Recién se han celebrado numerosos foros donde participaron una representación de la sociedad civil cubana de cara a la VII Cumbre de las Américas. Se conoce que en la cita regional la sociedad civil de las Américas tendrá un espacio colateral a las reuniones gubernamentales.
Allí asistirán representantes de las miles de organizaciones cubanas jurídicamente reconocidas por el estado y también asistirán miembros de la oposición política neoanexionista, organizada y financiada por el gobierno estadounidense y otras entidades neoliberales que les son afines.
Las coyunturas son propicias para oxigenar el debate sobre los significados, alcances y limitaciones de la sociedad civil cubana en los tiempos que corren. Más que el sentido potencialmente histórico de la cita panamericana, considero más provechoso la mirada hacia adentro, que suscita criterios encontrados y levanta no pocas suspicacias.
Las interpretaciones sobre la sociedad civil en Cuba están atravesadas por la hostilidad permanente del gobierno estadounidense que previsiblemente persistirá en sus objetivos de desmontar nuestro sistema político con nuevas estrategias.
También influye el enfoque dogmático de corte soviético y profundamente estatizado que hemos aplicado a la concepción de la sociedad civil desde nuestra experiencia socialista, que ha limitado la emergencia y la supervivencia de interesantes proyectos de participación ciudadana.
La propia Ley de Asociaciones vigente establece el requisito de que toda organización no gubernamental debe contar con un órgano de relación estatal entre otras limitaciones. En no pocas ocasiones el funcionamiento de las propias entidades no gubernamentales se impregna de las regulaciones burocráticas que limitan su autonomía y dinamismo.
Algunos decisores nuestros, que se definen como revolucionarios y marxistas, ven en la sociedad civil una oposición al estado. Dicho enfoque responde al concepto de sociedad civil liberal y burgués y se contradice con los aportes de Carlos Marx y Antonio Gramsci sobre la sociedad civil y el papel del estado en el socialismo. Tampoco se toma en cuenta los elementos contemporáneos que contribuyen a la existencia de una sociedad civil internacional ni las experiencias de los movimientos sociales de izquierda y progresistas en los procesos de cambios dinámicos de la sociedad cubana.
La participación, entendida en una dimensión compleja y activa, implica sobre todo formar parte de los procesos de transformación social con un liderazgo horizontal que promueva la desarticulación de los mecanismos de opresión que persisten en nuestro imaginario social y en la implementación de las políticas. El logro de una autonomía integradora de los sujetos sería uno de los objetivos a lograr para poder hablar de verdadera participación y emancipación en todos los órdenes.
Numerosos intelectuales han resaltado una reconfiguración de la sociedad civil cubana. Los temas raciales, ambientales, contra la violencia, en pos de una cultura de paz, los proyectos ecuménicos y la creación de espacios de participación que han visibilizado las demandas de las personass lesbianas, gays, bisexuales y trans son algunos de los ejemplos más destacados.
En estos procesos participan tanto el estado como la sociedad civil, pero ella deberá ser un ente pujante y dinámico que contribuya a la implementación de las políticas sociales y también a interpelarlas constructivamente desde las contradicciones que surjan constantemente.
En los temas relacionados con la equidad e igualdad de géneros y sexualidades han sido lideradas por instituciones del estado y ha contado con la participación de la sociedad civil. Algunos teóricos lo destacan como un logro, sin dudas se ha posicionado en el debate público desde las campañas por la no violencia y contra la homofobia, pero ello no significa que el liderazgo y representatividad del estado en estos temasno estén lastrados por su tradición históricamente salubrista, asimilacionista y con pobre impacto en el destierro de la ideología patriarcal del imaginario social y de las propias estructuras estatales.
No se trata de decir «ustedes participan, ellos participan, nosotros participamos, yo decido». Se requiere la construcción de espacios dialógicos y empáticos en las iniciativas transformadoras que fortalezcan el papel del estado.
Por ello la sociedad civil cubana debe robustecerse y en los temas relacionados con la igualdad de género y de las sexualidades (sin etiquetas) deben posibilitarse la formación de grupos autónomos, intregadores de las necesidades específicas de los menos favorecidos o contemplados en las políticas estatales.
La construcción de liderazgos en estos campos son palpables y se sostienen a contracorriente de intereses políticos e ideológicos internos y foráneos, pero sobre todo de los últimos, pues desarrollan un activismo social y político basados en los principios de soberanía y autodeterminación, se autodefinen como anticapitalistas y antineoliberales y rechazan al burdo mercenarismo sietemesino que se intenta fabricar para subvertir y dividir.
Ojalá y no se silencie el tema después de la Cumbre, ya sabemos que los silencios han salido demasiado caros. [Centro Habana, 4 de abril de 2015]