Muchos sujetos con identidades no heteronormativas adoptan estrategias de “integración social” que les permite “pasar como heterosexual” o no se cuestionan el status quo heteronormativo. Por su parte, los ciudadanos y ciudadanas con privilegios heterosexuales promulgan el supuesto derecho al respeto a sus sexualidades y aceptan o toleran a los no heterosexuales, mientras no interpelen sus privilegios heterosexistas.

En este orden heteronormativo, las personas trans enfrentan desafíos aún mayores en el reconocimiento de su ciudadanía sexual, puesto que la expresión de su identidad de género implica comportarse y vestirse con atuendos y accesorios diferentes a los esperados para al sexo asignado. El estigma y la discriminación que sufren estas personas se generan desde edades muy tempranas en el seno de sus familias. Se les limita el derecho a cursar estudios superiores, a trabajar y participar social y políticamente, por tener datos de identidad legal que no se corresponden con su apariencia física y por un explícito rechazo a su apariencia femenina, en el caso de las personas trans femeninas.

Como ocurre en el caso de las personas homosexuales y bisexuales, el mundo cisgénero2 (no trans) también tolera a las personas trans femeninas (hombres biológicos que se identifican con la feminidad) que pasen exitosamente como mujeres, con todos los atributos externos y de comportamiento que definen la feminidad en un contexto histórico determinado; lo mismo pasa con las personas trans masculinas (mujeres biológicas que se definen como masculinos). Para muchas personas trans, el reconocimiento legítimo de su ciudadanía sexual implica parecer o pasar como una mujer o un hombre legítimo. Los “tratamientos de transición”, incluyendo las cirugías de readecuación genital (denominadas incorrectamente “cambio de sexo”) cumplen con este propósito.

Aquellas personas trans que no deseen o tengan contraindicaciones médicas para someterse a estos tratamientos quedan en un limbo jurídico, al tener identidades legales con las que no se identifican en lo absoluto.

Sexualidad y políticas equitativas: “lo que no se menciona no existe”

Las prácticas sexuales consentidas entre hombres formaron parte de las políticas de salud con el surgimiento de la epidemia del sida en nuestro país, en 1985. Se aplicó el régimen de internamiento obligatorio --desde 1986 hasta 1993— a las personas seropositivas al VIH, refrendado por el Decreto-Ley No. 54, del 12 de Abril de 1982 sobre Disposiciones Sanitarias Básicas. La epidemia del sida se enfrentó como cualquier otra enfermedad transmisible, mediante la aplicación del Artículo 9 del Decreto Ley 54, que posibilitaba el internamiento obligatorio de toda aquella persona con una enfermedad transmisible que representara “un peligro” para la sociedad. El derecho ciudadano a la salud se garantizó de forma gratuita y con una alta calidad en la atención, pero se generaron críticas a nivel internacional por la limitación del derecho al movimiento y a la participación en los espacios públicos, así como la violación del principio de autonomía de las personas con VIH.

Enmarcado en el Programa Nacional de Prevención y Control del VIH/sida, desde el año 2000 se implementó a nivel nacional, con el apoyo de agencias de las Naciones Unidas, un proyecto de prevención de las ITS y el VIH para Hombres que tienen Sexo con Hombres (HSH). Los objetivos y acciones del proyecto HSH incluyen, entre muchos aspectos, mitigar el impacto de la homofobia como determinante social en la transmisión del VIH, que hasta la fecha ocurre en un 80 por ciento por hombres. Un año más tarde, junto al Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), se comenzó a trabajar con personas travestis, cuyas prácticas sexuales se consideraban epidemiológicamente como “relaciones sexuales entre hombres”. Desde un enfoque salubrista, muchos actores sociales se convirtieron en promotores para la prevención del VIH y otras infecciones de transmisión sexual en la comunidad, mediante la educación sobre prácticas sexuales seguras, sin interferir con la libertad personal. Este proyecto también ha promovido el empoderamiento y la solidaridad entre las personas, las estrategias para enfrentar la homofobia y la transfobia, independientemente de la orientación sexual y la identidad de género y, en los últimos años, ha resaltado el papel de las masculinidades hegemónicas como determinante social de la salud (de género) en la transmisión del VIH.

Ser una persona con VIH no limita legalmente el ejercicio de su ciudadanía. Así está dispuesto en varias resoluciones de los organismos de la administración central del Estado cubano (Ministerio de Salud Pública y Ministerio del Trabajo y Seguridad Social). Sin embargo, no se protege de forma explícita a las personas con VIH por actos discriminatorios mediante leyes de orden administrativo y civil, además de que se continúan realizando pruebas de VIH en los exámenes pre-empleo y a las personas que viajan al exterior en calidad de colaboradores, sin el debido consentimiento informado que, desde el punto de vista bioético, presupone un respeto a la autonomía de la persona en relación a develar su seroestatus, sus prácticas sexuales y su orientación sexual. Por el contrario, en la legislación penal cubana se menciona explícitamente a las personas con VIH en el artículo 187  en los  Delitos Contra La Salud Pública en su Sección Primera: Propagación de Epidemias.

En materia educativa, en las últimas tres décadas el Cenesex ha desarrollado un amplio trabajo enmarcado en el Programa Nacional de Educación Sexual. Junto a numerosas instituciones gubernamentales y de la sociedad civil, la institución estatal conmemora desde 2007 el Día Internacional contra la Homofobia cada 17 de mayo. Desde 2008 las actividades se desarrollaron en el ámbito de una jornada alrededor de la fecha, que ha promovido desde entonces el debate en la sociedad cubana sobre el respeto y reconocimiento de la orientación sexual y la identidad de género sin estigma ni discriminación.

La conmemoración de las Jornadas Cubanas contra la Homofobia ha constituido un genuino laboratorio de participación ciudadana que ha sumado a muchas personas heterosexuales. Su impacto mayor radica en haber logrado movilizar a la opinión pública nacional e internacional en el debate sobre estos temas, así como la creación de espacios de participación para activistas con sexualidades no heteronormativas.

Participación para la construcción de ciudadanía: “todo el mundo cuenta”
La participación es fundamental en el proceso de construcción de ciudadanía y, específicamente, de la ciudadanía sexual. En nuestro orden constitucional republicano y socialista, la participación constituye un pilar básico en el ejercicio del poder democrático y soberano del pueblo cubano. Según plantea Valdés Paz en su obra El espacio y el límite (La Habana, 2009), la participación pasa por los siguientes momentos:
  • Tener voz: se expresan opiniones sobre temas de interés de los actores.
  •  Poder realizar consultas: se expresan opiniones y criterios sobre propuestas o asuntos emanados de algún nivel de dirección.
  • Demanda y agregación de demandas: se expresan demandas de servicios, bienes, medidas organizativas o de gobierno, etc. Incluye participar en la agregación de las demandas particulares o de su entorno.
  • Realizar propuestas: se elaboran propuestas de medidas, prioridades, candidatura, etc.
  • Decisión o toma de decisiones: se decide la aplicación de políticas, planes o programas, ejecución de medidas, prioridades, etc.
  • Realización o ejecución: se participa en la realización o ejecución de las decisiones.
  • Control democrático: se controla el proceso sociopolítico en general y las políticas en curso en particular, así como el propio proceso de participación.
  • Evaluación: se participa en la estimación de los resultados de la aplicación o ejecución de las decisiones estratégicas y tácticas, generales y particulares, así como sobre el propio desarrollo democrático en curso.
En las primeras cinco ediciones (2008-2012) de las Jornadas Cubanas contra la Homofobia se escucharon en foros públicos la voz de las personas con sexualidades no heteronormativas, mediante la formulación de demandas de reconocimiento social y político de sus cuerpos y sexualidades. El Cenesex y otras organizaciones gubernamentales y no gubernamentales han realizado consultas que toman en cuenta la opinión de una representación de personas con sexualidades no heteronormativas, que incluye también los posicionamientos anti-patriarcales y no heteronormativos de ciudadanas y ciudadanos heterosexuales. Podría afirmarse entonces que, desde esta perspectiva, nos encontramos en los dos momentos iniciales de la participación.

Durante las dos primeras ediciones de la Jornada Cubana Contra la Homofobia (2008 y 2009) la demanda más significativa fue la disponibilidad de sitios de encuentro y socialización, con la inclusión de las personas heterosexuales. Nótese cómo la conquista del espacio público se hace imprescindible para el reconocimiento de la ciudadanía. Desde entonces el contenido de las demandas ha transitado desde una necesidad inicial de esparcimiento, socialización y visibilidad hacia un mayor significado político de los cuerpos y las sexualidades.

La formación de redes sociales de activistas por los derechos sexuales por el Cenesex, con enfoque de derechos humanos basados en los principios de igualdad, no discriminación, dignidad humana y solidaridad, contribuyó a promover el derecho a la ciudadanía sexual desde un marco institucional. Entre los desafíos que aún enfrentan las y los activistas que integran las redes por los derechos sexuales están la implementación de programas de capacitación en los escenarios no institucionales, fundamentalmente en las comunidades, así como poder participar ampliamente en las acciones de abogacía e incidencia política en relación con los derechos sexuales. También deben articularse estrategias de participación horizontales, basadas en la educación dialógica que combine armónicamente los objetivos institucionales y las necesidades específicas de los grupos humanos hacia los cuales se dirigen las acciones.

La emergencia de otras iniciativas no institucionales, aunque con alcance limitado, también ha incidido en la construcción de ciudadanía sexual y es expresión de la necesidad de fortalecer la sociedad civil en estos temas.

Los discursos públicos  de líderes y liderezas de opinión a favor de la no discriminación por orientación sexual e identidad de género también han mostrado avances en la última década en Cuba. Las personalidades más significativas son Mariela Castro, directora del Cenesex; Ricardo Alarcón, cuando desempeñaba las funciones de presidente de la Asamblea Nacional de Poder Popular; el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal y el intelectual y escritor Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), entre otros. En 2010 Fidel Castro reconoció durante una entrevista al diario mexicano La Jornada  que las políticas homofóbicas aplicadas en tiempo de Revolución en Cuba “son una injusticia” y asumió su responsabilidad sobre esos hechos. En la VI Jornada contra la Homofobia, el Héroe de la República de Cuba René González expresó durante la inauguración de la gala uno de los pensamientos más hermosos y radicales de los últimos años en relación al tema: “Estamos aquí librando una batalla contra conductas que han hecho sufrir a muchas personas. El sufrimiento por no tener libertad nos une. Hay que eliminar toda forma de discriminación y de falta de libertad”

La clara alusión de René al sufrimiento y su relación con la coartación de la libertad se relaciona con el costo que genera la discriminación hacia las sexualidades no heteronormativas y su indudable limitación en el disfrute de la ciudadanía y de una emancipación humana plenas.

Uno de los impactos políticos más importantes que se deriva de la campaña por el respeto a la libre orientación sexual e identidad de género fue la inclusión de la orientación sexual en los Objetivos de Trabajo del Partido Comunista de Cuba en su primera conferencia nacional en 2012.  Pese a proponerse en las consultas institucionales realizadas el reconocimiento de la identidad de género como causa de discriminación, lamentablemente no se logró, lo cual llama la atención sobre el largo camino que debemos recorrer para sensibilizar a nuestros decisores políticos sobre el papel medular de la identidad de género en la identidad personal y en el derecho a la ciudadanía.

En materia de política de exterior, el Estado cubano ha modificado su posición en relación con los derechos humanos por orientación sexual e identidad de género, al expresar la voluntad política de trabajar en su reconocimiento y respeto en los dos Exámenes Periódicos Universales (EPU) ante el Consejo de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas entre otros foros.
 
Un suceso sin precedentes en la historia de la nación se produjo al elegirse a una persona trans como delegada a la Asamblea Municipal del Poder Popular (concejala) en octubre de 2012.  Su nombre es Adela y fue elegida con amplia mayoría de votos por su reconocido liderazgo en la comunidad pesquera del municipio villaclareño de Caibarién. Su candidatura fue propuesta por un militante del Partido Comunista de la localidad donde reside. El sentido de justicia social y el empoderamiento de Adela son muestras de que las personas con sexualidades no heteronormativas pueden ejercer sus derechos ciudadanos mediante la participación política en la transformación de la sociedad cubana hacia paradigmas más equitativos.
 
Estos hechos significan la existencia de una voluntad política del Estado cubano en eliminar todas las formas de discriminación. Sin embargo, persisten retos y resistencias aún muy grandes en el complejo proceso de reconocimiento de la ciudadanía sexual en nuestro país. Algunas de ellas se expondrán sucintamente a continuación. 

En el reciente Censo de Población y Viviendas a pesar de que la consigna para la convocatoria fue “En Cuba contamos todos”, no se tomaron en cuenta a las familias homoparentales ni a otras variables referentes a la orientación sexual o la identidad de género. El Cenesex y algunos activistas abogaron por la inclusión de las personas que constituyen modelos de familias no heteroparentales. Estos datos demográficos constituirían uno de los insumos sobre la necesidad –o no— de implementar políticas que garanticen el reconocimiento de diversos modelos de familia.

La actualización del Código de Familia de 1975 es una de las propuestas legislativas que siguen pendientes para ser discutidas por el Parlamento cubano. En la versión propuesta por la Federación de Mujeres Cubanas y la Unión de Juristas de Cuba hace ya más de cinco años, se actualizaban y legitimaban los modelos de familia, se redefinía los marcos de la patria potestad y de la guarda y cuidado de los hijos y se adicionaron enfoques de género y del reconocimiento de diversas orientaciones afectivo eróticas entre los miembros de la familia en un marco de equidad, entre otros. Se ha planteado también que se reconocen los derechos patrimoniales de las uniones entre personas del mismo sexo, pero no se sabe con claridad si se ubican o no en una posición de desventaja respecto al matrimonio. De hecho, no se ha realizado una consulta amplia y transparente que permita conocer y discutir su contenido, cuestión básica que refrendaría el derecho de la ciudadanía, sobre todo la implicada en las nuevas propuestas.

Se conoce que no se incluyó en el anteproyecto del Código de Familia la figura del matrimonio entre personas del mismo sexo. No se sabe con exactitud la apreciación que sobre este asunto tienen las personas con sexualidades no heteronormativas en Cuba, para quienes resulta una violación a sus derechos ciudadanos en caso de que deseen legalizar su unión.

A nivel internacional, las organizaciones que abogan por los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero consideran perentorio luchar por el derecho al matrimonio igualitario y se le considera una variable que mide el estado de la homofobia, la bifobia y la transfobia en el mundo. No obstante, algunos activistas y académicos consideran que el matrimonio se construye sobre preceptos patriarcales y es una invención tan histórica como la propia heterosexualidad.

Según Carole Pateman  (1940- )  el pensamiento liberal invocó lo que Jean-Jacques_Rousseau (1712 - 1778) denominó el contrato social entre la ciudadanía y el Estado, pero debe entenderse la presencia de un “contrato sexual” legitimado por el matrimonio, en el que el esposo es el ciudadano y la esposa es construida como subordinada. Desde esta perspectiva se aboga por el reconocimiento estatal de otras formas de asociación basadas en la plena equidad de género y que garantice el disfrute pleno de los derechos humanos. Otro aspecto que constituye una propuesta flagrantemente inequitativa del anteproyecto del nuevo Código de Familia es la aparente negación del derecho de adopción por las parejas homoparentales. Pese a que el anteproyecto flexibiliza las regulaciones vigentes al efecto en Cuba, no se logró consenso por parte de los decisores en este tema. De confirmarse lo anterior, la decisión se basó en prejuicios homofóbicos y transfóbicos y jamás fue consultada con los ciudadanos interesados, además de que no existen evidencias científicas que avalen las limitaciones o daños potenciales de las uniones homoparentales en la crianza y cuidados de las hijas e hijos. De hecho, numerosas asociaciones científicas a nivel internacional han demostrado que esta situación no produce daño psicológico alguno en niñas y niños y, en algunos casos, les produce beneficios al educarse con valores de igualdad y no discriminación.

Tampoco se conoce con claridad la ruta crítica que ha seguido el anteproyecto de la Ley de Identidad de Género, que desde hace ocho años se propusiera para su revisión técnica y política.  El modelo vigente en Cuba permite el cambio registral de la identidad legal únicamente mediante la transformación quirúrgica de los genitales, después de establecerse un diagnóstico biomédico de trastorno de la identidad de género, dentro de los que se incluyen a la transexualidad. Desde 2008 estos procedimientos están avalados por el Ministerio de Salud Pública (Minsap) y se toman como hechos probatorios para que, por medio de un proceso judicial, se adecuen todos los documentos registrales en concordancia con la identidad de género de la persona.

Numerosas personas transexuales se han beneficiado con estos procedimientos y, sin dudas, el reconocimiento de su identidad de género les proporciona un acceso al ejercicio de sus derechos ciudadanos y un alivio significativo a la angustia que les genera la discriminación por su identidad de género.
No obstante, existen muchas maneras de sentir y expresar las identidades trans, que no son tomadas en cuenta por la Biomedicina y las normas jurídicas, con la consecuente limitación al disfrute de sus ciudadanías. Muchas personas transexuales no desean operarse, otras desean algunas modificaciones parciales de su cuerpo y conservar los genitales. También se conoce que algunas prefieren someterse a tratamientos parciales de transición, puesto que no desean perder su capacidad reproductiva y otras no se autoidentifican como transexuales y desean que se les reconozca su identidad de género, aunque no corresponda en lo absoluto con su cuerpo.

Una Ley de identidad de género actualizaría la norma jurídica cubana sobre el registro de la identidad legal y tendría una representatividad más abarcadora del complejo tejido social. Como esbozamos anteriormente, el reconocimiento de la identidad legal y de la personalidad jurídica se basa en la categoría sexo (aspectos biológicos que nos definen como hembras, varones o una combinación de ambos). El sexo se asigna al nacer de acuerdo al aspecto externo de los genitales y, en casos muy específicos, de acuerdo a los cromosomas. Sin embargo, no es raro ni necesariamente patológico que ambos criterios no se correspondan con otros factores biológicos (hormonales, enzimáticos, etc.), que también determinan el sexo. Esto hace tambalear la asignación legal del sexo como definitoria a lo largo de la vida de la identidad de la persona. Por su parte, la construcción de la identidad de género no siempre se corresponde con el sexo asignado y es un aspecto medular en la construcción de la identidad personal. Tanta complejidad, diversidad y maleabilidad de las categorías sexo y género nos llevaría a repensar las normas jurídicas sin tomar en cuenta la división binaria entre lo masculino o lo femenino, pero en el contexto actual sería bastante utópica y poco práctica su implementación. Una propuesta en el anteproyecto de identidad de género sería mantener el sexo como categoría registral y permitir el cambio de identidad de género de acuerdo a la construcción con la que la persona se identifica, sin mediación médica, mediante proceso administrativo e independientemente a la coincidencia con el sexo asignado al nacer. Así lo ha establecido la legislación argentina, sin que se hayan afectado los intereses supremos de esa nación y sin que colisione con el orden jurídico allí establecido.

Emancipación plena: muchas Cubas, todas las Cubas

Según Mayra Espina, “Cuba es un laboratorio para las políticas de igualdad”.  Es por ello que se requiere de la generación de políticas específicas —de orden jurídico y estructural— y también ampliar y hacer sistemáticas las acciones educativas y de incidencia política sobre diversidad sexual y derechos humanos.
No se trata de imponerle a la ciudadanía una ley sin al menos un mínimo de consenso. Sin embargo, el Estado cubano también debe generar políticas en el contexto de los derechos humanos y considerar que cuando existe un grupo numeroso de ciudadanos y ciudadanas que no están contemplados en ellas urge su reconocimiento, tal y como se reconocieron los derechos de las mujeres y de las personas negras al triunfo de la Revolución, sin que el pueblo cubano “estuviese preparado” para cambios tan radicales.

Adicionalmente, se insiste una vez más en la necesidad de articular los cambios estructurales con aquellos que deben operar –más lentamente— en la cultura. No tiene ningún sentido promulgar leyes que devengan letra muerta o que impliquen la reproducción  de las hegemonías de las sexualidades no heteronormativas sobre las heteronormativas.

La verdadera equidad se logra mediante la emancipación de seres humanos desde una perspectiva más compleja, que tome en cuenta la intersección de otros determinantes que limitan los derechos ciudadanos, entre ellos figuran el color de la piel, el género, la nacionalidad, el nivel económico, la edad, las creencias religiosas, las  discapacidades, entre otras. Así lo plantea Graciela Pogolotti (“Otra década crítica”, en La Gaceta de Cuba (1):3-8, 2013)

“Los proyectos emancipatorios se dispersan en fragmentos inconexos, estudios de género, movimientos gays y lesbianas, reivindicaciones de indígenas y afrodescendientes. Se habla de inclusividad, mientras se construyen compartimentos estancos sin tener en cuenta que solo la auténtica emancipación humana romperá las barreras acumuladas por la historia”.

Datos del autor: aroqueg@infomed.sld.cu
Sección Diversidad Sexual de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad (SOCUMES)

1 La sexualidad es una invención histórica, atravesada por relaciones de poder heterosexistas, impuestas y normadas en cada cultura durante siglos. Judith Butler toma como punto de partida el concepto de matriz heterosexual para definir la heteronormatividad como el “conjunto de prácticas culturales, legales e institucionales que mantienen el enfoque normativo de la existencia de dos géneros, en correspondencia con el sexo biológico, y que la atracción sexual entre estos géneros es lo natural o lo socialmente aceptable”. Desde el feminismo, el patriarcado es la ideología que posibilita la hegemonía heterosexual masculina y considera a otras expresiones de género y eróticas como disidentes, periféricas o marginales.
2 La activista trans estadounidense Julia Serano ha aportado el término cisgénero para referirse a las personas que no son transgénero, es decir, aquellas en las que existe una correspondencia entre la identidad de género y el sexo asignado al nacer.